¿Por qué de un mal padre sale una comedia y de una mala madre un melodrama?
Las exitosas sagas ‘Padre no hay más que uno’ o ‘A todo tren’ han convertido en subgénero de padre con desapego en una fórmula rentable. Borja Cobeaga se apunta con su propuesta ‘Los aitas’, pero con la intención de darle la vuelta al tópico

Se abre el telón y aparece un padre de familia español obligado por las circunstancias a cuidar de sus hijos en ausencia de su mujer. ¿Cómo se llama la película? Una posible respuesta podría ser: “¿Cuál de todas ellas?”.
Se estrenan muchas películas sobre “padres superados por las circunstancias”. Una multiplicación respaldada por el público con sucesivos taquillazos. El éxito de la saga Padre no hay más que uno, y otras hibridaciones del multiverso familiar de Santiago Segura, como Vacaciones de verano o A todo tren –la uno y la dos–, abundan en este modelo. También –desde un flanco menos abiertamente cómico, y más ternurista– la reciente Wolfgang, convertida ya en el estreno del cine catalán más taquillero del siglo XXI, sobre un padre que debe hacerse cargo de su hijo con trastorno del espectro autista tras la muerte de la madre. Ahora la llegada a cines, este viernes, de Los aitas, la nueva comedia de Borja Cobeaga, parece confirmar la buena salud del arquetipo.
El eslogan de Los aitas, “padre ochentero, implicación cero”, resume el espíritu de esta feel-good movie acerca de un grupo de padres zarandeados por las incertidumbres de la reconversión industrial que, a regañadientes, y ante la indisposición repentina de sus mujeres, deben acompañar a sus hijas a un viaje a Berlín para que participen en un campeonato de gimnasia rítmica. A priori –y el marketing de la película, desde el tráiler a la cartelería, hace hincapié en ello–, se trata de una nueva vuelta de tuerca al cliché del padre inútil. Sin embargo, Cobeaga apuesta por llevar el molde a su terreno, el de la comedia gris con trasfondo humanista, en la línea de trabajos anteriores como Negociador. ¿Por qué un cineasta como él, tan interesado en elaborar una poética propia como director de comedias –se ha definido a sí mismo como “artesano de lo pocho” en el humor– quería probar suerte con el juguete del padre desastre, el padre Homer, el padre cavernícola?

Borja Cobeaga explica a ICON que, en realidad, su implicación en Los aitas nació, en principio, como un encargo de guion a cuenta de la productora, Valérie Delpierre, quien tras su experiencia en dramas como Estiu 1993 o 20.000 especies de abejas quería afrontar un trabajo sobre la paternidad desde una vocación más cómica y popular. “Valérie vino con la idea de unos padres que llevan a sus hijas a un campeonato de gimnasia. Yo dije que sí, en principio, porque nunca había escrito sobre paternidad y había sido padre hacía relativamente poco, pero enseguida empecé a darme cabezazos contra la pared porque decía: ‘Joder, es que no quiero hacer otra película de padre desastre, no puede ser que de repente me vea metido en este género. Hasta que mi cabeza hizo clic”, cuenta el director. El truco que encontró para adaptar el material a sus intereses fue situar la acción en la Euskadi de los ochenta, estableciendo un diálogo con el modelo de paternidad que vivió él cuando tenía la edad de las niñas de la película. “No es que yo quisiese explorar el género, es que fue un encargo en el que empecé a trabajar como guionista, y en el que solo cuando empecé a llevarla a mi terreno, a ese tipo de comedia más melancólica, se convirtió en algo más personal”, explica.
“Cuando empecé a escribir ‘Padre no hay más que uno’ pensé que esta realidad ya no estaba tan presente. Yo no quería escribir un tópico. Pero empecé a entrevistar a las madres de mi entorno, desde mis amigas a mis primas, y todas me refrendaban esos clichés. A mí misma me llamó la atención que ese estereotipo siguiera tan vigente”Marta González de Vega, guionista
El arquetipo del padre inútil como una cosa hilarante –un hombre tiene hijos y cuando le toca responsabilizarse de los cuidados más básicos el caos y la comedia se desatan– no es nuevo, claro. Toda la saga de comedias Cariño, he encogido a los niños (1989) parte de la premisa de que cosas extraordinarias pasarán si dejas a un hombre con sus hijos sin supervisión femenina. Y qué decir de películas como Tres solteros y un biberón (1985), cuyo título ya anticipa que la suma de lactancia y masculinidad tiene como resultado una sala abarrotada de público riendo a carcajadas. Los aitas parte de una plantilla conocida para luego ir saboteando algunos de sus tópicos, en un intento de Cobeaga y su coguionista, Valentina Viso, por refrescar su material de partida con un punto de ebullición creativa más desafiante.
Aquí los padres son un poco de aquella manera, cierto, pero no es un modelo de masculinidad –risible y grotesca– que se contraste con un modelo de maternidad –seria y responsable– perfectamente opuesto y prototípico. De hecho, el detonante de la trama es que los padres deben hacerse cargo de las niñas porque las madres están sumergidas en una resaca atómica. “En la literatura, hay cada vez más novelas que hablan de la madre desapegada. En el cine vamos con retraso; no hemos superado lo que yo llamo el serranismo, por Los Serrano. Eso de que las mujeres son sensatas, con la cabeza muy bien puesta, y los hombres una calamidad”, lamenta Cobeaga. “No hemos evolucionado demasiado de ese modelo, y es algo que no me gusta. De ahí que en mi peli las primeras que meten la pata son ellas. Pero sí que es verdad que, si uno ve cualquier película española de los últimos años que tenga que ver con paternidad, la maternidad y la familia, se ha perpetuado este arquetipo del padre patoso, porque creo que es la fórmula más comúnmente aceptada. Hay comodidad con eso todavía. Quizás mostrar a una madre desastre todavía genera un poco más de incomodidad. Como si dijéramos: ‘Uy, dónde te estás metiendo’, dejándonos llevar por una especie de falso feminismo aliado absurdo, porque esto no se trata de sacralizar a las madres perfectas, precisamente”.

¿Por qué nos hace gracia que los hombres sean irresponsables con sus familias mientras que invertir la fórmula hacia el lado femenino nos lleva directamente al lado del drama, cuando no del terror? Se da la casualidad de que Valentina Viso, coguionista de Los Aitas, es también una de las firmantes del libreto de Salve María, la película de Mar Coll que triunfó por sorpresa en Los Feroz y afrontaba desde el thriller psicológico las dudas de una madre primeriza, una torturada Laura Weissmahr que acababa abandonada a fantasear con el infanticidio. “Si quieres que te diga la verdad, no había pensado en eso”, responde Valentina Viso a la pregunta sobre esta dialéctica entre comedia y tragedia atravesada por el género. “La formulación de la película como tal es lo que te lleva a tratarla desde un lado o el otro. En el caso de Salve María, si cogiéramos a ese personaje y lo definiéramos como una madre desastre, la propia definición nos llevaría hacia el humor. Y yo no descarto que esa película fuera posible. De hecho, a lo largo de la escritura con Mar siempre quisimos que el humor tuviera presencia. Y lo hay, a través del personaje de Giannina Fruttero. Su personaje no cuadra con lo que entenderíamos por una madre sacrosanta y está definido por el humor negro. Pero es verdad que Salve María trata temas que van más allá de ese arquetipo, porque habla de salud mental, por lo que el tono, obligatoriamente, es diferente. El padre desastre, como arquetipo, no está inscrito dentro de la salud mental. Pero en Salve María hablamos de lo contrario, porque la protagonista no quiere ser un desastre y de ahí viene su conflicto”.
Valentina Viso, que también forma parte del equipo de guión de Wolfgang, admite que es más común encontrar cómico al personaje masculino que se encuentra en una situación familiar en la que no va a saber administrarse. “Hay toda una tradición de la comedia que saca partido del pez fuera del agua, el personaje que, por ejemplo, no sabe de matemáticas pero de pronto se pone a dirigir una empresa, y nos hace gracia porque lo hace mal. En el caso de los padres, es todo más complicado porque esos personajes lo hacen mal con sus propios hijos, cuando en realidad se trata de su responsabilidad, y solo se pueden dar el lujo de ser desastres porque supuestamente hay una madre obligada a hacerlo bien cubriendo ese hueco. Creo que el primer impulso a la hora de abordar la escritura en estos casos parte de darle continuidad a una tradición no cuestionada y de no hacerte las preguntas necesarias para darle la vuelta”.
“En el caso de los padres, es todo más complicado porque esos personajes lo hacen mal con sus propios hijos, cuando en realidad se trata de su responsabilidad, y solo se pueden dar el lujo de ser desastres porque supuestamente hay una madre obligada a hacerlo bien cubriendo ese hueco”Valentina Viso, guionista
La guionista Marta González de Vega, coautora de varias de las producciones de la factoría familiar de Santiago Segura –Padre no hay más que uno, Vacaciones de verano, A todo tren…– revindica que estas comedias no blanquean al prototipo del padre irresponsable, sino que lo critican. “La comedia nunca dulcifica, la buena comedia lo que hace es mostrar una realidad para criticarla y hacerla evolucionar. El que piense que Padre no hay más que uno blanquea esa figura, se equivoca. Lo que hace es cuestionarla. De hecho, a partir de la primera entrega, ese padre cambia y se convierte en alguien volcado en la crianza de sus hijos, con sus errores, como todos”.
La guionista defiende, además, que su trabajo bebe de la sociedad. “Cuando empecé a escribir Padre no hay más que uno pensé que esta realidad ya no estaba tan presente. Yo no quería escribir un tópico. Pero empecé a entrevistar a las madres de mi entorno, desde mis amigas a mis primas, y todas me refrendaban esos clichés. A mí misma me llamó la atención que ese estereotipo siguiera tan vigente. Padre no hay más que uno ha funcionado tanto porque las familias que van a ver las películas se ven reflejadas en las cosas de las que hablamos”. González de Vega disputa la idea de que sus películas simpaticen con actitudes machistas simplemente por representarlas. “En Padre no hay más que uno el personaje de Toni Acosta llama cuñado a su marido y el público se ríe de eso, porque efectivamente es un cuñado. La comedia necesita el conflicto. El conflicto se genera cuando el personaje que tiene razón le da los argumentos al otro que está equivocado y tú presencias eso, no de que haya dos personajes perfectos en escena. El guionista no puede permitirse que todos los personajes sean políticamente correctos, porque si no hay uno equivocado, no hay conflicto y no hay ficción”.
Aunque Padre no hay más que uno se ha convertido ya en una franquicia propia, la película original es un remake de una comedia argentina cuyo descriptivo título es Mamá se fue de viaje, que también dio lugar a una versión mexicana. Lo cierto es que los remakes se han convertido en uno de los principales recursos del cine español para sacar adelante proyectos. “Las películas de Santiago Segura están hechas con mucha convicción, y yo veo los efectos en mi hijo, que está completamente enganchado”, concede Borja Cobeaga, “pero es una pena que en España nos hayamos abonado a los remakes y nos hayamos dejado por el camino toda una tradición de comedia popular e inteligente. No sé, yo no me metí en esto del cine para hacer remakes. Nos estamos cargando una tradición cómica muy bestia, copiando películas de México, de Italia y de Francia”.
La responsabilidad, a juicio del realizador vasco, la tienen las televisiones –responsables de cofinanciar la gran mayoría de películas del circuito comercial– y los productores, adictos a la mina de oro del éxito vecino. “Estamos dando la espalda a una generación entera que ahora se dedicará a hacer otros géneros, porque levantar una comedia con guion original es muy complicado, nadie quiere arriesgarse”. La otra alternativa es seguir su misma ruta con Los Aitas: coger un encargo partiendo de una silueta a priori comercial y rellenarla con colores íntimos, aunque por el camino haya que seguir tirando de estereotipos para financiarlo. Se abre el telón y aparece un guionista tratando de encajar una obsesión personal dentro del molde de un hit de su tiempo, sea el film noir de los cuarenta, las buddy movies de los ochenta, las aventuras de superhéroes de la era Marvel, los remakes del último taquillazo sobre enfrentamientos territoriales en Francia o las comedias de padres desastre. Se cierra el telón. ¿Cómo se llama la película? Historia del cine, ni más ni menos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.