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Zerocalcare, dibujante: “No hago periodismo, no soy imparcial. Defiendo una causa porque creo que es justa”

El autor italiano, uno de autores de cómic más importantes de la actualidad, publica ‘Será todo para mí’ mientras espera el estreno de su tercera serie en Netflix. Nos habla de política, compromiso y reconciliarse con el padre

Raúl Novoa

“El trabajo es la única cosa que me ha permitido encontrar un lugar en el mundo y pensar que podía ser útil en algo”, dice al otro lado de la pantalla Michele Rech (Arezzo, 42 años). Es el creador de Zerocalcare, su alter ego en uno de los cómics más exitosos del mundo, que le han llevado a ganar el premio Feltrinelli o adaptar su obra a una serie de Netflix, que tiene ya dos temporadas. Sin embargo, se encuentra en un momento extraño: no sabe si está trabajando o de excedencia.

“Viajo menos, hago menos entrevistas y he adoptado un perro. Intento bajar la marcha”. ¿Le sirve esa pausa para estar más relajado? “No”, ríe desde su habitación, y se hace un silencio incómodo. El exitoso escritor y dibujante criado en Roma siempre ha tendido a ser autobiográfico, pero ahora ha dado un paso más hacia la intimidad. Acaba de publicar en castellano Será todo para mí (Reservoir Books), una obra con la huella de la película Aftersun: el melancólico retrato de unas vacaciones entre un padre joven y su hija protagonizado por Paul Mescal en 2022.

La comunicación entre Zerocalcare y su padre, del que evita dar su identidad e incluso lo dibuja como un ganso, siempre ha sido complicada: son incapaces de desahogarse el uno con el otro o de profundizar en sus sentimientos. El protagonista decide que un viaje al pueblo natal de su progenitor, en Dolomitas, puede ser una buena forma de mejorarla. A través de un análisis de sus traumas generacionales identifica la complejidad e impermeabilidad de las relaciones entre padres e hijos. “El comportamiento de mi padre fue justo como lo describí en el libro. Es como si fuese un documental”, ríe.

La expresión de las emociones en los hombres, la vulnerabilidad o la construcción del concepto de masculinidad es algo a lo que Rech ha atendido durante toda su obra, pero ahora lo pone en el microscopio. “Pienso muchísimo en ello. Ahora hay más referentes de masculinidad que cuando era niño, pero hay que seguir avanzando. Es como si hablar de lo que nos remueve por dentro fuese lo peor que nos puede pasar. No es así”.

¿Y qué soluciones da? “Veo límites, incluso en mí mismo, pero todo nace de reflexionar sobre ello, hacernos preguntas y descubrir nuestra forma de ser”. Otro tema que le enfada por dentro es el del auge de las ideas de defensa de la masculinidad clásica. “¡Hay que combatirlos!”, dice apretando los puños, pero rápido, añade: “Eso también puede ser machista”. Y se ríe.

Su obra también es política: ha relatado sus viajes a Kurdistán o la supervivencia del pueblo ezidí ante el genocidio del ISIS. Aunque existe la creencia popular de que meterse en política hará a un artista perder seguidores, esto no le sucede a Rech: sus obras, que parecen un reportaje a fondo, le han ganado millones de lectores por todo el mundo. ¿Es periodismo? “No, no soy imparcial. Cojo una causa y la defiendo porque creo que es justa. Eso lo aleja del periodismo. Pero sí que me gusta ser fiel a la verdad y contar los puntos contradictorios de una historia”, responde. Otra característica es su equilibrio narrativo entre el drama, el humor y la ironía. “El contraste entre lo gracioso y lo dramático intensifica el impacto de ambos, ya sea amplificando el drama o liberándolo con humor”.

¿Debe un artista posicionarse? “Tiene la responsabilidad de influir en el imaginario colectivo e inspirar a otros a imaginar nuevas formas de vivir”. Para Rech es importante que la gente dentro del circuito del mainstream rompa con el discurso dominante: “En los noventa había grupos muy conocidos hablando de romper las fronteras. Los neonazis ya hablaban de reforzarlas. Si los artistas dejan de apostar por un horizonte utópico, los nazis seguirán haciendo de nazis y quien esté en el centro político irá hacia la derecha. Más artistas deben tomar partido”. Pero tampoco cree en los mesías políticos. “Debemos centrarnos en tomar la iniciativa y no delegar responsabilidad política a famosos. Así, esas ideas llegarán a las personas influyentes”.

Otra característica es su equilibrio narrativo entre el drama, el humor y la ironía. “El contraste entre lo gracioso y lo dramático intensifica el impacto de ambos, ya sea amplificando el drama o liberándolo con humo”, dice. Como en varios momentos a lo largo de la entrevista, Rech vuelve a su crisis personal. Al síndrome del impostor le agrega sentimientos de inseguridad y soledad. “No encuentro una pertenencia a un movimiento colectivo y esa identificación siempre me dio una cobertura al respecto a lo que hago”, confiesa. ¿Y cómo le afecta? “Pienso en para qué sirve todo lo que hago”. “Quiero encontrar un motivo en la vida real para arreglarlo. Lo primero es enseñarle a este [sube a su perro sobre sus rodillas] a no pelearse en el parque”. Antes de colgar desvela que en 2026 saldrá su tercera serie en Netflix. Casi nada.

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Sobre la firma

Raúl Novoa
Periodista gallego que colabora en ICON, EL PAÍS SEMANAL, EL PAÍS Audio, EL PAÍS Gastro, El Comidista y Proyecto Tendencias. Escribe también para Euronews, Tapas, CAP 74024, El Salto y elDiario.es, donde trabajó dos años. Autor de 'Radiografía del Lobby del Mercado Eléctrico' con el Corporate Europe Observatory y ganador del premio VI Nacho Mirás.
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