El peligro del porno por IA: “Será el mejor de la historia”, pero aún es incapaz de controlarlo
La popularización del contenido adulto generado artificialmente empieza a competir en igualdad de condiciones con el humano y presenta graves cuestiones sobre la adicción, el consentimiento y el fraude
Pedro Silva, nombre ficticio de un brasileño de 22 años, todavía no sabe si está disfrutando del sexting (intercambio de mensajes con contenido sexual). Por un lado le gusta mucho la apariencia de su interlocutora y el interés que ella muestra en la conversación. Por otro, siente que falta autenticidad. Y no se equivoca: la mujer con la que dialoga no es real. Fue creada por él mismo en un programa de inteligencia artificial de un sitio web de contenido adulto.
Lo que Silva describió en principio como una experiencia “inquietante” se ha convertido en un subgénero del porno cuya popularidad va en aumento. Se trata de chatbots, como los asistentes virtuales que pueden encontrarse por ejemplo en las webs de viajes de grandes corporaciones, que simulan y replican diálogos subidos de tono. Programas como Midjourney o Stable Diffusion, inicialmente diseñados para generar las imágenes que el usuario pide por escrito (“dibújame un perro vestido de traje”), se han modificado para crear contenido adulto, incluyendo vídeos. La pornografía generada por inteligencia artificial se propaga a una velocidad récord, creando personajes cada vez más realistas y planteando interrogantes casi filosóficos sobre la sexualidad humana y nuestra relación con la pornografía.
El fácil acceso a las herramientas para desarrollar estos programas, azuzado por la curiosidad generada por ChatGPT, ha atraído a algunos que ven en ellas la oportunidad de aplicarlas al entretenimiento para adultos. La mayoría de las empresas de IA comparten sus códigos para animar a los programadores a crear sus propios programas, lo cual no ha tardado en dar lugar a clones sin censura de estos softwares.
John Smith, nombre también ficticio de un ingeniero de 28 años en EE UU, modera la comunidad de Discord Unstable Diffusion, una versión libre de Stable Diffusion, software de producción de imágenes con IA. Smith sufre afantasía, condición que le impide ver y crear imágenes con su mente —aunque pueda verlas en la vida real—, y se sintió aliviado al saber que existían programas que permitían generarlas a partir de texto. Se refiere a su ordenador como su “imaginación prostética”. Aunque dicho software no está destinado explícitamente al porno, Smith reconoce que sus intentos para usarlo con ese propósito fueron casi inmediatos. Unstable Diffusion se lanzó oficialmente en agosto de 2022, mismo mes que Stable Diffusion, aunque se inauguró más tarde debido a problemas con la campaña de micromecenazgo. “Todo el mundo sabía que se acabaría usando para el porno; la pregunta era cuándo”, señala Smith.
No fue fácil al principio, pero la comunidad de usuarios se lo tomó como un reto. “Era una carrera para conseguir hacer genitales que no pareciesen una sopa”, bromea. Smith explica que al principio dependía de la suerte: “Era como combinar el porno con una máquina tragaperras. Me ponía a pinchar el botón a ver si la próxima imagen era realista y me excitaba”. Se enorgullece de haber sido uno de los primeros en lograr una imagen reconocible de un subgénero del hentai, el anime porno. En julio, el director general de la plataforma declaró que generan más de 500.000 imágenes al día. Smith ha contribuido personalmente a más de mil, procedentes del canal de solicitudes en Discord.
Jack Peters, seudónimo de un estadounidense de 32 años experto en tecnología de la información, también es miembro de la comunidad. Su primera incursión en el porno generado por inteligencia artificial fue a través de una aplicación gratuita en su móvil, pero solo logró contenido realista al descubrir programas más potentes. “Cuando comencé, no entendía bien los prompts [comandos en los que se basa la IA para generar contenido]”, explica. En su primer intento de crear imágenes de mujeres desnudas, solo obtuvo “amalgamas horripilantes de carne”, pero reconoció el potencial de estas herramientas para generar imágenes de calidad.
“Desde los primeros intentos ya estaba enganchado, a pesar de lo horribles que parecían”, comenta Peters. Especializado en la producción de imágenes de arte digital o anime, inicialmente le fue difícil generar algo realista. En cambio, afirma que ahora se puede crear cualquier fantasía sin mucho esfuerzo. “Con herramientas como ControlNet, puedes posicionar a un muñeco como quieras, y el modelo generará una persona con esa pose exacta”.
Lo que para Smith y Peters comenzó como una herramienta de uso personal se ha convertido en un floreciente negocio. En Instagram es cada vez más común encontrar perfiles de personajes virtuales con poca ropa y en poses provocativas. Aunque la plataforma ya tiene influencers creados por IA como Lil Miquela o Shudu (en 2022 existían 35 cuentas verificadas de personajes creados por inteligencia artificial), se observa una presencia creciente de cuentas de tono sexual de este tipo. Un ejemplo es Emily Pellegrini, con más de 279.000 seguidores. La cuenta @gorkamale, que presenta personajes masculinos, tiene a casi 37.000 usuarios interesados.
Estas figuras encuentran refugio principalmente en Fanvue, una competidora de OnlyFans que acepta creaciones realizadas mediante inteligencia artificial. Los términos de uso establecen, en cualquier caso, que el contenido debe pasar una prueba para evaluar el cumplimiento de las normas y dejar claro que no representa a nadie real. En Patreon, los fans respaldan a su personaje de inteligencia artificial favorito comprando paquetes de fotos eróticas.
Jürgen Schmidt, nombre desde el que habla uno de los creadores de Emily, explica que las características de la modelo surgieron de un consenso entre los miembros del equipo. “Su nombre es una especie de chiste interno: a todos nos gusta el agua San Pellegrino [popular agua con gas de los Alpes italianos]”, explica. La modelo tiene 4.600 seguidores en Fanvue, donde se comparten imágenes generadas de ella desnuda. A pesar de ello, Schmidt confiesa que su creación no le excita: “Para mí, el simple hecho de saber que no es real hace que no sea natural. Pero tampoco me parece extraño. La gente utiliza su imaginación, es lo que sucede desde hace mucho con el hentai”.
El cocreador afirma que buscan perfeccionar a Emily al máximo: “Es un proyecto divertido; queremos ver hasta dónde podemos llegar”, destaca. Él no ve problema en la posibilidad de estar contribuyendo a estándares de belleza inalcanzables y argumenta que esos estándares ya los han establecido mujeres que existen en la realidad: “Las redes sociales ya eran un mundo falso, obsesionado con la perfección. Emily no difiere mucho de Kylie Jenner”. Para él, la inteligencia artificial es el futuro de la industria: “Será el mejor porno de la historia, más aún cuando se combine con tecnologías de realidad virtual”. Aunque reconoce los riesgos inherentes, como el potencial adictivo, Schmidt cree que los beneficios superarán a los inconvenientes. Su optimista pronóstico apunta a que gracias a la IA será posible acabar con las facetas más nocivas de la industria: “Se podrá eliminar todo el lado malo del porno. En el futuro, no se podrá obligar a nadie a participar en ello”.
En un formato similar al de ChatGPT (que no permite contenido para adultos), otros generadores de texto exploran conversaciones íntimas con usuarios, basados en un personaje que puede haber sido creado por el usuario o no. Al brasileño Pedro Silva le parece que estos programas aún son muy primitivos. “No suena natural, a veces comete errores gramaticales, dice cosas sin sentido o que ni siquiera tienen relación con la frase anterior”, explica.
Fuera del ámbito para adultos, Meta, la empresa de Mark Zuckerberg que aglutina WhatsApp, Facebook e Instagram, está probando sus propios chatbots basados en famosos como Kendall Jenner o el rapero Snoop Dogg. A principios de este año, la influencer Caryn Marjorie lanzó su clon virtual, pero tuvo que revisarlo cuando notó que los usuarios empezaban a conducir la conversación hacia temas sexuales.
Lo que Marjorie intentaba evitar es justo lo que busca la actriz porno Riley Reid, quien acaba de lanzar su propia plataforma, Clona, para cualquier profesional de la industria que desee ofrecer a sus seguidores la experiencia de hablar con ellos. La empresa de Reid analiza el discurso de cada cliente y crea un robot para conversaciones con la misma forma de expresarse, sin censura, destinado a un público mayor de 18 años. Por 30 dólares al mes, se simulan conversaciones ilimitadas con las actrices de cine para adultos.
Los programas de generación de imagen también han posibilitado la problemática creación del deepfake. El término define cualquier medio en el que se sustituya el rostro del protagonista por otro, incluso con sus movimientos, para representar a gente haciendo o diciendo cosas que nunca han hecho o dicho. En los últimos tiempos se han propagado por redes vídeos de celebridades (desde el expresidente Barack Obama al actor Tom Cruise) bailando o emitiendo declaraciones que en la vida real no han realizado.
Un informe de septiembre de 2019 ya era alarmante: solo un 4% de estas creaciones disponibles en internet no eran pornográficas. En septiembre del año pasado se acusó a un grupo de 26 menores de edad de usar esa esa misma tecnología para desnudar digitalmente a compañeras de clase, también menores, en el municipio español de Almendralejo (Badajoz). Nina Jankowicz, la exdirectora de la Junta de Gobernanza de Desinformación de EE UU, también fue victima de estos programas como represalia por su intento de controlar las fake news. El pasado enero, Taylor Swift vio cómo Twitter se inundaba de porno IA con su cara y cuerpo.
Henry Ajder, experto en ética para la inteligencia artificial y autor del informe citado, sostiene que la popularización de los deepfakes compromete el poder del consentimiento. “Es posible que la totalidad de los vídeos hechos con deepfakes no lo tengan”, advierte. Como parte del estudio, Ajder se infiltró en un grupo de productores de este tipo de vídeos y descubrió que un 60% generaba porno no consensuado protagonizado por mujeres que formaban parte de su vida cotidiana.
“Me preocupa que la pornografía no consensuada se convierta en lo habitual”, lamenta. Ajder destaca la importancia de criminalizar la falta de consentimiento en estos medios, pero cree que la regulación vendrá del consumidor: “Espero que la mayoría de personas no quiera videos hechos sin consentimiento”. Los miembros de Unstable Diffusion en Discord están de acuerdo: tienen una política de tolerancia cero con deepfakes y expulsan a quien pida auxilio para hacerlos. También, como la mayoría de creadores, regulan su contenido y prohíben elementos como la aparición de menores o imágenes de violencia sexual. Sin embargo, Ajder ve con pesimismo la evolución de esta tecnología. “Lo que antes exigía herramientas muy especializadas está hoy disponible para todo el mundo”, lamenta.
El investigador explica que aunque los deepfakes se hayan popularizado como contenido convencional, desde sus inicios se concibieron con fines sexuales. “Estos vídeos se originaron en un hilo de [el foro] Reddit en el que se pedía contenido explícito de celebridades que nunca habían hecho tal cosa”, explica. Y predice un futuro sombrío para las mujeres famosas: “Será virtualmente imposible ser una mujer y figura pública sin que haya porno contigo como protagonista”.
La capacidad ilimitada de creación y personalización convierte a la inteligencia artificial en la herramienta ideal para aquellos que buscan la fantasía perfecta. Will Johnson, dueño de una empresa de ciberseguridad en EE UU que prefiere no revelar su auténtico nombre, opina que la modalidad brinda una posibilidad que el porno “convencional” no alcanza. “Puedo crear las escenas que quiero, participar de verdad”, detalla. Para Peters, estos programas también combaten la trata de mujeres: “El vídeo con IA todavía no funciona bien, pero una vez que mejore, creo que también será más seguro. Se volverá tan perfecto que no resultará rentable producir vídeos por medios ilegales”.
Pero la popularización de este tipo de porno también abre camino a cuestiones sobre lo que nos excita o no, y sobre cuán complejo se puede ir volviendo. Ana Lombardía, sexóloga, alerta: “Nos costará diferenciarlo de la realidad. Se volverá cada vez más personalizable e interactivo, y cuanto más placentero, mayor será el potencial de dependencia”. Lombardía también teme que la extrapolación de dicho comportamiento desvirtúe el sexo.
“En algunas sociedades ya se observa el rechazo al vínculo con otra persona y la preferencia por personajes ficticios, como en Japón”, observa la experta. La sexóloga comparte con Ajder la preocupación por la falta de consentimiento: “Es probable que esto nos lleve a la banalización de crímenes sexuales. El porno requiere consentimiento y eso se puede quitar con el uso de los programas”.
A medida que la inteligencia artificial reclama su espacio en la industria, surgen dudas sobre sus efectos en el futuro de nuestro comportamiento sexual. Al igual que Joi, el personaje holográfico de la película Blade Runner 2049 (2017) al que interpretaba Ana de Armas, estas creaciones artificiales prometen una interacción real con sus fans, aunque en muchos casos aclaren su origen digital. Peters, usuario de esta tecnología, asegura que se excitó mucho al principio, pero ya no: “La primera vez que conseguí un cuerpo desnudo sin grandes deformaciones fue un subidón, pero ahora he generado más de 100.000 imágenes y eso te insensibiliza”. No obstante, confiesa que lo seguirá consumiendo: “El porno es divertido y excitante, se trate de una persona real o no”.
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