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Ideas
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Espías de España y Cuba, ya tú sabes

El espionaje entre los dos países fue más conflictivo durante la democracia que en la dictadura. La nueva directora del CNI estuvo destinada en La Habana

Felipe González es recibido por Fidel Castro en su viaje oficial a Cuba, en La Habana el 14 de noviembre de 1986.
Felipe González es recibido por Fidel Castro en su viaje oficial a Cuba, en La Habana el 14 de noviembre de 1986.MANUEL P. BARRIOPEDRO
Juan Jesús Aznárez

Durante su fugaz destino en Cuba, la nueva directora del Centro Nacional de Inteligencia, Esperanza Casteleiro, seguramente pudo comprobar que no es oro todo lo que reluce en las fuentes que nutren los informes sobre la isla. Sus contrapartes en los servicios secretos locales juegan en casa con las cartas marcadas. Encimada por la contrainteligencia desde el día de su desembarco en el aeropuerto de La Habana, Casteleiro se vio inmersa en la trama que, en 2009, fulminó al entonces vicepresidente cubano Carlos Lage y al excanciller Felipe Pérez, que coqueteaban con la flexibilidad política y el recambio generacional frente a la gerontocracia, ajenos a que sus veleidades aperturistas con empresarios y dirigentes extranjeros eran vigiladas por los órganos de la Seguridad del Estado.

El ingeniero cubano Conrado Hernández, amigo de juventud de Lage y representante de la Sociedad para la Promoción y Reconversión Industrial del Gobierno vasco en La Habana, frecuentaba los ámbitos diplomáticos y empresariales españoles, y disfrutaba de paso franco en la dirección del partido y en los despachos ministeriales. Era, por tanto, un hombre apetecido por los agentes del CNI como garganta profunda de las interioridades del régimen durante la enfermedad de Fidel Castro, su renuncia y la designación de su hermano Raúl. La trama de espionaje concluyó con la defenestración de Lage y Pérez, la detención del equívoco Hernández y la discreta repatriación de los espías españoles.

Todavía opacos algunos tramos de una operación que concluyó con un trance bilateral solucionado amigablemente por el ministro Miguel Ángel Moratinos, su desarrollo habrá doctorado a Casteleiro sobre el modus operandi de los avezados servicios de inteligencia cubanos. Todavía queda la duda de si Hernández también servía a la revolución desde el primer día de sus contactos con los agentes del CNI, fundamentalmente porque su elevado tren de vida y facilidades, en un país agobiado por la escasez y la represión de libertades, difícilmente podía salir gratis; Lage y Pérez no eran fiables, y las preguntas de los agentes españoles sobre los movimientos en la cúspide del régimen eran información muy útil. Juzgado sin publicidad, el topo desapareció del mapa con beneficios penitenciarios bajo sospecha.

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El espionaje entre España y Cuba, atisbado por la CIA desde la fundación de la agencia en 1947, fue más conflictivo durante la democracia que con la dictadura de Franco, cuyas honras fúnebres acompañó Fidel Castro con tres días de luto oficial porque el Caudillo se portó bien con su revolución, ¡caramba! Habían establecido una entente atribuible, entre los factores políticos y geoestratégicos, al galleguismo y antiamericanismo de ambos. Los servicios secretos de Franco, ocupados en la captura de comunistas, socialistas, anarquistas y masones, apenas husmearon en los asuntos del Comandante, percibido en El Pardo más patriota que marxista. Desplegaron las antenas cuando el efímero Movimiento Español 1959 promovió desde México una revolución antifranquista.

Hasta la llegada de la democracia española se habían sucedido episodios propios de la Guerra Fría, entre ellos el interrogatorio de niños de la guerra retornados de Moscú, en el trienio 1957-1960, por la CIA y la Brigada Político-Social, algunos de cuyos analistas en el exterior demostraron creatividad atribuyendo a Castro el asesinato de Kennedy. Durante el tardofranquismo cabe suponer la desorientación de los boletines del Servicio Central de Documentación (SECED), antecesor del Centro Superior de Información de la Defensa (CESID) y del CNI.

La obtención de datos solo alcanzables desde el espionaje, y su procesamiento en informes y propuestas confidenciales para la toma de decisiones gubernamentales, es enrevesada en Cuba, en cuyos cócteles y sobremesas se siembran y pelotean adivinanzas, falsedades, anzuelos y anécdotas elevadas a la categoría de certezas. Un diplomático escaldado recupera la advertencia del soldado Bufón en La chaqueta metálica: “Aquí la mitad de las putas son agentes infiltradas del Vietcong, la otra mitad tienen tuberculosis, así que asegúrate de follar con las que tosen”.

Las relaciones interpersonales, la solidaridad ideológica contra EE UU, la OTAN o el modelo capitalista proporcionan a Cuba la colaboración de los denominados agentes de influencia españoles, que desde la militancia política y las simpatías con la causa revolucionaria proveen información y ayuda a los funcionarios de inteligencia cubanos destinados en España. Embridada la CIA cuando espió a Alfonso Guerra y campaba a sus anchas en la Península, la expulsión de espías con estatus diplomático y las controversias hispano-cubanas relacionadas con actividades encubiertas han sido cíclicas y desactivadas en silencio; excepcionalmente, el ruido impidió la discreción, como cuando policías cubanos intentaron secuestrar en Madrid a un compatriota viceministro en fuga.

Casi nada de lo que ocurre en Cuba es ignorado en España, que siempre quiso participar en una eventual transición del régimen hacia la democracia; y a la inversa: España importa por los lazos familiares y la historia común, y porque tercia en Europa y, a veces, con Washington. La historia de los altercados bilaterales incluye la invasión de la Embajada española en La Habana (1990), la impugnación del CNI ante la Audiencia Nacional de la ciudadanía española concedida a cubanos con residencia sospechosos de espionaje y las advertencias oficiales por conductas inadmisibles.

Adolfo Suárez viajó a Cuba haciéndose querer. Las administraciones del PSOE actuaron convencidas de la necesidad de ayudar a la pacífica democratización del castrismo, y las del PP, convencidas de que ante una dictadura solo cabe la beligerancia. Las políticas de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy evolucionaron durante su periodo de mandato, al igual que las prioridades informativas de La Casa, las relaciones con la CIA y los cometidos asignados a los agentes de inteligencia y contrainteligencia, siempre acompasados con el Ejecutivo, aunque no siempre convencidos.

De tú a tú, Felipe no pudo persuadir a Fidel de que las elecciones y la democracia no significaban la demolición de los servicios sociales ni el sometimiento al imperio, Aznar optó por el ahogamiento al frustrarse la seducción y Zapatero apostó inicialmente por el relevo generacional, pero acabó entendiéndose con los octogenarios de Sierra Maestra desde el posibilismo.

La máxima de Ignacio de Loyola (“En una fortaleza sitiada, toda disidencia es traición”) es código penal desde la invasión de la bahía de Cochinos, la crisis de los misiles, los magnicidios maquinados por las cloacas de la CIA y las leyes de embargo. La lucha contra el activismo contrarrevolucionario, contra la oposición política, es el principal cometido de los cuerpos de Seguridad de Cuba, cuya red de colaboradores es amplísima.

Los cambios de gobierno, de embajadores y de diplomáticos afectan al trabajo de los agentes del CNI en La Habana; no es el caso de sus colegas isleños, cuyos mandamientos no cambian desde 1959: confiar en todos, vigilar a todos y sentenciar sumariamente, como Loyola, el militar santificado por Gregorio XV.

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