“Mis demonios siempre ganan”: cómo el bajista de Weezer predijo su muerte en Twitter
El bajista de Weezer declaró haber tenido un sueño premonitorio con la fecha de su fallecimiento, que se cumplió. Las dudas sobre si fue un suicidio planificado siguen sin despejarse cuando se celebra, también, el 20º aniversario del único pero emblemático álbum de la banda en que participó, el ‘disco verde’.
“Soñé que moría en Chicago el próximo fin de semana (ataque al corazón mientras duermo). Necesito escribir mi testamento hoy”, publicó Mikey Welsh (Siracusa, Nueva York, 1971 - Chicago, 2011), exbajista de la banda de rock alternativo Weezer, el lunes 26 de septiembre de 2011 en su cuenta de Twitter. “Corrijo: el fin de semana siguiente a este”, agregó a continuación. El sábado 8 de octubre, el cuerpo sin vida de Welsh, de 40 años, fue hallado en una habitación de hotel de Chicago, víctima de un ataque al corazón a consecuencia de una sobredosis de heroína.
dreamt i died in chicago next weekend (heart attack in my sleep). need to write my will today.
— Mikey Welsh (@MikeyWelsh71) September 26, 2011
El artista, de cuya muerte se cumple una década, se encontraba en la ciudad para, según declaró él mismo en redes sociales, ver actuar a su antiguo grupo el domingo 9. Se desconoce si estaba previsto que subiese, además, al escenario, como había hecho ese pasado julio en otro concierto en Long Island para interpretar Undone (The Sweater Song). Pero su nombre estuvo, inevitablemente, presente esa noche: “Hoy es un día duro para Weezer y para nuestros seguidores, amigos y familiares. Aunque todos seguimos en shock por la trágica pérdida de Mikey Welsh, dar este concierto es honrarle a él y a su memoria. Tenemos la sensación de que nos estará viendo”, dijo el líder de la banda, Rivers Cuomo, antes de la actuación.
Más que una premonición, finalmente cumplida, sobre su muerte, las especulaciones sobre un suicidio planificado –que nunca se confirmó públicamente– no tardaron en abrirse paso. Welsh, al fin y al cabo, ya había intentado acabar con su vida en 2001 precisamente mediante una sobredosis, justo antes de dejar Weezer e ingresar en un centro psiquiátrico. Sobre aquel episodio, en declaraciones al ya extinto medio Rock Salt Plum, el bajista contó: “Básicamente, haber llevado una vida entera de drogadicción y de no haber sido diagnosticado de trastorno bipolar, estrés postraumático y trastorno de la personalidad límite, al final, me desbordó con 30 años”. En aquella entrevista, el músico hablaba ampliamente del papel que la pintura, a la que se dedicó desde entonces hasta el final de sus días, había desempeñado para ayudarlo a reconducirse. “Es la única manera que conozco de mantener la cordura. Cuando empecé a pintar, aquello me pareció una experiencia curativa, algo puro y bello, justo lo contrario a lo que la música se había vuelto para mí”, explicaba.
El chico nuevo de la banda
El bajista desembarcó en Weezer en 1998, tras la tumultuosa salida de su homólogo predecesor, Matt Sharp, que acabó resolviéndose en los tribunales. Después de alcanzar cuatro años antes un gran éxito pop con su álbum debut, Weezer (a la postre conocido como el disco azul, por los seis álbumes, hasta la fecha, que el grupo ha titulado con su nombre y que se distinguen por el color de las portadas), la banda había sufrido un duro batacazo entre crítica y aficionados debido a su radical segundo trabajo, Pinkerton (1996), oscuro cambio de rumbo que el periodista Jeff Gordinier, de Entertainment Weekly, calificó de “colección de himnos para agorafóbicos”.
El disco recogía parte del trabajo que el cantante y guitarrista, Rivers Cuomo, había desarrollado para una inédita ópera rock basada en Madame Butterfly, de Giacomo Puccini. Tras los comentarios recibidos y la elección de Pinkerton como uno de los tres peores álbumes del año por los lectores de la revista Rolling Stone, Cuomo, expuesto a niveles muy íntimos en las letras, admitió haber escrito en su diario: “No solo el mundo ha dicho que Pinkerton no vale nada, es que el disco azul tampoco. Tuvimos un golpe de suerte. Soy un letrista de mierda”.
El fracaso personal había puesto en entredicho la autoridad creativa del vocalista, que en 1997 levantó un proyecto independiente, Homie, para el que ya había reclutado a Mikey Welsh. Justamente, el bajista también estaba colaborando en el nuevo grupo de otro miembro de Weezer, el baterista Patrick Wilson, llamado The Special Goodness. De este modo, cuando la banda empezó a preparar su regreso, Welsh contaba con sobrada confianza para ser el reemplazo natural de Matt Sharp. Los comentarios en Internet de los seguidores de Weezer y la repentina revalorización de Pinkerton, cuyos temas sobre la inseguridad y la frustración sexual habían hecho que conectara con muchos adolescentes, inyectaron moral a Rivers Cuomo, que decidió que lo que debía hacer, en lugar de cooperar mejor con sus compañeros, era redoblar el control sobre la banda: según la biografía no autorizada Rivers’ Edge (2004), del periodista John D. Luersen, Cuomo advirtió al grupo de que ningún miembro era imprescindible salvo él e incluso, en una ocasión, multó al guitarrista Brian Bell con 2.000 dólares por salir a tocar desafinado en un concierto.
He visto los créditos y no estás en ellos
Dispuesto a recuperar el terreno comercial perdido, el líder de Weezer (que, por su depresión, había pintado las paredes y las ventanas de su casa de negro) se enclaustró con el fin de encontrar la fórmula de la composición pop perfecta. En ese espacio de tiempo, Mikey Welsh le hizo llegar algunas ideas propias para los temas del nuevo disco, si bien los créditos del álbum resultante de aquel proceso hacen sospechar que Cuomo ignoró sus contribuciones: el disco verde, como se conoció al álbum nuevamente titulado Weezer que la banda lanzó en 2001, constó de 10 canciones escritas, oficialmente, en solitario por el cantante. Y logró con creces el objetivo, porque, en el primer fin de semana, marcó récord de ventas para el grupo con 215.000 copias, casi cinco veces las conseguidas en el lanzamiento de Pinkerton.
El disco verde dejó tres de los sencillos más celebrados de Weezer: la controvertida Hash Pipe (un quebradero de cabeza comercial para la discográfica Geffen Records, al estar escrita desde el punto de vista de una prostituta transexual), Photograph y, sobre todo, Island in the Sun, que, con más de 400 millones de reproducciones, a día de hoy sigue siendo la canción del grupo más escuchada en Spotify. Mikey Welsh, sin embargo, solo disfrutó de este éxito parcialmente. La apretada agenda del grupo, en el mayor momento de popularidad que había tenido nunca, y que solo entre el año 2000 y el verano de 2001 superó los 120 conciertos, fue afectando paulatinamente a la salud mental del bajista, hasta, como él relató, derivar en la crisis nerviosa que sufrió previamente al intento de suicidio.
Su ingreso hospitalario hizo que no pudiera, de hecho, aparecer en el videoclip de Island in the Sun, dirigido por Spike Jonze, junto a los otros tres miembros de Weezer. Tras su muerte en 2011, aquella ausencia acabó siendo más elocuente.
“Los últimos discos son malísimos”
Aunque Welsh explicó que los problemas de salud mental habían sido la razón principal de su abandono de la banda, en la entrevista ofrecida a Rock Salt Plum en 2007 también citaba las batallas legales del grupo como otra fuente de estrés. Esas batallas tenían al otro lado al bajista anterior, Matt Sharp, que reclamaba la coautoría de Undone (The sweater song) y de, al menos, nueve cortes de Pinkerton, acreditados solamente a Rivers Cuomo, como ocurría en el disco verde: el exmiembro consideraba que las canciones eran necesariamente producto del trabajo de cuatro personas, no una. Tiempo después, sin embargo, en una entrevista concedida a la actualmente inexistente web Chart Attack, Sharp bromeó a propósito del férreo control de Cuomo sobre Weezer: “Mucha gente me dice que los últimos discos son malísimos y que si hubiera estado yo en ellos serían mejores. No los he escuchado, pero no tengo dudas de que, conmigo en el bajo, seguirían siendo igual de malos”.
Tras el disco verde, la trayectoria de Weezer a nivel artístico ha sido desigual. La disparidad de opiniones que la evolución del grupo provocó y sigue provocando entre sus acólitos fue, hace dos años, motivo de una parodia de Saturday Night Live, en la que unos vecinos disfrutan de una cena pacífica hasta que la banda californiana entra en la conversación y dos de los comensales, interpretados por Matt Damon y Leslie Jones, casi llegan a las manos: el amor puro, el odio máximo y la plena indiferencia parecen ser ya las tres únicas reacciones posibles a su nueva música. Mikey Sharp fue sustituido tras el verano de 2001 por Scott Shriner, que aún continúa en la banda y ha publicado con ella 13 álbumes de estudio, los dos últimos (OK Human y Van Weezer) editados este mismo año.
A 20 años del disco verde y 10 de la muerte de Mikey Welsh, también resulta interesante pensar, comparativamente, en cómo se retroalimentaron las complejas sensibilidades del fallecido bajista y Rivers Cuomo. El cantante dejó sus estudios en Harvard a consecuencia de la depresión por la mala acogida de Pinkerton, y en 2004 envió una carta pidiendo su readmisión bajo el título Lo que he estado haciendo desde que dejé la universidad, donde contaba: “Decidí no volver a clase en otoño de 1997 porque quería curarme de romanticismo, que era a lo que yo culpaba de mi fracaso. (...) Mi objetivo era purgarme de todas mis debilidades para poder hacer canciones perfectas con la seguridad de una máquina”.
Al final, concluía que la meditación le había llevado a descubrir que las debilidades podían ser, en realidad, algo inspirador. Y añadía (por extraño que pueda resultar esto en una carta de motivación académica) el anuncio de su intención de comenzar un celibato indefinido, que acabó durando dos años. Welsh, por su parte, confesaba en una de las pocas entrevistas que concedió tras su marcha de Weezer y su dedicación a la pintura a tiempo completo: “No soy capaz de reemplazar a mis demonios por nada. Es imposible. Puedo esconderlos unas horas al día, pero siempre ganan. Soy un accidente con patas. Pero cuando estoy pintando, todo tiene sentido para mí”.
El tuit en el que escribió sobre su propia muerte sigue en su perfil, reavivado habitualmente por seguidores de la banda que lo reivindican con añoranza o curiosos que quieren saber más sobre el músico que pareció predecir el lugar y momento de su fallecimiento. Más allá de unas cuantas teorías desnortadas que incluyen a los Illuminati, de Welsh sobreviven su música, su esposa Danielle, su hijo Jack y, respecto a ese mensaje en las redes sociales, solamente el misterio.
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