Greta Thunberg, Rosalía o los hermanos Roca se quedan de cera en Barcelona
El museo de cera de la ciudad condal abrió sus puertas el pasado 4 de diciembre tras una inversión de seis millones de euros y 80 nuevas figuras, algunas tremendamente conseguidas; otras, no tanto
Este siglo XXI, como todos los que vinieron antes que él, ha convertido en obsoletas infinidad de cosas que resultaban casi imprescindibles hace un puñado de años. Pero este siglo es distinto a los demás en que, siguiendo una tendencia que ya se apuntaba a finales del anterior, a lo obsoleto se le puede dar un nuevo significado valiéndose de esas armas tan poderosas, universales y rentables que son la ironía y la nostalgia. Se ha hecho con los parques de atracciones. Va a ser más difícil con los zoos y los circos –el Circo del Sol no cuenta, eso es otra cosa–, eso sí. Menos complicado a nivel cultural se antoja revivir los museos de cera. Después de todo, hay un elemento irónico y sentimental en su propia naturaleza. Así, entendiendo que el museo de cera es algo a lo que aún le quedan tantas vidas como figuras nuevas se puedan ir añadiendo o retirando.
Barcelona ha remozado el suyo. Situado en un palacete de 1867 que albergó la sede del Banco de Barcelona, en la Rambla de Santa Mònica, el espacio lleva en funcionamiento desde 1973. El museo ha pasado por varias fases de reforma hasta que el pasado mes de febrero un nuevo equipo se hizo cargo. La decisión de actualizarlo era firme. La pandemia lo fue más. Finalmente, el 4 de diciembre, el espacio abrió sus puertas. Una inversión de seis millones de euros, 80 nuevas figuras y elementos en el ámbito de la experiencia. Están Greta Thunberg, Rosalía o los hermanos Roca. Algunas figuras, tremendamente conseguidas; otras, no tanto.
A veces parece que esto se hace a propósito para fomentar el debate entre los asistentes, ¿Cómo puede ser que Picasso se parezca tanto y esté tan logrado y en cambio Obama no? ¿De verdad te gustó Dalí? Además de atraer a esa estirpe de visitante festivo, el espacio aspira a algo nuevo, fruto de todo lo que ha sucedido este año con la covid-19. Así, el Museo de Cera de Barcelona quisiera ser la punta de lanza de esas nuevas Ramblas que deben surgir una vez pase todo esto. Un lugar para los ciudadanos –el museo está comprometido con la ciudad y su historia-, para las familias, un espacio de paseo y encuentro como fue antaño. Sería realmente irónico que lo que vaya a ser el disparador de unas Ramblas nuevas sea un museo de cera.
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