_
_
_
_
punto de observación
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Draghi o la libertad

La derecha italiana participa del imaginario democrático, mientras que en España el PP se ha negado a aportar nada

Soledad Gallego-Díaz
El primer ministro de Italia, Mario Draghi en las celebraciones del 25 de abril (Día de la liberación).
El primer ministro de Italia, Mario Draghi en las celebraciones del 25 de abril (Día de la liberación).Massimo Di Vita (Mondadori Portfolio via Getty Im)

La principal diferencia entre Italia y España, o al menos una de las más importantes, la puso de manifiesto Mario Draghi, su actual primer ministro, el pasado 25 de abril, fecha en la que se conmemora la liberación de Italia, es decir, la caída del régimen de Mussolini y el fin de la ocupación nazi de parte del país. En España —y es algo lamentable y de peligrosas consecuencias— es impensable que un primer ministro que represente a la derecha, liberal o conservadora, como lo hace Draghi, pronuncie un discurso como el que él hizo en esa fecha. Quizás podrían haberlo pronunciado en su día bastantes dirigentes de la extinta Unión de Centro Democrático (UCD), pero ninguno, absolutamente ninguno, del actual Partido Popular.

Más información
‘Bella ciao’, la historia que esconde el himno de la libertad y la resistencia

Lo que diferencia tanto a Italia de España es que la derecha italiana (gracias a los cristianos anti-Mussolini) participa del imaginario democrático de Italia, ha contribuido sin reparos y claramente a él, mientras que en España el PP se ha negado a aportar nada a ese espacio común, tan necesario para que un país se sienta unido y orgulloso de sí mismo. Muchos de los dirigentes de UCD, representantes liberales o conservadores, lo intentaron y habría que reconocer más frecuentemente su generosidad e inteligencia, pero la llegada de José María Aznar al frente del PP supuso un cambio total de estrategia y desde entonces ningún dirigente popular ha sido capaz de romper esa muralla.

Por eso es imposible imaginar a un dirigente del Partido Popular repitiendo las palabras de Draghi en defensa y recuerdo de “los combatientes por la libertad” y lamentando la progresiva pérdida de los valores de la Resistencia. En Italia, admitió Draghi, “no todos nos portamos correctamente”, pero la reconciliación se hizo sobre la idea de justicia y libertad. En España, la reconciliación, que ciertamente existió por mucho que se quiera negar, se hizo también sobre esos valores, plasmados en la Constitución de 1978, aunque es verdad que no se produjo la reivindicación pública de los “combatientes por la libertad”, quizás porque —como se comprobó poco después— no en la sociedad, pero sí en muchos sectores del Ejército, aún residía un núcleo franquista duro. Hubiera sido labor del PP de José María Aznar retirar las estatuas de Franco y los nombres de sus colaboradores de las calles de las ciudades. También esforzarse para que la reconciliación que suponía la Constitución se plasmara, asimismo, en una clara contribución del PP y de la derecha al espacio democrático español.

No ha sido posible y el error se prolonga en el tiempo, con un PP que se aferra a la Constitución como si esa hubiera sido su gran aportación democrática, cuando lo cierto es que no existía en 1978 como tal partido, y que en Alianza Popular, su antecesora, hubo nueve votos a favor, cinco en contra y dos abstenciones, entre estos últimos quien después sería el tesorero del PP, Álvaro Lapuerta Quintero. Probablemente no ha ayudado nada a despejar esa confusión el hecho de que Unidas Podemos “regalara” en sus inicios tan fácilmente la Constitución a la derecha.

Draghi lo explicó bastante bien el pasado día 25: no se puede ignorar que existe la ultraderecha y no se puede dejar de elegir con respecto a ella, porque es inmoral. Por eso es tan importante que Isabel Díaz Ayuso renuncie a llegar a acuerdos con Rocío Monasterio. Y si, llegado el caso, reclamara la abstención del PSOE para eludir al extremismo de Vox, es obvio que la candidata del PP tendría antes que dejar claro que condena el programa de la ultraderecha extremista y en qué se diferencia de ella. Porque, si no, podría darse el esperpento de que la candidata a la Comunidad de Madrid se encuentre el día 5 gritando: “Draghi o la libertad”.

La aparición de un sector del PP que sea consciente de que su primera obligación con este país es reforzar el espacio común democrático es cada vez más necesaria y urgente, porque puede resultar muy peligroso que el ambiente que rodea las elecciones del próximo día 4 se intente trasladar a futuras elecciones generales.


Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_