Cómo Ryan Reynolds dio con su mejor versión riéndose de sus fracasos
El actor, que la pifió con ‘Linterna verde’ y triunfó con ‘Deadpool’, se ha convertido en la estrella más relajada de Hollywood y está a la espera de que la pandemia permita el estreno de ‘Free Guy’, su última película
A Ryan Reynolds le gusta reírse de sí mismo. No es habitual en Hollywood, donde las estrellas parecen estar protegidas por un corsé del que nadie debe salirse. A él le da igual: “¿Linterna verde? No me suena”, responde, antes de carcajearse, el protagonista de aquel monumental fracaso pero también de Deadpool, Buried o el último Fast & Furious. El canadiense (Vancouver, 1976), recibe a Icon en su casa a través de la pantalla de un ordenador (“no sé si esta manera de hacer las cosas habrá llegado para quedarse, pero por el momento es lo que hay”) para hablar de su última película, Free guy, una de esas superproducciones que, en tiempos de paz y salud global, se habría estrenado en diez mil cines y aspirado a superar los mil millones en cualquier divisa. En plena pandemia se conforma con esperar su momento para asaltar los cines que queden en pie en el planeta.
El argumento ya da pistas de por dónde van a ir los tiros: un tipo descubre que en realidad está viviendo en un gigantesco videojuego. “La primera vez que leí el guion me pareció provocador, maravilloso. Eso de ser un secundario, un personaje de paso en un mundo que es en realidad un videojuego”, dice Ryan, al que acompaña un reparto de lujo encabezado por una de las actrices más reclamadas del mundo: Jodie Comer, la protagonista de la icónica serie de televisión, Killing Eve.
Reynolds arrancó su carrera en Canadá, en pequeñas producciones televisivas, películas adecuadas para un domingo tarde en casa o series de poca monta (con notables excepciones como Expediente X). Su gran oportunidad llegó con Definitivamente, quizás en 2008. Y no la desaprovechó: “Mira, si me preguntas qué he aprendido en todos estos años, desde que empecé, te diría que lo que considero que es más valioso se resume en dos cosas: la primera es que nunca infravalores el valor de un apretón de manos. Es tu palabra en Hollywood. Nunca lo olvides. La segunda es que todo en un rodaje consiste en solucionar problemas. Uno tras otro. Cuando entiendes eso y pones todo al servicio de tu equipo es mucho más fácil que funcione. Sigo creyendo que ambas cosas son imprescindibles para que las cosas salgan bien”.
Reynolds llega a Free guy con potentes credenciales profesionales. Ya no solo actúa, sino que produce y escribe (“odio escribir. Es decir, me gusta cuando estoy ya haciéndolo, pero odio empezar. No hay nada peor”), a los mandos de una trayectoria en la que cada vez es capaz de afinar con más puntería lo que busca en un papel. “Lo que me gusta de Guy es que no hay nadie tan simple como él cuando empieza la película. Un tipo que vive sumido en el bucle de su propia rutina. Pero cuando conoce al personaje de Jodie la cosa empieza a cambiar. Y lo que viene después es bastante alucinante, empezamos a añadirle capas. Creo que es irresistible poder interpretar a alguien así”.
Tras su matrimonio con Scarlett Johansson, que duró tres años, Reynolds empezó a salir con Blake Lively. Desde entonces, el actor parece haber dado con la mejor versión de sí mismo, incluido lo de reírse de sus meteduras de pata. Su humor sin piedad hacía su propia persona se ha convertido en la marca de la casa y –por supuesto– Reynolds lo abraza sin complejos: “Honestamente, a mí me parece un espacio en blanco muy interesante. Habitualmente, no ves a mucha gente en el mundo del marketing tratando de iluminar sus pifias [risas]. Las carreras tienen subidas y bajadas, aciertos y errores, pero normalmente no ves a intérpretes hablando de sus películas que no funcionan, aunque lo sepan. La gente te dice: ‘Mola, mola’. Así que me río de mi mismo, y de mis errores. No me río de los demás: me río de mí. Y me encanta hacerlo”.
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