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Trabajar cansa
Columna
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¿Qué hacía usted en la crisis de Grecia?

Se desató una carrera para ver quién proponía, como solución, la tortura económica más sofisticada. Y fue un desastre, se equivocaron: el PIB griego ha caído un 25% de 2008 a 2021 y se ha destruido todo el estado social del país

Grecia
Un manifestante en Atenas durante las protestas contra las políticas de austeridad del Gobierno griego, el 29 de junio de 2011.Giorgos Georgiou (NurPhoto via Getty Images)
Íñigo Domínguez

Viajé bastante a Grecia en los años de su crisis, entre 2010 y 2015, y me pregunto qué pensará una mujer que conocí entonces de algunos cambios de paradigma que hemos visto últimamente sobre la cuestión. Porque ella sí que tuvo que cambiar su paradigma: separada, con dos hijos, la despidieron del banco donde trabajaba y empezó a prostituirse. Al principio pedía 100 euros, pero al final se conformaba con 20, o hasta 10. Esa fue su política económica, a nivel personal. A otro nivel, esta semana hemos sabido que la Comisión Europea acusa a Deutsche Bank y al holandés Rabobank de hacer entonces negocio con la desgracia ajena, manipulando los mercados de deuda. Eran aquellos años de la prima de riesgo y el rescate de Grecia, España y otros tres países. Y el Banco Central Europeo (BCE) nos mandaba cartitas diciendo lo que teníamos que hacer.

Paradigma, palabra griega, significa, según la Real Academia: “Teoría cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento”. Sí que hemos avanzado en el conocimiento: la teoría se aceptó sin cuestionar y los problemas no se resolvieron, o solo los de algunos. Recuerdo el olor de los gases lacrimógenos en la plaza Syntagma, los griegos no paraban de protestar. Recuerdo también que la crisis se abrió al descubrirse que las cuentas del país eran falsas, y que se trucaron con ayuda del grupo de inversión Goldman Sachs. Recuerdo que se desató, desde la Comisión Europea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el BCE, una carrera para ver quién proponía, como solución, la tortura económica más sofisticada. Y fue un desastre, se equivocaron: el PIB griego ha caído un 25% de 2008 a 2021 y se ha destruido todo el estado social del país. Los programas, más que salvar a Grecia, sirvieron para salvar los bancos alemanes y franceses que se habían expuesto alocadamente en el país. Pero decir esto entonces era ser considerado un antisistema. Los antisistema eran ellos, más bien.

Recuerdo que entre 2010 y 2014 el número de suicidios en Grecia creció un 35% y que aun así preguntabas a las funerarias y te decían que ya no se moría nadie, o al menos nadie les llamaba para un funeral, por no pagarlo. La gente simplemente desaparecía. No sé dónde estarán enterrados esos cadáveres, la memoria de lo que pasó. Lo hemos olvidado rápidamente. Recuerdo que ante el ultimátum definitivo de inducción al suicidio económico el primer ministro, Alexis Tsipras, convocó en julio de 2015 un referéndum: “Os invito a decidir, con la soberanía y la dignidad que requiere la historia griega, si debemos aceptar el exorbitante ultimátum que pide una rigurosa y humillante austeridad sin fin, y sin perspectiva de poder tenernos en pie social y financieramente. (…) Grecia, cuna de la democracia, debe enviar un mensaje democrático a la comunidad europea y mundial”. Bueno, ellos enviaron el mensaje, un 61% votó que no quería ese plan, pero dio igual. En los años siguientes he recordado esa frase de Woody Allen sobre una chica que quería ligarse de la administración Eisenhower: solo quería hacerle lo que Eisenhower llevaba ocho años haciéndole al país. A Grecia luego le ha pedido perdón la Comisión Europea, el FMI, pero casi ni nos hemos enterado. Tampoco de que el pasado mes de agosto Atenas devolvió el último préstamo al FMI. Hace años que no leo un reportaje de allí, a ver cómo les va. Siempre recuerdo lo que tuvo que hacer aquella mujer. Y lo que hicieron otros.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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