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John Lanchester: “Vivimos una época de muros y el Brexit forma parte de esa historia”

En el año de la pandemia, la aclamada distopía del escritor —‘El Muro’— trasciende fronteras. La centran el miedo al extranjero, el cambio climático y la enorme distancia entre generaciones

Rafa de Miguel
El escritor británico John Lanchester posa en su estudio en Londres, Reino Unido.
El escritor británico John Lanchester posa en su estudio en Londres, Reino Unido.Carmen Valiño

John Lanchester (Hamburgo, 58 años) habla con un tono suave, lleno de pausas. Su refugio es la casa que compró hace dos décadas en el barrio londinense de Clapham, con un elegante desorden de libros y arte contemporáneo y una cocina que invita a la conversación. La entrevista tendrá lugar, sin embargo, en el jardín trasero. La pandemia invita a buscar la presunta seguridad del aire libre. Su novela El Muro (Anagrama) ha sido aclamada por la crítica (The Booker Prize 2019). Es una distopía con un futuro cercano que se intuye demasiado familiar. La isla de Gran Bretaña, sumida en el frío eterno, aislada del caos exterior que trajo El Cambio, obliga a nuevas generaciones de ciudadanos a vigilar durante dos años de su vida la fortaleza, para evitar la llegada de Los Otros. Cambio climático, inmigración, populismo, un futuro desolador y la ruptura de cualquier comunicación entre generaciones.

PREGUNTA. Al leer su novela, es inevitable pensar en el muro de Juego de tronos. Sin embargo, usted ha contado que la inspiración le vino con el Muro de Adriano (la construcción romana que separa hoy Inglaterra de Escocia).

RESPUESTA. Hay algo muy poderoso en el Muro de Adriano. La idea de que era el límite del mundo tal y como lo conocían. W. H. Auden escribió un poema sobre ese Muro, y resulta fascinante imaginar al leerlo cómo debió de ser la sensación de tener que defenderlo. Todos los muros transmiten la misma idea. A este lado está la civilización. Detrás están ellos, los otros. Los bárbaros. Los muros tienen una utilidad obvia, pero a la vez cumplen un papel poderosamente metafórico. Piense en el muro de Berlín. Todo alemán lo llevaba en su cabeza. Todos sabían en qué lado se situaban. Era un aspecto fundamental para definir tu identidad, el tipo de sociedad en la que vivías y cuál era tu visión del mundo. Y al mismo tiempo, no era en absoluto una metáfora. Si intentabas cruzarlo podían matarte. Tenía una presencia física innegable, y a la vez era una imagen constante en la cabeza de la gente.

P. Pero su muro es la consecuencia de una amenaza muy actual. El Cambio de su novela es el cambio climático. ¿Así lo pretendió desde un principio?

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R. Si cuando comencé a escribir el libro, en 2016, me hubieran preguntado en qué estaba trabajando, no habría respondido que era algo sobre el cambio climático. No era algo que tuviera en mi cabeza. Seguía las informaciones, y las opiniones científicas. Digamos que estaba al corriente sobre el debate científico. Pero resulta tan fácil que este asunto te desespere y llegar a la conclusión de que es algo que escapa a tu control, que no fue algo buscado a propósito. De repente, sin embargo, todas estas imágenes del libro fueron creándose en mi cabeza. Así que es probable que, en un nivel profundo del subconsciente, mi mente hubiera estado pensando sobre este asunto todo el tiempo.

P. Es el mundo después del cambio climático, y el miedo a la inmigración. Pero uno no puede dejar de pensar en el Brexit.

R. Cuando escribí el libro pensé en determinadas tendencias que siguen avanzando inexorablemente. Una de ellas, obviamente, es el cambio climático. Pero otra fue todo el proceso que se abrió a partir de 2016 [el año en que la opción del Brexit triunfó en un referéndum]. Hay un cambio de tendencia brusco muy claro, que se presenta como una forma de reacción. La gente comenzó a sufrir cierta ansiedad por el estado del mundo, y a replegarse en torno a sus propias naciones como un modo de defensa psicológica. Prefieren mirar para otro lado y no pensar, por ejemplo, en los refugiados que se están ahogando en las aguas del Mediterráneo. Uno de los momentos definitorios de mi generación fue la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. Tendemos a pensar que esta ha sido una era de apertura y conectividad. Pero realmente, la mayoría de los muros que conocemos se han construido a partir del final de la Segunda Guerra Mundial. Ha sido una gran época para las vallas, la barrera y la separación. Y el Brexit, naturalmente, es parte de esa misma historia.

Comenzamos a ver cómo conviven dos versiones paralelas del contrato social. El cambio climático puede exacerbar de modo muy agudo ese distanciamiento generacional

P. El Brexit, que responde en gran parte al miedo y rechazo a la inmigración.

R. Una de las cosas extrañas al abordar el fenómeno de los inmigrantes y los refugiados es que el miedo es superior en aquellos lugares que han tenido menos impacto. Países europeos como Lituania o Letonia aparecen entre los más preocupados ante esta amenaza. En Hungría hemos leído que su mayor temor es la inmigración de origen africano. Y creo que no tienen más de 500 habitantes con ese origen. Ya no se trata de que estos miedos estén poco conectados con la realidad, es que son casi lo contrario a la realidad. La conclusión a la que debemos llegar es que no se trata de realidades existentes, sino de aprensión hacia el futuro. La ansiedad que despierta no saber qué va a venir a continuación. Son miedos que no te dicen demasiado sobre el estado actual del mundo, sino sobre lo que las personas temen que pueda deparar el futuro.

P. El protagonista, Joseph Kavanagh, cumple con sus dos años como guardián del Muro, pero tiene días libres en los que va a ver a sus padres. Les culpa del mundo que le ha tocado vivir, y no encuentra nada que le conecte racional o sentimentalmente con ellos.

R. Hay una constante histórica según la cual las generaciones son como dos líneas que divergen durante un tiempo hasta que finalmente se reencuentran. En la novela imagino un mundo en el que las líneas nunca convergen y el espacio entre ellas es más y más ancho. En la actualidad vivimos una tensión intergeneracional muy intensa, especialmente en los países desarrollados. Las personas mayores conocen una versión mucho más benigna del Estado de bienestar. Con un buen sistema sanitario, un buen sistema educativo y un Gobierno que actuaba como generoso proveedor de las necesidades de los ciudadanos. El cambio demográfico ha hecho que esta situación sea insostenible. Comenzamos a ver cómo conviven dos versiones paralelas del contrato social. Me di cuenta de que el cambio climático podía exacerbar de modo muy agudo ese distanciamiento, hasta el punto de que ya no crecemos en sociedades diferentes, sino en planetas diferentes.


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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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