_
_
_
_
Trabajar cansa
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Quiero una croqueta psicotrópica ya

La perspectiva de perder la consciencia un día entero me cautivó. La envidia de desaparecer del mundo, aunque fuera un ratito, y que luego todo haya pasado y ver lo que ha salido

Irene Montero, en una mesa redonda con lideresas sociales, políticas y activistas, el día 12 en Bogotá.
Irene Montero, en una mesa redonda con lideresas sociales, políticas y activistas, el día 12 en Bogotá.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)
Íñigo Domínguez

Esta semana he tenido un insólito arrebato de envidia con una noticia muy extraña. El titular contenía una expresión con mayor poder de atracción que un agujero negro: “Croqueta psicotrópica”. Es lo que le dio una mujer a su ex para dejarle sin sentido y vaciarle la cuenta corriente. Ocurrió en un bar de Zaragoza: las cámaras (hasta un bar de pinchos ya tiene cámaras) captaron cómo ella manipulaba una croqueta y poco después él se sintió mal. Se fue a casa y perdió el conocimiento. Como todo era muy raro se acercó al hospital y tenía una intoxicación de benzodiacepina. Hasta aquí todo normal. Lo que a mí me impactó profundamente, y así se darán cuenta de lo mal que estoy, fue esta frase: “Según declaró el hombre, su mente se quedó en blanco desde ese momento hasta el día siguiente, cuando se despertó en su casa”. La perspectiva de perder la consciencia un día entero me cautivó. La envidia de desaparecer del mundo, aunque fuera un ratito, y que luego todo haya pasado y ver lo que ha salido. Porque es todo muy confuso.

Formarse una opinión cada vez es más difícil, además de que se te amontonan los temas de un día para otro, cada vez hay que estar más especializado, del kilovatio hora del gas al organigrama del Poder Judicial. Tendrías que pasarte la mañana en la Biblioteca Nacional, por eso me admiran algunos opinadores que yo creo que ganarían el Pasapalabra. Para un ciudadano quizá no es problema no enterarse de todo, pero yo tengo una columna. Sería maravilloso despertarse en unos meses y ver en qué acaba todo. ¿Ley trans? Podríamos saber si una vez aprobada nos olvidamos del tema para siempre, que ojalá, como con el matrimonio homosexual, o tenemos una avalancha de niños y niñas que se sienten otra cosa pero luego son carne de psiquiatra. ¿Sedición? Veríamos si de verdad España se ha roto, esta gente lo vuelve a hacer o esto ha sido un apaño de gran astucia política. ¿Malversación? Por fin saldríamos de dudas sobre algo tan intrigante como qué haría un político si pudiera robar sin que le pase nada. ¿Feijóo? Se aclararía si la prensa de derechas le perdona la vida o ya consigue poner a Díaz Ayuso. ¿Cambio climático? Bueno, esto creo que no quiero ni saberlo.

Tragedia más tiempo no sé si da comedia, pero desde luego ayuda a desdramatizar, y más hoy, que cuanto menos tiempo tenemos para pensar, más se apunta la gente al apocalipsis o a las teorías más locas. Ah, quién no pagaría por un viaje en el tiempo para regresar y actuar de forma correcta, o comprar un décimo de lotería. Pero a veces la vida te da esas oportunidades. Con la ley del solo sí es sí, por ejemplo, ya sabemos que ha sido un churro. No digo yo que no haya jueces machistas, pero si ya te lo imaginas y más siendo una ministra que a lo mejor piensa de entrada que lo son todos (aquí cualquiera es machista hasta que no se demuestre lo contrario), no se comprende bien por qué se lo ha puesto a huevo. En todo caso, para Irene Montero no cambia mucho, porque siempre está enfadadísima y riñéndonos a todos. Con este lío me preocupé por su salud, porque no me cabía en la cabeza que se pudiera enfadar más todavía. Y esto no hace más que aumentar la diversión de la derecha, claro. Por venir de donde venimos, no hay izquierda que exalte más los logros que cree históricos que la izquierda española, y también por eso a la derecha le fastidian el doble, aunque a cambio se ríe más con sus fracasos. Marchando una ración de croquetas psicotrópicas para todos.

Ideas que inspiran, desafían y cambian, no te pierdas nada
SIGUE LEYENDO

Apúntate aquí a la newsletter semanal de Ideas.

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_