Dos millones por un sofá, tres por un jarrón: la fascinación por el ‘art decó’ no deja de crecer
100 años después de su nacimiento, el estilo más lujoso del siglo XX sigue atrayendo a coleccionistas, diseñadores y celebridades que lo quieren poseer absolutamente todo
Vendido el pasado octubre por más de un millón de euros, el sofá Van Beuningen es un buen ejemplo de cómo el art déco ha conseguido mantener el interés de la clientela del lujo y su aura de refinamiento durante cien años en los que los gustos no han dejado de cambiar y de poner en su diana los estilos más diversos. En 1930, el ebanista francés Émile-Jacques Ruhlmann creó este canapé de ébano de Macassar y haya tapizado en cuero para el magnate y coleccionista Daniël George van Beuningen, uno de los prohombres de Países Bajos por su papel en el desarrollo del puerto de Rotterdam y las pinturas que donó al principal museo de esta ciudad.
Más tarde fue adquirido por el artista, actor y empresario chino Michael Chow, quien en un reciente documental de HBO sobre su vida recuerda lo importante que fue rodearse de este tipo de lujos para hacerse respetar por la élite europea y estadounidense de los setenta. Su colección de art déco llenaba tanto su piso de Nueva York como el restaurante de comida china que abrió allí en 1979. Amueblado con otras piezas de Ruhlmann, cristalería de Lalique, y demás tesoros del diseño moderno, Chow se convirtió en la antesala de la discoteca Studio 54 gracias a las visitas de artistas como Andy Warhol, otro coleccionista de art déco en esos años.
El millón y pico que ha conseguido el sofá en su último cambio de manos (casi seis veces más de la estimación inicial de la casa de subastas Christie’s) demuestra que sigue teniendo tirón, algo que puede extenderse al mobiliario art déco en general. En 2011 una chaise-longue de Ruhlmann ya se subastó por más de dos millones de euros, y en los últimos meses las piezas de otros maestros del periodo art déco han alcanzado los precios más altos en las principales subastas de diseño.
“El del art déco es un mercado como ningún otro. Tiene una demanda enorme y en mi opinión siempre la tendrá”, explica Adriana Friedman, directora de DeLorenzo Gallery, la galería neoyorquina que en su día vendió tanto el sofá Van Beuningen como otras piezas de la colección de Michael Chow y proveyó de art déco a otros clientes como Warhol. “No es solo un mercado con muchos coleccionistas establecidos, sino que sigue atrayendo y fascinando a otros nuevos”, coincide Florent Jeanniard, codirector internacional de diseño en la casa de subastas Sotheby’s. “Sin duda seguirá creciendo en los próximos años”.
El término art déco deriva de la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes, celebrada en París en 1925 y considerada el culmen de este movimiento. A una orilla y otra del Sena, los pabellones de la exposición asentaron con su arquitectura y contenido los principios del diseño moderno al dejar definitivamente atrás las florituras del art nouveau y la Belle Epoque: en adelante, la riqueza de un trabajo no la daría la profusión de ornamentos sino el uso de maderas preciosas como el ébano y la refinada simplificación en clave geométrica de las formas.
Muchos de los maestros que cien años después baten récords en las subastas participaron en esta muestra. En el salón del pabellón amueblado por Ruhlmann, por ejemplo, destacó un aparador laqueado en negro con el dibujo de un burrito y un erizo que Michael Chow compraría y vendería luego por una fortuna. Otra de las estrellas de la exposición fue Jean Dunand, creador de un fumoir con las paredes recubiertas de paneles laqueados y encargado de la sección de metales: dos jarrones monumentales que creó para otro pabellón serían adquiridos por Yves Saint Laurent y Pierre Bergé (y subastados por tres millones en 2009).
El art déco quedó asociado desde entonces al lujo, en especial al mundo de la alta costura parisina, pues couturiers tan famosos de esos años como Paul Poiret fueron los primeros en adoptar este tipo de diseño y usarlo en sus casas y establecimientos. También fue el preferido de hoteles como el Claridge’s de Londres (redecorado por Oswald Milne en 1930), los rascacielos de Nueva York, los cines, los transatlánticos y cualquier espacio en el que se quería transmitir un aire de elegancia y prosperidad.
Su decadencia se produjo a raíz de la austeridad impuesta por la II Guerra Mundial, pero en los años setenta volvió a ponerse de moda. Uno de los detonantes fue la subasta de la colección de Jacques Doucet, otro de los couturiers que promocionó el art déco a principios de siglo. Celebrada en en 1972 en París, la venta de los muebles con los que el modista decoró su estudio de Neuilly-sur-Seine (un biombo de paneles laqueados de Eileen Gray, un taburete inspirado en el arte africano de Pierre Legrain, o un sofá de cuero y palisandro de Marcel Coard) despertó la codicia de una nueva generación de compradores por una época del diseño que hasta entonces había interesado a muy pocos aficionados. También fue crucial el entusiasmo por el art déco de otro pope de la moda, Karl Lagerfeld, quien además de diseñar el interiorismo de la galería parisina Anne Sophie Duval (inaugurada ese mismo año de 1972 y especializada en el periodo art déco) fue su mejor cliente junto a Yves Saint Laurent, su rival en las subastas además de en las pasarelas (y el corazón de Jacques de Bascher).
Muebles que durante treinta años habían estado guardados en almacenes y desvanes empezaron a usarse para decorar los lugares más vanguardistas. Por ejemplo, la Factory de Warhol, donde el artista se reunía con sus superestrellas en una mesa ovalada de Ruhlmann. “La década de los setenta y ochenta fue una época mágica, con todos esas personas de gustos sofisticados recuperando las piezas del periodo art déco”, recuerda la directora de DeLorenzo Gallery. “Enamorarse de la mente de un artista al que se está descubriendo y empezar a homenajearle meticulosamente con una colección es una experiencia que deseo a todos los jóvenes coleccionistas”.
Es lo que le ocurrió también en esos años a uno de los ebanistas más codiciados en la actualidad, Frank Pollaro, a quien un gabinete de Ruhlmann que vio en la portada de una revista cuando era adolescente le impulsó a intentar igualar su calidad con unos muebles que ahora pueden encontrarse en las casas de clientes como Brad Pitt.
Este tipo de flechazos siguen dándose también hoy entre los miembros de la nueva generación de interioristas como Maxime Bousquet, uno de los más prometedores de París, quien recuerda el encuentro epifánico que tuvo en una cena a la que le invitaron con una vajilla de Jean Després, el gran orfebre del art déco. Formado en arquitectura, Bousquet dice admirar una época en la que “los interiores eran pensados en su totalidad” por sus diseñadores y sentirse inspirado por “la asociación entre la pureza de la línea arquitectónica y la nobleza de los materiales” propia del art déco. Por eso otro de sus ídolos es Jean-Michel Frank, cuyos muebles de aire austero pero acabados suntuosos se encuentran entre los más cotizados del mercado. “Es la elegancia y el refinamiento máximos. Lo amo todo de él”.
Se trata también del preferido de Marc Jacobs, uno de los diseñadores actuales que ha mantenido ese vínculo que ha existido siempre entre la moda y el coleccionismo de art déco. Frank le gusta tanto que, además de coleccionarle, hace años se tatuó en el abdomen uno de sus sofás. Qué mejor garantía de que no se arrepentiría nunca.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram,o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.