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Juan Echanove: “Hay un concepto erróneo: que el actor elige. Yo jamás he controlado el itinerario de mi carrera”

Por las mañanas es un inspector en la serie ‘Desaparecidos’, por las tardes un dictador en la obra ‘La fiesta del chivo’. Y el resto del tiempo, cocinero. No está mal para un actor que lleva cuarenta años en la profesión

Juan Echanove posa en el escenario del Teatro Infanta isabel de madrid, donde protagoniza 'La fiesta del Chivo'.
Juan Echanove posa en el escenario del Teatro Infanta isabel de madrid, donde protagoniza 'La fiesta del Chivo'.Sergio R Moreno (GTRES)

Al parecer, la clave de la vida de Juan Echanove es un único concepto: Madrugar. “Hago dos trabajos a la vez porque me levanto pronto”, explica sentado en un trono en el escenario del teatro Infanta Isabel de Madrid, el lugar en el que se representa La fiesta del Chivo. “Por ejemplo, el domingo tenía función en el Teatro Campoamor de Oviedo. El lunes me levanté a las 4.00, cogí mi coche y me fui para Madrid. Así pude estar en el rodaje de Desaparecidos a las 9.00. Para otro sería una condena, pero como a mí me gusta madrugar, yo encantado de hacerlo ¿eh?”.

Así que por las mañanas es el inspector jefe Santiago Abad y por las tardes el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo. Si tuviera que dejar una de las dos, la televisión o el teatro ¿De cuál prescindiría? “De ninguna, yo no puedo elegir. Hay un concepto erróneo: que el actor elige. No, no. Yo en teatro elijo lo que quiero hacer, pero a mí la televisión me elige. Yo nunca en mi vida he sentido que estaba controlando el itinerario de mi carrera. Soy un profesional, vivo de esto. Y como los proyectos de teatro son algo que te puede ocupar, como es el caso, dos años, intento que tengan que ver con mi repertorio. Pero yo no podría dejar Desaparecidos aunque quisiera. Y soy un privilegiado”.

Echanove va a pasar dos años siendo Rafael Leonidas Trujillo, el dictador dominicano, según lo describió Vargas Llosa en su novela La fiesta del Chivo (2000). La obra dirigida por Carlos Saura, se puede ver de nuevo en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, tras dar varias vueltas por España. “Yo no me acerco a él físicamente ni tirando de hemeroteca sino de su forma de hacer las cosas: cómo come, bebe, va en el coche, folla… basándome en la descripción de Vargas Llosa, que es tan precisa que incluso familiares de Trujillo que han visto la función me han dicho: ‘es acojonante, te pareces a él”.

En su caracterización, Echanove ha prescindido incluso del icónico bigotito del dictador. Se trata de parecerse a su fondo. “No me interesa qué tomaba para desayunar, pero sí cómo desayunaba”, ejemplifica. “Y entenderle. Por ejemplo, a él no le corrompe el poder, él es la corrupción. Franco era un dictador, pero no hacía la ostentación que hacía Trujillo, que usaba cualquier motivo para hacer una demostración de poder. Y, sobre todo, para hacer ostentación de la humillación pública a la que sometía a sus allegados, a los que tenía completamente caligulizados. La sociedad de Trujillo era parecida a la de Caligula. Tenía una corte a su alrededor con ministros títeres que se consagraban hasta a sus placeres. Y todo esto mientras masacraba a 30.000 haitianos”.

Trujillo, asesinado en 1961, está enterrado en El Pardo, como Franco. Y aunque su mandato de décadas le convirtió en el paradigma del dictador caribeño, un déspota cruel, populista y grotesco, se llegó a plantear la vuelta de sus restos a su país para que reposaran en el panteón de los héroes nacionales. “El populismo vive de sus buenos momentos”, justifica Echanove. “Lo que se recuerda al final no es la masacre de haitianos sino que durante su mandato la gente comía. Pan y circo es la forma de sostener a una dictadura”.

El actor, que tiene 63 años, es de esa generación que pasó su infancia en el franquismo y que ha vivido los vaivenes de la democracia. “El auge de los populismos es nuestra auténtica pandemia. Si nos dejamos llevar nos encontraremos que arrastran a una sociedad que tiene tendencia a partirse en dos. Es nuestra esencia telúrica. Deberíamos haber demandado de nuestra clase política que tendiera puentes de unión entre las dos sensibilidades. Ahora encontrar un puente es imposible y así no se puede vivir. No sé en qué momento esta sociedad se dará cuenta de que no se puede entender una España sin la otra. Yo no voy a entrar en ese juego, no me pienso situar en una u en otra, no me interesa”.

Michelle Calvó, Juan Echanove, Maxi Iglesias y Amanda Ríos, en la serie 'Desaparecidos'.
Michelle Calvó, Juan Echanove, Maxi Iglesias y Amanda Ríos, en la serie 'Desaparecidos'.

Echanove ha sobrevivido profesionalmente a la pandemia que ha arrasado el sector cultural “Hemos perdido gente que eran puntales de nuestra vida. Y muchos compañeros, técnicos y actores, han visto durante demasiado tiempo suspendida su actividad y yo dudo mucho que puedan regresar. Es tremendo. Los efectos en nuestro oficio no se suelen ver porque nunca tenemos nada tangible. Desde que empezamos a trabajar sabemos que nuestro contrato se acaba y ese día estamos en el paro. Somos trabajadores intermitentes. Algo que ni siquiera está tipificado. La publicación en el BOE del Estatuto del artista, que yo espero que llegue antes de final de año, puede contribuir a que se recupere al menos el 70% de lo que se ha perdido”.

El panorama que cuenta es realmente tremendo. Ha recorrido España actuando en teatros llenos, pero con un 30% de aforo. En aquellos lugares en los que las administraciones han echado una mano, relata, eso es sostenible de momento, pero en el resto la situación es insostenible. “Tenemos que remar todos en la misma dirección, pero si no nos ponemos de acuerdo ni en las vacunas de los futbolistas, cómo lo vamos a hacer en lo demás. El deporte ahora es la contienda política. La política se ha convertido en un reality que nadie quiere ver. Es un mundo grosero, un espectáculo pesado y bochornoso. Y aparte de ser muy peligroso, es un coñazo”.

Él, puntualiza “es un privilegiado”. Pero de todas formas, si se viera obligado a dejar la interpretación tiene clarísima la alternativa. “Sé que trabajaría como cocinero. Me ha costado tanto esfuerzo ser buen cocinero como ser actor. Y como tengo un hijo que lo es y mi mujer también se dedica a la gastronomía, estoy rodeado. Es mi pasión, no un hobby. Durante los meses previos a la pandemia, que tuve unas semanas de parón, me fui a Alicante con mi mujer tres semanas y estuve trabajando en cocinas en BonAmb, dos estrellas Michelín, en una arrocería, la Perla de Javea, y en Tula, una estrella Michelín. Tengo nivel para estar en un equipo de cocina exigente”.

No hay que tirarle de la lengua para que se ponga a describir con detalle recetas de eso que llama “cocina tradicional que es cocina futura”, que dice que es la que más le interesa. Pero él mismo reconoce que es casi ficción que cambie definitivamente de mundo. Lleva en él 40 años, desde que entró en los hogares españoles por la televisión, como Cosme, Pedete Lúcido, en la serie Turno de oficio, con dos viejos amigos ya fallecidos, Juan Luis Galiardo y Antonio Mercero. “A Juan Luis le echo mucho de menos. A Mercero le afectó el alzheimer y cuando me enteré ya no reconocía a nadie. Le debo tanto... Al elegirme me cambió la vida”. ¿Se veía entonces actuando 40 años después? “No lo pensaba, pero ahora que he llegado me noto distinto. Yo empiezo a disfrutar de este trabajo ahora.. Todos los días, 20 minutos antes de que empiece la función, con el telón bajado, me coloco aquí y escucho al público en la sala. Y pienso: ‘¡Qué maravilla, han venido!’. Estoy pasándolo bien y todavía me queda mucha plancha aquí”.

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