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Trabajar cansa
Columna
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El primer beso de la Navidad

La humanidad tardó muchísimo, siglos, en pintar un beso. Violencia y sexo, enseguida. Dioses, mandamases, a montones. Escribir sobre besos, también pronto, en antiguos textos indios. Pero pintar uno, no

Navidad
Escenas de la vida de Joaquín. Encuentro en la Puerta Dorada. De Giotto di Bondone
Íñigo Domínguez

Quería hacer un artículo de espíritu navideño, que falta nos hace. Aunque no sé bien qué es eso, supongo que uno que nos haga sentir un paréntesis de serenidad y fraternidad, una tregua. No me malinterpreten, más que en Eurovisión, que es un horror, pienso en algo como lo que decía Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes en Tiffany’s: “Cuando estoy aquí siento que nada malo me puede pasar”.

No sé si saben que la humanidad tardó muchísimo tiempo, siglos, en pintar un beso. Violencia y sexo, enseguida. Dioses, mandamases, a montones. Escribir sobre besos, también pronto, en antiguos textos indios. Pero pintar uno, no. Para mí es un misterio fascinante, nadie lo ha explicado. Digo uno de amor, de una pareja, un beso romántico. Supongo que alguien no dejaría, como siempre. Estaría mal visto, era raro, las modas. El caso es que el primero se pintó en algún momento entre 1303 y 1304, imaginen hasta entonces esa oscuridad de miles de años en que los besos oficialmente no existían, no se representaban. No sé qué tipo de vértigo experimentaría quien lo hizo por primera vez, además del físico, porque estaba subido en un andamio. Fue Giotto, un genio que es otro misterio en el misterio, pues poco sabemos de él. Lo pintó en la capilla de los Scrovegni, en Padua, norte de Italia, un lugar por el que ya merece la pena un viaje.

El beso es entre Joaquín y Ana, que encima son personajes secundarios de la trama, ni aparecen en los evangelios, son historietas de los apócrifos. Si la Biblia es una excelente literatura de ficción, imaginen lo que se descartó, los extras que no son ni del director. Según la tradición, Joaquín y Ana fueron los padres de la Virgen y, por tanto, los abuelos de Jesús. Es un caso muy precoz de paternidad tardía, sin tratamientos ni nada. Eran ya mayores y no tenían hijos, y les discriminaban por eso, imbéciles hay en todas las épocas. Al pobre Joaquín le echan del templo, porque es una vergüenza que no contribuya a la procreación del pueblo de Israel, y se deprime tanto que se va al desierto. Su mujer llega a creerle muerto. Pero todo se arregla, unos ángeles les filtran que todo va a ir bien, que van a tener una niña. Joaquín vuelve entonces a casa y Ana va a su encuentro en la Puerta Dorada de Jerusalén. Giotto pinta ese momento, y sus aureolas, sus circulitos de santos de la cabeza, se funden mientras se besan. Un beso en la boca, de película. Ella le agarra por la nuca y el rostro. Es una escena muy humana, conmovedora: sobre todo, con la información que tienen, saben que de ahí se van a la cama, esa dicha infinita que se siente cuando ya sabes que vas a hacer el amor con quien tienes delante. Es un prolegómeno de ternura erótica en una historia sagrada donde luego ya se evita todo roce. La última escena normal, digamos, antes de que empiece lo raro. Pero ahí nace todo. Es el inicio de la Navidad.

Es solo un detalle más en un lugar mágico, esa capilla, que es un reducto de quietud donde se para el tiempo. Como un comic celestial de colores. Emociona la sencillez, la fuerza arrebatadora de la naturalidad, que prepara el salto de la Edad Media al Renacimiento, con esas personas vivas, ya no hieráticas, si hasta los angelitos dan volatines de dolor con la muerte de Jesús. Es el poder del arte sublime, no la basurilla que nos sirven todos los días, para hacerte sentir bien y predisponerte a hacer el bien, y a buscar la belleza, y un mundo mejor. Lo sientes con las grandes obras, luego ya vuelves a tus cosas y a la pelea de siempre. Si esto no es navideño no sé yo. Besos a todo el mundo y feliz Navidad.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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