Putin, desengáñate, eres un nazi como la copa de un pino
Con unos millones de votantes con ligeros microfascismos se puede crear un ambiente fascistoide de lo más logrado, sin que ninguno de ellos crea que es responsabilidad suya
El envoltorio semántico de la invasión de Ucrania es un lío. Putin quiere “desnazificar” el país y pretende hacerlo convirtiéndose en nazi. Desnazificar supernazificándose, o algo así. Es la culminación de un proceso de abstracción del fascismo, de la extrema derecha, que hace que esté en todas partes y en ninguna. Han aprendido de las técnicas meapilas de lo políticamente correcto a desenvolverse con eufemismos, y también ha ayudado que en los últimos años se llamara fascista a cualquiera. Así hemos llegado a que los de verdad también se lo llaman a los demás y no entiendes nada. El objetivo último es que no se sepa quién es quién, ni qué está pasando. La verdad, ya está bastante conseguido. Para Putin, una matanza de civiles es fake. Lo dijo así, como si hablara de un meme que le ha llegado al móvil.
Por empezar por algún sitio: Putin, hijo, desengáñate, eres un nazi como la copa de un pino. Que alguien se lo diga, o que lo desnazifiquen con un exorcismo. Normal que esté perdido, se mira al espejo y no sabrá ni quién es. Ve una máscara de bótox que le recordará a un primo tonto suyo. Cualquier día su mujer llama a la Policía porque hay un señor en la cocina. Mi esperanza es que se transforme tanto que un día le disparen sus guardaespaldas al tomarle por un intruso. Sueño con que un agente secreto entra en el Kremlin saltando por los tejados y se lo carga. Entonces me acuerdo de que hasta James Bond se ha muerto. Luego dicen que la gente tiene ansiedad, si no puedes contar ni con los personajes de ficción. Entre el cambio climático, sobrevolando cada minuto que pasa, y saber que vas por el pan y este tío anda en Moscú tramando algo, el estado de ánimo general es disimular que estamos todos acojonados. Seguimos con lo de siempre confiando en que al final nos las arreglaremos no se sabe cómo. Una especie de Providencia atea, porque tampoco creemos mucho en nosotros mismos, y muy mal. Esta baja autoestima de las democracias liberales es ya un triunfo de esta gentuza.
Pensemos cómo habría sido esto con Trump en la Casa Blanca. Lo mismo decía que Putin tenía derecho a defenderse como le lanzaba una bomba atómica. Entonces me alegro muchísimo de cómo votaron los estadounidenses, y lo importante que es saber a quién votas, por lo que pueda pasar. Luego llega una guerra mundial y te pilla con un tarado en el Gobierno, solo porque en un momento de marasmo un loco hace gracia, como si votar fuera un reality. Por eso lo que pase en Francia es muy importante. El padre de Marine Le Pen es el mejor ejemplo de que si uno es nazi mejor que no lo vaya diciendo. Él ya es una especie de monstruo de feria. Su hija sabe que no es el camino, y lleva años haciéndose fotos con gatos, y ahora rompiendo las que se hacía con Putin. La obligación del disimulo era un síntoma de salud democrática, pero ya es un problema. Apenas hay fascistas que admitan serlo. Sueltan cosas un poco fuertes, microfascismos, y por lo demás parecen buenas personas. Con unos millones de votantes con ligeros microfascismos se puede crear un ambiente fascistoide de lo más logrado, sin que ninguno de ellos crea que es responsabilidad suya.
Sé que no me explico bien pero, cómo decirlo, en esta gran confusión hacen falta ideas claras, justas, humanas, comunes, hombres buenos e inteligentes, para hacer frente a toda esta legión amorfa de idiotas, retrógrados y asesinos que hacen como que no se conocen entre ellos. Y no va a ser de hoy para mañana.
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