Mató a la mujer de su amante con 41 hachazos y salió absuelta: la historia de Candy Montgomery vuelve a la televisión
La serie ‘Love and Death’, producida por Nicole Kidman y protagonizada por Elizabeth Olsen, recrea uno de los sucesos más funestamente populares de la crónica criminal estadounidense. Una tragedia ocurrida en el tedio de una pequeña ciudad de Texas hace cuatro décadas
Los hechos: a las diez de la mañana del viernes 13 de junio de 1980, en la ciudad de Wylie (Texas), Candy Montgomery, ama de casa de 30 años, de misa diaria y muy implicada en las actividades de la comunidad, acudió al hogar de su vecina y amiga Betty Gore para, en teoría, preguntarle si le parecía bien que su hija fuera esa tarde al cine con su familia y se quedara a dormir. En el espacio de tiempo transcurrido desde que la visitante cerró la puerta hasta que la abrió para marcharse, solo Montgomery sabe con certeza lo que sucedió. La vecina no puede contarlo. El cadáver de Betty Gore quedó tendido en el suelo, con marcas de haber recibido un total de 41 hachazos, y fue descubierto horas después por unos vecinos que encontraron también al bebé de un año de la difunta llorando desconsoladamente en la cuna. Candy Montgomery, su familia y la otra hija de Gore, entre tanto, siguieron adelante con la velada y fueron a ver Star Wars: El imperio contraataca.
El veredicto: no culpable. La investigación reveló que Candy Montgomery, que admitió haber matado a su vecina y ducharse en la escena del crimen para limpiarse la sangre, mantuvo previamente una aventura de algo menos de un año con el viudo de la víctima, Allan Gore, fuera de la ciudad ese día por un viaje de trabajo. Según las versiones de ambos, los encuentros terminaron meses atrás. Pero, de acuerdo con Montgomery, Betty Gore conocía el affaire y tenía aún la espina clavada, razón por la que durante la reunión llevó al salón, de repente, un hacha, a fin de exigir a la invitada, letal argumento de autoridad en mano, que no se acercase más a su marido. La acusada alegó que el acto de quitarle la herramienta a Gore y emplearla contra ella fue en defensa propia. Esta afirmación pasó con éxito la prueba del polígrafo y el jurado le dio credibilidad, para estrépito de la opinión pública: 41 hachazos, para muchos, parecían una defensa propia demasiado vehemente. Montgomery se divorció de su marido (que descubrió la infidelidad en el proceso) poco después, recuperó su apellido de soltera y empezó una nueva vida en otra ciudad como terapeuta de salud mental.
Esta es una de las historias de crímenes favoritas de los aficionados al subgénero en Estados Unidos. Después de suscitar polémica en el entorno de Texas, el caso saltó al interés nacional gracias al libro Evidence of love: A true story of passion and death in the suburbs (Evidencia de amor: una historia de pasión y muerte en los suburbios, de 1984, pero inédito hasta ahora en España), una investigación de los periodistas John Bloom y Jim Atkinson que se convirtió instantáneamente en best-seller. Además de los innumerables documentales y episodios especiales en programas sobre asesinatos que le siguieron, el libro fue adaptado en el telefilme Implicación criminal (1990); en la serie de Hulu Candy: Asesinato en Texas (2022) —que en España puede verse a través de Disney+ y que cuenta con una caracterizadísima Jessica Biel en el papel protagonista— y, menos de un año después del estreno de la anterior, va a tener una nueva encarnación: HBO Max ha anunciado el lanzamiento el 27 de abril de la serie Love and Death, con Elizabeth Olsen como Candy Montgomery y Jesse Plemons interpretando al marido de la víctima.
Pese a que el suceso tuvo lugar hace más de 40 años, el tirón del relato es evidente. Contiene un misterio sin esclarecer, una historia de amor prohibido, un escenario excitantemente anodino (los típicos ciudad y vecindario donde nunca pasa nada, hasta que pasa) y un caldo de cultivo conservador y religioso dentro de una olla a presión. “He hecho todo lo que se supone que debe hacer una mujer: cuidar la casa, preparar la comida… ¿Dónde está mi recompensa?”, se pregunta Montgomery en boca de Elizabeth Olsen en el trailer de Love and Death, mientras vemos a su personaje recoger la colada, servir los platos o recitar las oraciones en la iglesia metodista de la que es asidua. Con Nicole Kidman como productora ejecutiva, el avance no apunta diferencias sustanciales en el enfoque con respecto a Candy, que también privilegiaba el punto de vista de la acusada. Sin embargo, la firma del guionista David E. Kelley, creador de éxitos como Ally McBeal (1997-2002), El abogado (1996-2004), Big Little Lies (2017-2019) o The Undoing (2020), invita a anticipar un acento en la dimensión legal y social del argumento.
“A Candy no le importaba encargarse de los niños y de la casa, pero estaba loca de aburrimiento. Por eso, el día de su 29º cumpleaños, para ella fue un rayo de luz recibir una llamada de teléfono completamente inesperada”, narraban Bloom y Atkinson en Evidence of love. En el texto, subrayaban el estado de tedio profundo y represivo en el que tanto ella como su amante vivían cuando decidieron empezar a verse, después de que Montgomery le abordase con la propuesta, él la rechazara y, semanas después, reculase por teléfono. Los escritores también dedicaban unas líneas a la sesión de hipnosis a la que se sometió a la acusada con el fin de que el abogado encontrara un modo de justificar aquellos 41 hachazos: durante la sesión emergió un trauma infantil relacionado con la madre de Candy Montgomery mandándola callar. En el forcejeo por el hacha con Betty Gore, por la reconstrucción de los hechos que ofreció la hipnotizada, un “¡Sssssh!” espetado por la vecina habría detonado el ensañamiento.
Reflejo oscuro
“Sigo diciendo que fue un crimen pasional. ¿No te gustaría amar a alguien a ese nivel? ¿Y que esa persona te amara también?”, le pregunta una espectadora del juicio a otra en el clímax de Candy: Asesinato en Texas. La conversación, ficticia, es una ironía explícita y casi metarreferencial acerca del papel de los espectadores del subgénero true crime (crímenes reales) y su adicción a las historias truculentas: hay un grado de morbo, pero también otro de identificación con ciertas aristas de ciertos relatos, por abyectos que resulten. Candy, por cierto, fue la serie más vista en streaming durante la semana de su estreno en Estados Unidos según las mediciones de Justwatch, pese a que se estima que Hulu tiene casi 30 millones de suscriptores menos en el territorio que Netflix.
“Creo que es un poco el concepto jungiano de la sombra [el arquetipo con el que el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung definió el lado oscuro de la personalidad]. El mundo que tenemos ahora niega bastante la sombra, lo malo, la ira y todo lo oscuro. Pero que nosotros lo neguemos y finjamos en Instagram que somos superfelices no quiere decir que ese lado no exista”, reflexiona, consultada por ICON, Mona León Siminiani, voz por excelencia del true crime en España con el podcast de Audible ¿Hablas miedo? y, antes, con el programa de la Cadena SER Negra y criminal, ambos dedicados tanto a adaptaciones de ficción de intriga psicológica como a exhaustivas crónicas de crímenes históricos, de ámbito nacional e internacional.
Siminiani piensa que el true crime ha alcanzado una nueva edad de oro de la mano del ascenso y consolidación del podcast, no solo por la moderna estructura instaurada de “acompañar en el proceso a gente que se pone a investigar con su libretita y su grabadora”, sino porque “todo lo que sea oído es mil millones de veces más sugerente y terrorífico”. Pero también cree que se relaciona con la obsesión contemporánea por la imagen, “por quedar bien y porque no se nos tome por locos”. “El fútbol a veces vehicula la ira, como antes podía hacer la tauromaquia, que es literalmente matar. Estos impulsos tienen que salir por algún lado, y las historias sanguinarias y sádicas del true crime suponen un descanso de toda esa cara tan positiva, tan yanqui y tan de ‘todo está bien’ en la que estamos inmersos y de la que somos más esclavos de lo que pensamos”, reflexiona.
Ello no implica frivolizar: “Una cosa es el suceso en sí y otra cosa es el relato. Lo que consumimos es el relato, qué supone el crimen, cuál es el tema principal, dónde nos deja a nosotros, quiénes somos en relación con eso. Son como cuentos de hadas para adultos, con las mismas advertencias de no hablar con extraños, de tener cuidado con el hombre del saco o con los lobos con piel de cordero, esos vecinos amables que siempre saludan y que resulta que tienen gente degollada y enterrada en el patio de atrás”. “Otra cosa es que te maten”, recuerda, “que te sometan a esta brutalidad o que hagan eso a alguien a quien quieres o conoces. No hay nada romántico ni bonito en un asesino”.
Los implicados reales dan fe. La antes conocida como Candy Montgomery, que no es legalmente una criminal ni se ha vuelto a ver envuelta en ningún episodio parecido, tiene ahora 73 años. Su cuenta personal de Facebook, con el nombre que utiliza en la actualidad, se encuentra inactiva desde 2021 y es fácil comprender por qué: las publicaciones que tiene, relacionadas con la actividad profesional que desempeña, están trufadas de comentarios insultándola y recordando el suceso. La puntuación como terapeuta que recibe en los agregadores de Internet tampoco es buena, pero es dudoso si los votos son de clientes o de cyberbullies que la han rastreado. Montgomery abandonó la ciudad de Wylie después del juicio de 1980 porque sus vecinos le gritaban “¡Asesina!”, pero además por el escrutinio al que estaba sometida su vida personal. Para el grueso social texano de entonces, el adulterio era un crimen igual de espantoso y, de hecho, en el juicio se estimó procedente hacer aflorar otra infidelidad previa de la ama de casa.
La familia de la fallecida tampoco quiere saber nada, habida cuenta de que parte del morbo de las distintas producciones estriba en las motivaciones y justificaciones de Candy Montgomery, como si ella simplemente hubiera sido una víctima del entorno al que pertenecía y Betty Gore una mujer desquiciada, amargada, reprimida y obsesionada con gustarle a su marido; a falta de conocer la perspectiva de Love and Death, así era, por lo pronto, como aparecía reflejada en Candy. La periodista de Buzzfeed Stephanie McNeal citó en un artículo a una fuente anónima de los Gore que lamentaba el renovado interés en el caso y “no poder opinar” sobre el retrato de su familia en las dos series, al no haber sido, aseguraba, contactados por ningún responsable. “Es extremadamente frustrante y definitivamente estresante”, decía. “Odio que, cuando solo me quiero relajar y desplazarme por el menú de Hulu, me tenga que aparecer una imagen gigante de Candy”.
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