Javier Franquelo vuelve a poner voz a ‘Futurama’ a los 89 años: “El doblaje de ahora es menos profesional y de peor calidad”
El veterano actor malagueño, intérprete también del Sr. Burns, el Monstruo de las Galletas o Patrick Stewart, regresa en la nueva temporada de la serie de Matt Groening, estrenada este lunes en Disney+
Los aficionados españoles de Futurama recibieron este año dos de esas “¡Buenas noticias!” que tanto gusta dar al profesor Farnsworth, el científico loco de la serie, cada vez que irrumpe en escena. La primera, que, después de su desenlace en 2012, la comedia animada creada por Matt Groening tendría una nueva temporada. Y la segunda, que, como confirmó el tráiler lanzado a finales del pasado junio, regresaría el elenco de voces de siempre, incluido Javier Franquelo (Málaga, 89 años), la voz de Farnsworth. El capítulo inicial de esta undécima temporada se puede ver desde este lunes 24 en Disney+.
Franquelo ha vuelto pese a encontrarse “hecho una ruina”, como responde por defecto, y con media sonrisa, cada vez que le preguntan qué tal. No son pocos los que lo hacen: paseando por su barrio, en las inmediaciones del Mercado de San Fernando de Madrid, le saludan con cariño tanto vecinos como trabajadores de la zona. “Así que tiene que venir EL PAÍS para poder sacarte de casa. ¿De qué les vas a hablar?”, le pregunta su amiga Mari Carmen. “De la inmortalidad del cangrejo”, anuncia. Es inevitable escuchar al malagueño sin recibir destellos de los personajes más famosos sobre los que ha dejado su impronta en cinco décadas de carrera. Además de Farnsworth, lleva encarnando al Sr. Burns de Los Simpson más tiempo que su predecesor (el fallecido Pedro Sempson), ha doblado regularmente a Patrick Stewart y también ha puesto voz al Monstruo de las Galletas; del que, solo con citárselo, regala un impagable “¡Galletas!” con sonido de atiborramiento posterior incluido. Antes del encuentro, avisa por teléfono “Voy a retrasarme un poco, perdona, que no me he duchado” y uno siente estar accediendo a un insólito registro campechano de Charles Xavier de los X-Men.
Camina ayudado de una muleta y con detenimiento –”Despacito, como Luis Fonsi”, llega a decir–, pero de humor va sobrado. Al fin y al cabo, difícilmente uno forma parte del icónico equipo español de doblaje de Futurama y Los Simpson, tan celebrado por sus brillantes adaptaciones, personalidad y coletillas propias, si no se tiene una particular vis cómica. Tanta, que cuesta saber si es un desliz o una broma cuando, con semblante serio y convencido, Franquelo asegura tener diez años menos pero, haciendo la cuenta que va de su año de nacimiento (1934) a 2023, él mismo descubre con susto que bordea la noventena. “Pues lo que te digo, hecho una ruina”, zanja tras el funesto cálculo.
Mucha gente está entusiasmada por su vuelta a Futurama. ¿Tenía también usted ganas de volver a ser el profesor Farnsworth? Sí, porque es un personaje bonito, muy gracioso. Los nuevos capítulos son divertidos, aunque reconozco que yo no soy muy de dibujos. Con Los Simpson también he disfrutado un montón siempre. ¡Y de Futurama hacía mucho tiempo que no venían nuevos capítulos!
Por los personajes que ha doblado, está ligado a la nostalgia de varias generaciones de espectadores. ¿Nota ese aprecio y reconocimiento? Me pasa cada dos por tres que, escuchándome, alguien me dice “¡Anda! Tú eres…”. Sí, soy. Me parece bien lo que he hecho, pero vamos, como si me hubiera dado por el fútbol y hubiera sido buen futbolista. No soy una persona importante. No lo digo por quitarme mérito, de verdad, me parece bien estar reconocido, pero tampoco es algo que me preocupe. Es una labor como otra cualquiera. Al farmacéutico no le reconoce nadie, pero seguro que hace también su trabajo muy bien.
¿Cómo es que sigue trabajando con casi 90 años? No trabajo tanto como antes ni mucho menos, lo que pasa es que de Futurama me llaman porque lo he hecho yo siempre. Hubo una época en la que había muchísimo trabajo. Cuando yo empecé, solo se doblaba en Madrid y Barcelona. Luego hubo un bum y se empezó a doblar a todas partes. Ahora la verdad es que no sé mucho del panorama, me limito a hacer lo mío. Aunque si no fuera por estos personajes no haría nada.
¿No se retira del todo por apego hacia ellos? Yo sigo activo y sin pensar en retirarme. Si me retiro no cobro, y si no cobro no como. Mientras me llamen, tenga coco y pueda hacerlo, yo lo hago. Si no lo hago será porque se me ha ido la olla y no puedo. Pero no me llama nadie más que para Futurama.
¿Entonces, con su edad, trabaja por necesidad? También es un poco una afición, porque para mí es bueno salir de casa y coincidir con compañeros que son mis amigos. Del doblaje yo he vivido muy bien. Tampoco para tirar cohetes, solo que no es que sea alguien que haya querido nunca un Jaguar. Yo tengo mi piso desde hace años y una casa en la sierra, en Cercedilla, de toda la vida. Pero cuando empecé éramos una centésima parte de los que somos ahora. Y ya no se hace como antes.
¿No le gusta el doblaje actual? Creo que hay menos profesionalidad y son de menor calidad. Sé que parezco el abuelo Cebolleta diciendo que era mejor lo antiguo, pero es que ya no se cuida tanto. El doblaje conlleva una labor creativa, de actuar, de ir con el personaje, y en España siempre se ha hecho muy bien y ha estado muy bien visto internacionalmente. Sin embargo, ha entrado muchísima gente a la que le parece que es una profesión fácil, sin ser buenos actores. Hay que ser buen actor para interpretar bien. Se coge a algunos porque dicen que tienen voces bonitas, al novio, al primo, al hijo… Mira, en la vida hay voces bonitas y voces feas, tiene que haber de todo. Lo que deben hacer es actuar bien. Yo puedo tener buena voz, pero no me da por cantar, porque no sé cantar.
He leído en una base de datos que su primera película fue Bruce Lee, el rey del kung-fu, de 1975. ¿Se acuerda? Por la época cuadra, ¡pero ni idea! Puede ser. Aunque el doblaje siempre ha existido, en mis tiempos no se hacía tanto. Un amigo me dijo que su padre, Manolo Arias, que era actor como yo, iba a dar un curso de doblaje. Me apunté, hice el curso y de ahí salimos varios. No me acuerdo bien, hace muchísimo, ¡no me preguntes esas cosas!
¿Era actor de teatro, de cine…? Hice papelitos en comedias clásicas en el Teatro Español, aunque ya está muerta más de la mitad de la gente con la que trabajaba. Era muy amigo de Carlos Ballesteros [fallecido en 2011], Guillermo Marín [en 1988], Francisco Pierrá [en 1975]... También rodé alguna película suelta, pero nada más. Me gustaba la locución.
¿Hacía también radio? Actuaba en la antigua Radio Intercontinental haciendo lo que ahora llaman seriales. La protagonista era María Elena Domenech, una mujer guapísima y también buenísima actriz. No sé qué habrá sido de ella [falleció en 2020, a los 90 años], le hicieron un homenaje hace varios años, se acordó de mí y me dedicó unas palabras, por todo lo que habíamos hecho juntos. Cuando era joven, yo creía que me iba a comer el mundo, pero el mundo me acabó comiendo a mí.
Pero tiene usted una trayectoria enorme y en el barrio se nota que le conocen y le quieren mucho. No veo realmente a casi nadie, más que la gente con la que me encuentro o cuando quedo con Mari Carmen, que no es actriz ni nada, es vecina y amiga mía.
¿Vive solo? Se vinieron a vivir conmigo mi sobrino Fernando y su mujer Begoña, con las niñas, para cuidarme. Y me cuidan y me hacen unas comidas estupendas. Estoy en la gloria. Aunque han puesto aire acondicionado y creo que eso me ha jodido un poco la garganta [ríe]. No he estado casado ni he tenido hijos. Solo sobrinos y sobrinos nietos. Tuve una novieta que se llamaba Pilar, como mi madre. No es que tenga nada que ver que se llamaran igual, ¡eso era todo! Y era muy guapa. Pero nada más. ¡Ahora no me voy a andar yo metiendo en líos a estas alturas!
Menciona el aire acondicionado. Por su profesión, ¿ha tenido que seguir unos cuidados especiales para la voz? He fumado como un carretero, hasta que un buen día decidí dejarlo, hará cinco o seis años. También antes bebía de tarde en tarde cubatas de Larios, ahora llevo sin probar alcohol muchísimo tiempo. No he tenido que seguir ningún procedimiento con la voz. Solo ha dado la casualidad de que hoy tengo la voz tomada.
¿Significó mucho para usted conocer a Patrick Stewart cuando les presentaron en El hormiguero? Se le veía emocionado. Me hizo mucha ilusión, hombre, claro. Es un señor de la cabeza a los pies, un tío encantador. Un pedazo de actor y de persona. Fue muy gratificante hablar con él. Yo pronunciaba su apellido como “estíwar”, pero él me enseñó que es “estúar”.
¿Cuál diría que es el personaje al que se siente más ligado? Mi doblaje favorito fue el de una serie de hace muchos años, en imagen real, llamada Arriba y abajo [1971, estrenada en España en 1981]. Era inglesa, muy buena, se desarrollaba en los años veinte. Si no las has visto, te la recomiendo.
¿Le gusta volver a escuchar sus propios doblajes? ¡Ya me tengo muy oído! Si me gusta la película la veo, pero si no, no. Pongo mucho la tele, aunque ya apenas veo películas o series. Lo que me entretienen son los concursos, como ¡Ahora caigo!, por ejemplo. No voy al cine ni al teatro, no porque no me guste lo que hay, que no sé si será bueno o malo, sino porque no me apetece.
Hay cada vez más gente habituada a ver cine o series en versión original subtitulada, y algunos creen que el doblaje es algo casi vulgar. ¿Qué les respondería? Que hagan y digan lo que quieran, allá ellos. Yo si me pongo a leer no veo la imagen. A mí me interesan las caras, ver lo que pasa, las emociones que refleja el actor. Pero si prefieren leer, pues que lean. Subtitulado yo no veo nada.
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