Víctor Elías: “Parece que entré en ‘Los Serrano’ por Letizia, pero ella fue reina más tarde”
El actor que encarnó al personaje de Guille en ‘Los Serrano’ y ahora se dedica a la música confiesa en el libro #YOSOSTENIDO su relación familiar con las adicciones y cómo crecer ante el ojo público acaba afectando incluso a los niños más protegidos por sus equipos
La vida de Víctor Elías (Madrid, 33 años) se cuenta por escenarios. Se estrenó con cinco años en el Teatro Real de la mano de su madre, también actriz. Desde entonces ha pisado miles, pero el público le asocia especialmente a uno: la cocina de la exitosa serie de televisión de Los Serrano. Durante el tormentoso divorcio de sus padres, ambos sumidos en adicciones, su personaje de Guille se convirtió en un refugio. Más tarde, cuando la serie acabó y le cayó el sambenito de juguete roto, descubrió que su papel en los escenarios no era el de actor protagonista. “La música me ha salvado la vida varias veces y no dudo que lo volverá hacer”, asegura.
En contra del consejo de su padre músico, se lanzó a redescubrir las tablas con su piano y acabo convirtiéndose en el director musical de distintos artistas y espectáculos. Los escenarios le vieron en los momentos más bajos, desde la muerte de sus padres hasta su propia adicción, pero también le trajeron a su mujer, la cantante Ana Guerra. Por eso cuando se planteó contar su historia tuvo claro que sería con una obra de teatro. #YOSOSTENIDO se estrenó en 2023 y ahora se convierte en un libro homónimo, editado por Planeta, que se publica este miércoles.
¿Siente que con en libro pierde el control de una historia que hasta ahora compartía en el teatro a un público más cercano? Con estas entrevistas me están volviendo miedos que tenía ya olvidados. Esto ahora ya es muy grande, pero no me voy a echar atrás. Este soy yo y esta ha sido mi vida. Ni puedo cambiar nada, ni va a cambiar nada que la gente lo sepa. También hay una parte de reivindicación al compartir la historia. No estoy muerto por no salir en la tele, ni por suerte me han matado otras cosas. No estoy acabado, como músico me va mucho mejor de lo que me iría cómo actor.
En el libro cuenta que está feliz en segundo plano con su trabajo actual ¿Por qué decidió volver a primera línea con la obra? Quería volver a actuar con algo propio. No sobre mi vida, si no con algo que pudiera producir yo. Como un stand up comedy. Pero cuando se lo comenté a Fran Perea [hermano en Los Serrano y director de la obra] me recomendó que si queríamos hablar de juguetes rotos no lo podíamos contar así. Había que montar una obra de teatro. Cuando leí la primera versión, pensé: “No creo que mi vida haya ido tan mal”. Así que intentamos meterle siempre contrapuntos cómicos, en el libro también. Aún así hay capítulos muy duros como el de mis padres que solo lo he leído una vez.
¿Si siguieran vivos podría haberse embarcado en el proyecto? No, no lo hubiera hecho nunca. Por la relación que tenía con mi madre hubiera sido muy difícil llegar a un consenso de cómo fue todo. Al final es mi versión y cuando me puse a investigar me enteré de miles de detalles que no sabía. Ellos seguro que tendrían otra y por eso no les echo nada en cara. Cuando pasas por una adicción, igual que ellos, acabas dando un paso atrás y los perdonas.
Cada vez se habla más de las adicciones, pero aún persisten muchos tabús ¿Qué nos queda por hacer para poder visibilizarlas por completo? Nos falta normalizadas. En Estados Unidos nos llevan años de ventaja. Están acostumbrados a que Johnny Depp entre y salga de una clínica y no se le critica, porque se le entiende. No queremos ver a más adictos porque no queremos vernos a nosotros mismos. Hay gente que se niega a hacerlo porque eso supone quitarse una cerveza diaria de lunes a domingo y eso es una adicción. Afortunadamente las nuevas generaciones ahora consumen menos, pero ha habido una época, del año 2000 a 2015, donde se ha normalizado mucho la droga. Igual que en los noventa se llevaron las manos a la cabeza con la heroína de los ochenta. Hemos vivido vuelto a vivir unos ochenta pero con otro tipo de droga.
Además no solo reivindica la adicción a los estupefacientes, también habla del trabajo ¡Hombre, es que adictos al trabajo somos todos! Para mi, fue clave entrar en un grupo de ayuda. Cuando empiezas con los 12 pasos te das cuenta del resto de carencias que tenías. A raíz de descubrir la adicción más social me di cuenta de que era adicto al trabajo. No dejaba de invertir horas. Sobre todo si te gusta tu curro, que a mí me ha pasado siempre.
Ya desde Los Serrano destaca que disfrutaba trabajando en un entorno libre de las típicas rivalidades del sector ¿Qué propició este ambiente tan bueno? De puertas para dentro en el rodaje éramos una familia, todos los departamentos. Entre los niños no había ninguna competitividad porque todos teníamos nuestro rol muy definido. Aún así la rivalidad te la acaba incitando la sociedad. Por ejemplo, los pósters de la [revista] Bravo me llevaban a mí en un lado y a Adrián Rodríguez a otro. En las firmas de discos veíamos quien venía a un lado o a otro. Por más que éramos super colegas y jamás nada nos separó, la broma estaba ahí. No se tenía ningún cuidado, ni se tiene. Lo que pasa es que ahora somos más mayores y lo asumimos.
¿Cree que ha cambiado la forma en la que se trata a los niños artistas? Ahora es mucho peor, va todo mucho más rápido. Los juguetes rotos salen en fábrica. Ya no son solo niños, si no cualquier persona de 20 años que sale un reality show. Ahora los artistas, cantantes, que es con los que yo trabajo ahora, duran solo un año. Después llegan otros que han pasado por el mismo reality y les adelantan. En el caso de los actores pasa mismo. Ahora con las plataformas de la noche a la mañana tienen miles de seguidores. Son famosos en El Salvador porque ahí le han visto mucho, pero en España no les conoce nadie y no vuelven a trabajar. La fama ahora es mucho más complicada de asimilar. No me quiero ni imaginar que habría pasado si en la época de Los Serrano hubiésemos tenido Instagram.
¿Qué uso le da ahora a sus redes sociales? Fui de los últimos en unirme, renegaba de ellas. Las utilizo como un portfolio de mi trabajo, ahora funcionan mucho mejor que una página web. Aunque soy consciente de que cuando subo una foto con Ana tengo miles de likes y comentarios y que cuando pongo un vídeo con el piano no le importa a nadie.
Han llevado siempre su relación de una manera muy pública, de hecho acaba de salir en la portada del Hola con su boda ¿Cómo gestionan esta exposición pública? Es muy parecido a lo que pasa con el libro, siempre hemos querido ser nosotros los que contásemos nuestra historia. Al final yo sé con la persona que me estoy casando. Desde el principio lo hemos hecho así. Anunciamos nuestra relación con un vídeo porque vimos cómo nos empezaban a seguir y dijimos: no queremos que la gente se entere por otro lado. En el caso de la portada ha pasado lo mismo. Ha sido muy bonito, nos han dejado contar la historia desde nuestro lado.
¿Y la constante referencia de la prensa rosa a su relación familiar con la reina Letizia [son primos segundos] cómo la lleva? Eso sí que lleva siendo así desde siempre. Hay veces que parece que entré en Los Serrano por eso, pero ella fue reina más tarde. La verdad es que es un mundo que está tan lejos de mí. Ahora por mi relación lo vivo más cerca, pero hemos conseguido que todo sea muy blanco. Estamos tan lejos los dos que no hay nada que malmeter y cotillear. Quizás con el libro algo más, pero eso será porque no lo han leído entero. Haters va a haber siempre.
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