De la finasterida al Invisalign: el (prohibitivo) cóctel estético que hace sexy a un hombre hoy
Pastillas para evitar la caída de cabello, cremas que rejuvenecen, ortodoncias que alinean los dientes y tratamientos que los blanquean. Somos cuerpos vigilados e intervenidos para ganar en atractivo y juventud y, según los expertos, la tendencia no ha hecho más que empezar
El neceser de muchos hombres se parece cada vez al pastillero de un enfermo crónico. La norma estética masculina –pelo sano, fuerte y abundante, músculos tonificados y con volumen, mandíbula bien definida, dientes alineados y blanquísimos, piel lisa y brillante– requiere intervenciones farmacológicas y médicas más o menos radicales que estimulen el metabolismo y la función celular. Dopados e intervenidos para evitar vegetar en el sofá, que es lo que realmente pide el cuerpo tras ser, además de estéticamente normativos, sujetos optimizados y productivos, energéticos, sanos y felices.
Aquello de fomentar la belleza interior se ha convertido, literalmente, en un culto a la célula, a la hormona, a la oxigenación de los tejidos, a la insulina y a la glucosa. Una terminología biológica dura, con más prestigio que la lírica de la cosmética pero que busca exactamente lo mismo: un canon estético homogéneo, con códigos muy específicos que por razones naturales y genéticas es imposible replicar sin ayudarse de un variado arsenal terapéutico de moléculas que requieren receta médica, disciplina de dosis y horarios, y con unos efectos secundarios que generan cierta neurosis e hipervigilancia sobre nuestros signos vitales.
Los beneficios se suponen que van, como la procesión, por dentro. Cambios a nivel celular y metabólico que, presuntamente, se notarán en el vigor del bulbo piloso, en el brillo de la piel y hasta en los decibelios de los ronquidos.
“Todos los hombres a mi alrededor están tomando finasterida [la caja de 99 pastillas ronda los 60 euros], y yo estoy a punto de empezar”, confiesa Ángel L., que acaba de descubrirse el cuero cabelludo a través de un claro de su tupé. El hallazgo ha desatado un estado de alerta máxima y un tráfico acelerado de whatsapps entre los amigos más cercanos. La lucha contra la alopecia es una cuestión de dignidad nacional. Según el mapa de la calvicie de 2024 elaborado por World Population Review, España es el segundo país del mundo con más calvos, el primero es la República Checa.
La finasterida, una píldora pequeña naranja, se aprobó en 1992 para tratar la hiperplasia (engrosamiento) de la próstata, pero los investigadores observaron un inesperado efecto secundario en los pacientes: recuperaban gran parte del cabello perdido. Cinco años después, en 1997, fue aprobada la indicación para tratar la alopecia androgenética.
En 2020 la finasterida ocupó el puesto 90 de los medicamentos más vendidos en Estados Unidos, lo que supuso más de ocho millones de recetas; en Reino Unido entre 2021 y 2022 las prescripciones médicas de este fármaco aumentaron un 87%, y los datos de Google muestran que las búsquedas de este medicamento se han mantenido al alza consistentemente desde 2004 y, por lo que sea, alcanzaron su pico máximo en marzo de 2023. Probablemente usted conoce a mucha gente que lo toma, otra cosa es que lo cuenten. Porque igual que se presume de injerto capilar, la pasión por la finasterida se lleva en silencio. Digamos que es el último recurso antes de tirar la toalla y comprar un billete a Turquía o pedir cita en la clínica de Cristiano Ronaldo.
Los sueros de proteínas, aminoácidos y biotina que se administran en una clínica a partir de los 200 euros dependiendo de las mezclas y obligan a estar allí una hora atado a un gotero también prometen mejorar el grosor y la abundancia del cabello. En la consulta del doctor David Sampayo, experto en salud capilar, muchos hombres teletrabajan conectados a sus sueros de vitamina C, magnesio, zinc y biotina.
La otra zona que les ocupa es la mandíbula y el cuello. El blanco a batir, la papada y la flacidez. Masculinización es el nombre del tratamiento para recuperar los ángulos y las líneas rectas de la cara y parte de los 300 euros. “Consiste en infiltrar rellenos en el tercio medio e inferior de la cara (pómulos, mentón y mandíbula), para conseguir un rostro cuadrado y anguloso”, explica el dermatólogo Juanma Revelles. “El pómulo y la mandíbula bien definidos son rasgos que se perciben como masculinos. Con el paso del tiempo el ligamento retenedor pierde fuerza y deja caer las capas de grasa, una capa empuja a la siguiente. Las reposicionamos en diferentes puntos estratégicos para que la cara siga manteniendo sus volúmenes”, cuenta el doctor Sampayo.
Foros como looksmaxxing marcan el canon con unos códigos encriptados donde dominan las siglas en inglés y que sirven para determinar la nueva proporción aurea del rostro masculino perfecto: IPD es la distancia interpupilar (la separación entre las pupilas); la inclinación cantal es el ángulo de los ojos y mewing (maullar) es un ejercicio que se hace con la lengua para tonificar los músculos que rodean la mandíbula. El objetivo final es mejorar el SMV (valor en el mercado sexual).
Las fundas transparentes de Invisalign o cualquiera de sus versiones también ocupan sitio en el neceser masculino. Ya no se trata de corregir imperfecciones, dientes movidos o malas mordidas. Hay gente que en apariencia tiene una dentadura alineada pero la quiere perfecta, así que la meten en fundas transparentes durante 22 horas diarias para conseguir una sonrisa previamente diseñada en 3D. Oscila entre los 4.000 y 6.000 euros. Y habrá notado que la ortodoncia invisible es transversal, puede ver a un miembro de la generación alfa y a un boomer con sus fundas transparentes diseñadas por una empresa en California. Una vez que la sonrisa está alineada queda el tema del Pantone que ya hemos tratado en ICON. El canon estético impone el blanco wáter, un tono que no existe en la gama natural de coloración de los dientes. La sonrisa también está intervenida. El precio es, aproximadamente, de 350 euros por blanqueamiento.
Si está bien informado le sonará la metformina, un tratamiento clásico para controlar la glucosa que ha mutado en prometedora terapia antiedad desde que en 2014 un ensayo clínico mostrara que los pacientes con diabetes tipo 2 que tomaban este fármaco tenían una esperanza de vida un 38% superior que aquellos que tomaban otros fármacos antidiabéticos, y un 15% superior a la población general. Desde entonces se han disparado las investigaciones para determinar si la metformina es o no la bala de plata de la longevidad.
“Todos los médicos expertos en medicina antiageing están tomando metformina”, me confesó un médico especialista en Medina Interna que prefiere no identificarse pero que trabaja en un gran resort dedicado a la medicina regenerativa y la longevidad. Algunos estudios muestran que la metformina activa la producción de sirtuinas, unas proteínas que consiguen disminuir el estrés oxidativo de las células y favorecen la reparación del ADN.
Las inyecciones semanales de Ozempic, (entre 125 y 175 euros el tratamiento mensual si no está recetado por la Seguridad Social), Wegovy (128 el tratamiento mensual) y Mounjaro (más de 270) son, para quien se lo pueda permitir, la gran inversión para perder kilos. En ensayos clínicos con humanos han demostrado reducir hasta un 15% del peso corporal en personas con sobrepeso. Y la creatina, (con riesgo real de fallo renal en algunos casos), el secreto a voces de los que quieren construir masa muscular y optimizar su rendimiento en el gimnasio. Los amantes de los burpees, el crossfit y la filosofía estoica.
Hay resistencia por todas partes a dejar que la naturaleza siga su curso o a resignarse a envejecer según los mandatos de la genética de cada familia. Si mi padre se quedó calvo a los 45, tal vez yo pueda correr mejor suerte. “Antes la gente quería envejecer con dignidad, ahora directamente no quieren envejecer”, constata el Dr. Sampayo. Se trata de hackear a los genes y al destino con la química y la tecnología.
Uno de proyectos más extremos de intervención para revertir la edad biológica y conseguir un canon estético muy específico es el de Robert Nielsen (60 años), principal inversor de Altos Labs, empresa biotecnológica que investiga en sus carnes cómo resetear las células mediante la reprogramación epigenética, un experimento que solo ha sido probado en ratones en un conocido experimento realizado en 2006 por el Premio Nobel de Medicina Shinya Yamanaka. Para conseguirlo Nielsen toma a diario una docena de pastillas, entre ellas rapamicina (un conocido antitumoral), metformina y taurina (un nutriente natural cuya producción decae con los años). Dos veces al año se hace una resonancia magnética de cuerpo entero. Visita al dermatólogo cada tres meses y entrena a diario enfundado en un traje de estimulación eléctrica para construir masa muscular.
Bryan Jonhson, biohacker y multimillonario protagoniza el otro experimento extremo. En este caso volver de sus 46 años cumplidos a los 18. Lleva invertidos más dos millones de dólares en el intento, al que llama proyecto Blueprint. Esta es su vida: se despierta a las 5.00 y su última comida del día es a las 11.00. En ese tiempo debe haber ingresado 2,250 calorías sin añadir sal ni azúcar. Se va a la cama a las 20.30. Entre medias toma 111 pastillas, incluyendo zinc, cúrcuma y litio. Entrena entre 45 y 60 minutos siete días a la semana y juega tenis y baloncesto. Consume 70 libras de verduras al mes, sobre todo brócoli, coliflor, ajo y jengibre. Entre sus comidas diarias incluye el batido Green Giant con el que traga 54 suplementos, entre ellos la espermidina, la creatina y los péptidos de colágeno. Después de las 16.00 no consume bebidas ni líquido alguno para no perturbar su sueño y usa una máquina para fortalecer el suelo pélvico y prevenir la incontinencia urinaria. Además, bebe un cóctel de vitaminas y usa a diario un casco de luz infrarroja para estimular el cuero cabelludo. Según dijo a la revista Bloomberg usa siete cremas faciales cada día, se hace un peeling ácido semanal, se inyecta grasa en los pómulos y nunca toma el sol. Dos años después asegura que sus analíticas y pruebas físicas son equivalentes a los de un hombre de 18 años, y que su proceso de envejecimiento se ha ralentizado un 28%.
A este ritmo de intervención estética y biológica será difícil en una década adivinar la edad de una persona o sus orígenes étnicos. Solo habrá adultos jóvenes de edad imprecisa, sonrisa diseñada en 3D y pelo, mucho pelo.
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