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Anna Castillo: “Durante un mes eres la actriz del momento y luego dejas de serlo. No pasa nada”

La intérprete catalana lleva años sin parar de trabajar y, a la vez, en la carpeta “actriz del momento”. Ahora, estrena ‘La vida era eso’ sabiendo que un momento solo lleva a otro, y a otro, y a otro...

Anna Castillo posa para ICON con camiseta y camisa BOSS. Piel hidratada gracias a Hydra Beauty Camellia Water Cream. Cejas definidas con el lápiz Stylo Sourcil No810 y mirada subrayada por la máscara de pestañas Le Volume de Chanel Noir y la sombra Stylo Ombre. En los labios, Rouge Allure Velvet No74 Low Key. Todo, CHANEL BEAUTY. En el vídeo, Anna se somete a nuestro cuestionario ICON. Foto: Yago Castromil | Vídeo: Olivia López Bueno

Anna Castillo (Barcelona, 27 años) tiene la capacidad de que uno tenga la sensación de conocerla de toda la vida a los cinco minutos de verla por primera vez. Quizás antes. Y eso es algo que también transmite a los cinco minutos de aparecer en pantalla. Quizá menos. Pongamos el caso de La vida era eso, ópera prima de David Martín de los Santos, que se estrena el 10 de diciembre y es la película que nos ha traído aquí. En ella interpreta a la veinteañera compañera de habitación en un hospital del personaje de Petra Martínez, que tiene 77 años. Y desde que abre la boca el espectador ya intuye que esas mujeres, por distintas que parezcan, van a terminar siendo amigas.

Porque es imposible no querer ser amigo de Anna Castillo, una actriz que consigue ser el objeto de atención de todas sus películas y, a la vez, convencer con el personaje que está interpretando en ese momento. A saber qué término usará la psicología para ese grado extremo de empatía, pero si no hay uno debería haberlo. Y es una maravilla de capacidad.

“Yo es que solo sé hacerlo así”, cuenta ella, con la soltura que da haberlo explicado mil veces, en una terraza del centro de Madrid, la ciudad en la que vive desde hace años. “Solo puedo partir desde la verdad, desde mí misma, desde la naturalidad. A veces sujeta al guion línea por línea y otras con mucho margen de improvisación, como en Girasoles silvestres, la película que acabo de rodar con Jaime Rosales, que es a base de crear situaciones muy reales. La verdad es que me siento muy cómoda trabajando así. Y más me vale, porque es cómo me sale”.

Esa forma tan concreta de adueñarse de los personajes se cobra su propia factura. “Lo que yo hago provoca que me llamen para ciertos papeles. Mujeres con fuerza, que mantienen la alegría incluso cuando afrontan la tragedia. No me quejo, yo creo que hay mucho margen ahí, todas son diferentes, pero todas son muy mías. Doy algo mío a mis papeles siempre”.

Anna Castillo, protagonista de ‘La vida era eso’, lleva un vestido de CAROLINA HERRERA. Sombra de ojos Ombre Première Laque Lamé No39 Ivoire y labial Rouge Allure Velvet No74 Low Key. En los pómulos, Joues Contrast Ombre. Todo, CHANEL BEAUTY.
Anna Castillo, protagonista de ‘La vida era eso’, lleva un vestido de CAROLINA HERRERA. Sombra de ojos Ombre Première Laque Lamé No39 Ivoire y labial Rouge Allure Velvet No74 Low Key. En los pómulos, Joues Contrast Ombre. Todo, CHANEL BEAUTY.Yago Castromil

Es verdad que sus personajes tienen tanto en común como cosas que les separan. Es fácil ver las semejanzas entre la decidida adolescente de El olivo, de Iciar Bollaín, con la que ganó el Goya a Actriz Revelación en 2017, y la también echada p’alante Susana de La llamada. Aunque ambas tienen un pasado y unas experiencias distintas, no dejan de ser esa vecina encantadora que siempre saluda en el portal. Sobre todo en La llamada, el proyecto que puso a Javier Ambrossi y Javier Calvo en el mapa. “Los Javis tienen una cosa muy especial, que es crear un universo propio: una combinación de Disney con lo trash. Aquello fue muy especial y todos los implicados nos vimos metidos en una vorágine maravillosa”, recuerda.

Anna Castillo fue miembro del elenco original que convirtió ese musical de bolsillo en un fenómeno teatral y que años después rodó la película basada en aquella obra que ya habían visto casi 500.000 espectadores. “Me he dado cuenta de que a cada cual, dependiendo cuándo la vea, desde dónde la vea y en que punto esté, La llamada le habla de una cosa o de otra. Cuando yo la hice, para mí estaba clarísimo que era una película sobre buscar la felicidad. Una película que habla sobre quererse a uno mismo es muy valiosa aunque a muchos les parezca ligera. A ver, yo sé por propia experiencia que es muy importante para mucha gente: para los actores y el equipo, seguro. Nos marcó. Pero también para muchos espectadores”.

Ha aparecido sola en la entrevista, algo que, con franqueza, cada vez extraña más en un mundo donde los intérpretes están más sobreprotegidos por agentes y jefes de prensa. Aquí, en esta terraza, ha quedado con el equipo de fotografía y se toma con naturalidad cada vez que un mensajero nos interrumpe, porque hemos llegado antes que el resto y nos van dejando alrededor paquetes de ropa o el servicio de comida de la sesión “¿Puedo coger un sándwich?”, pregunta. “Qué pintaza tienen”, exclama ilusionada mientras elige. Anna Castillo es ese tipo de persona que le ve el encanto hasta a un sándwich de avituallamiento.

Anna Castillo posa para ICON con camisa y jersey PACO RABANNE, falda ‘vintage’ y zapatos CAMPERLAB. Piel perfecta con Ultra Le Teint No20 y pómulos acentuados con Baume Essentiel Sculpting de CHANEL BEAUTY.
Anna Castillo posa para ICON con camisa y jersey PACO RABANNE, falda ‘vintage’ y zapatos CAMPERLAB. Piel perfecta con Ultra Le Teint No20 y pómulos acentuados con Baume Essentiel Sculpting de CHANEL BEAUTY.Yago Castromil
Anna Castillo posa para ICON con camisa y jersey PACO RABANNE, falda ‘vintage’ y zapatos CAMPERLAB. Piel perfecta con Ultra Le Teint No20 y pómulos acentuados con Baume Essentiel Sculpting de CHANEL BEAUTY.
Anna Castillo posa para ICON con camisa y jersey PACO RABANNE, falda ‘vintage’ y zapatos CAMPERLAB. Piel perfecta con Ultra Le Teint No20 y pómulos acentuados con Baume Essentiel Sculpting de CHANEL BEAUTY.Yago Castromil

Habla por los codos. No es muy aficionada a las entrevistas, asegura, pero sin embargo le encanta “pasar un rato de charleta”. Cuenta que es así de abierta siempre y lo ilustra con anécdotas. De fuera de los rodajes, como aquella vez que conoció en una fiesta a Estopa, que le encantan, y pasó la noche de risas con uno de ellos, el que no era: “Toda la noche llamándole David y era José. Así soy yo”. También de los platós, como cuando Jaime Rosales le dio hace poco un toquecillo en el plató de Girasoles silvestres. “Él es muy serio, y yo no. Y en un momento me dijo que quizás entre tomas debería estar más tensa”. Pero no se arredró. “Yo le dije que si estoy tensa todo el rato la tensión se me pasa. Me paso de rosca y ya estoy en otro nivel”.

Esa forma expansiva de ser también tiene un lado malo, como descubrió durante el confinamiento. “Ahora cuando lo recuerdo me da bastante ternura. Estaba bien, en mi casa, con mi pareja y mis gatos. Pero soy muy ansiosa y no tener nada que hacer me daba mucha rabia. Me daba la impresión de que se me escapaba la vida y no me daba la gana aprender un idioma o ponerme hacer yoga. Me aburría como una ostra, me causaba mucha frustración, me daba llanto”.

Seguramente también tenga algo que ver con esta sensación el hecho de llevar desde niña trabajando a un ritmo infernal. “Justo antes de la pandemia había decidido parar un par de meses porque se me venían muchas cosas y quería tomarme un respiro. Y cuando iba a reincorporarme, llega esto. Fue como ‘parad ya ¿no? ¡Ya está bien!”.

Asegura no recordar en qué momento decidió ser actriz, “pero porque siempre ha estado ahí. Actuar era desde niña mi vía de escape ante la vida. Era un juego. Recuerdo, siendo enana, decirle a mi madre que quería hacer películas, que yo no quería hacer anuncios. Y ella me preguntaba: ‘¿Pero cómo quién?’, ‘Pues como Julia Roberts”, recuerda mientras se parte de risa. “Después me fui haciendo mayor. Mis padres me ayudaron mucho y entré en esto de una forma natural, como que fue ocurriendo”, explica. Castillo no viene de una familia relacionada con la actuación. Su madre es profesora, su padre, comercial. Pero la apoyaron. Le buscaron una agencia de representación y con 12 años ya estaba en un programa infantil de TV3, Súper Tres.

“Hicieron un grupo musical que daba como bolos y después me llamaron para integrarme en el programa”, explica. Más tarde, se mudaría a Madrid, donde entraría a trabajar en series como Amar es para siempre. “Fue una escuela, trabajé con actores buenísimos y aprendí muchísimo. Es tanto volumen de trabajo que tienes que ser capaz de hacer de todo y a veces sientes un poco la presión. Y los guiones van a tope. Allí lo triste es muy triste y si te enfadas, el enfado es a lo bestia. Fueron dos años muy intensos”.

En el cine, Anna Castillo es también esa chica a la que llaman para ser una secundaria con peso. “Es para lo que cuentan conmigo la mayor parte de las veces. Que es lo lógico, porque hay muchos más papeles de reparto que protagonistas. No tengo problema, muchos son una preciosidad”. Es el caso de La vida era eso. Su personaje es el desencadenante de la acción, la película sería imposible sin ella en la habitación del hospital, pero apenas está 40 minutos en pantalla. A partir de ahí el peso de la historia lo lleva Petra Martínez, una actriz veterana. “Es inagotable, tiene una energía desbordante. Ella montaba sus propias obras de teatro y así estuvo hasta que llegó el cine y la televisión”. En alguna entrevista, Castillo ha soltado la siguiente reflexión: “Petra me pone un espejo delante y me hace pensar que mi generación somos un coñazo, unos quejicas, siempre agobiados por el trabajo y con una ambición a veces mal colocada”. ¿Qué quería decir? “Pues que la veo a ella, que lleva toda la vida trabajando sin darse importancia y eso me parece maravilloso. Para Petra esto se hace por placer y para sentirnos mejor. Si no, es mejor no seguir. A veces creo que en mi generación nos ponemos muy trascendentes”.

Para entender esto no está de más tener en cuenta que a Anna Castillo la han señalado como actriz a seguir desde hace años. “Empezaron a decir eso de que yo era ‘la actriz del momento’ cuando me nominaron para el Goya con El olivo. Antes incluso de ganarlo. Y a mí eso me llenaba de dudas. No lo entendía. Yo veía actrices buenísimas ¿Por qué era mi momento y no el suyo? No sé si diría que estaba agobiada, pero desde luego no me sentía cómoda. Lo que pasa es que me di cuenta de que es de esas cosas que aparecen y desaparecen. Tienes un estreno y durante un mes eres la actriz del momento, y luego dejas de serlo seis meses hasta el siguiente. No pasa nada. En esta profesión todo es relativo”.

La consecuencia es su filosofía para afrontar la vida, basada en la certeza de que ser perfecto todo el tiempo, en todos los aspectos de la vida quizás no sea un objetivo razonable. “Yo no soy de las actrices que se castigan. Soy consciente de que las cosas salen bien, mal y regular. Y hay que asumirlo. Y cuando llego a casa dejo el trabajo y descanso. A ver, si el día ha sido duro, física o emocionalmente, llego reventada, como todo el mundo. Y no es que me desentienda del personaje. A mí me gusta mucho meterme en su vida. Hago un trabajo para intentar entender sus cargas, su pasado, su forma de actuar. Me gusta entender qué lleva encima, qué le ha pasado que no sale en la película. Pero luego llego a casa y ceno, no me llevo sus traumas conmigo”.

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