Pedri, el futbolista que hará historia: “Nunca juego con el Pedri del FIFA. Puestos a perder, prefiero hacerlo con Messi o Cristiano Ronaldo”
Tiene 19 años y un talento inmenso. Pedro González López, centrocampista del Barcelona e imagen de Springfield, nos cuenta por qué le encanta jugar y, especialmente, ganar
A Pedri le ha costado “un poco” conciliar el sueño. El centrocampista del Fútbol Club Barcelona viene de digerir una derrota particularmente dolorosa en Múnich, hace solo dos días. Una jugada en concreto le persigue, un remate en difícil escorzo que superó al portero rival, pero tropezó con el poste. No fue gol, y el animal competitivo que Pedri lleva dentro proyecta ahora la jugada, una y otra vez, en la pantalla empapada de fútbol de su cerebro: “Y es que además te la encuentras en todas partes. Te la envían por WhatsApp, te llega por Instagram, por Twitter o por YouTube”, añade rematando la frase con una sonrisa irónica, como para darnos a entender que tampoco pretende dramatizar en exceso sus problemas del Primer Mundo.
Pedro González López (Santa Cruz de Tenerife, 19 años) no es un futbolista cualquiera. Es un ejemplo de precocidad y un portento físico y técnico: en 2021 fue Golden Boy (mejor jugador menor de 21 años de las ligas europeas), ese fue el año en que irrumpió con contundencia en la élite. Para Jorge Valdano, hablamos de “la gran aparición contemporánea del fútbol europeo”. Un unicornio azul con cuerpo de fondista etíope que “trajina el campo y corre taloneando poco, como si patinara”. Valdano ve en él un futbolista de la estirpe de los exploradores: “Le da igual pisar la zona de iniciación, creación o definición, porque en todas juega con criterio y a la velocidad que corresponde”. Pepe Mel, su mentor, su “padre deportivo”, el hombre que tuvo la suerte de entrenarle cuando tenía apenas 16 años, veía en él a un “futuro millonario”. Y solía añadir, desarmado por su naturalidad: “Pero él aún no lo sabe”. El seleccionador nacional, Luis Enrique Martínez, considera que la Eurocopa que hizo Pedri en verano de 2021, con solo 18 años, “no se le ha visto nunca a nadie de su edad, ni a Andrés Iniesta”. Y su otro entrenador actual, el del Barcelona, Xavi Hernández, le define como “el mejor talento puro del fútbol mundial”.
Pedri agradece los elogios, pero se los toma con exquisita cautela. Fuera del campo se describe como “un tipo normal”, un chaval canario que adora las croquetas de atún de su madre, la música de Quevedo o Bizarrap y series como La casa de papel (2017-2021) o Prison Break (2005-2017); un hombre “tranquilo y casero” cuya palabra preferida es “muchacho”. Según nos cuenta, la suya es una rutina plácida: cuando no está viajando o jugando, madruga para entrenar, come en el club, no perdona la siesta y pasa las tardes muertas jugando a simuladores de fútbol con su hermano mayor, que vive con él en Barcelona y ejerce de confidente, cómplice y cocinero ocasional.
Hoy ha venido a hablar de fútbol y a posar con ropa de Springfield, la casa de moda que apostó por él como embajador “hace tres años, cuando aún no era nadie”, dice. La marca está especializada, en opinión de sus representantes, en prendas “casuales y contemporáneas”, ropa deportiva “de una elegancia sin pretensiones”. A Pedri, la descripción le encaja como un guante. Él asocia la elegancia, en el fútbol, la moda y la vida, con “ser uno mismo y sentirse cómodo con lo que haces, lo que dices y lo que llevas puesto”. Ser imagen de Springfield ha inculcado en él un incipiente sentido de la moda: “Antes me ponía la ropa que me regalaban, cualquier cosa, pero ahora he empezado a desarrollar mi propio estilo”, que tiene que ver, por supuesto, “con la comodidad y la normalidad”. Pedri es imagen de la colección Icons, formada por las prendas más conocidas y atemporales de Springfield, actualizadas con materiales sostenibles como parte del programa R(eco)nsider.
Durante la sesión de fotos, el futbolista se conduce con una irresistible mezcla de prudencia y desparpajo (“me gustan estas zapatillas”, le cuenta al fotógrafo, “no sé si me las pondría para salir a la calle, pero son casi tan antiguas como tu cámara”). Solo tuerce el gesto, con cierto humor, cuando le sugieren que se ponga una prenda “demasiado blanca” que su agente, conciliador, se esfuerza en describir como “color gris ceniza”. Aprovechamos para recordarle aquella semana gélida de febrero de 2018 en que fue a entrenar a la Ciudad Deportiva del Real Madrid y estuvo a punto de fichar por el club de Concha Espina. Le vieron muy menudo, muy frágil, y él mismo reconoce que le abrumó la experiencia de sentirse puesto a prueba en pleno temporal de frío y nieve en una ciudad “tan grande” y a 2.000 kilómetros de casa. Así que le dijeron que no estaba a la altura y lo mandaron de vuelta a su isla.
Cuenta ahora que le resultó “extraño” lucir el escudo del Real Madrid en la pechera: “Lo he dicho siempre, soy del Barça desde niño. En el Tegueste [municipio de Tenerife] de mi infancia casi todo el mundo simpatizaba con el Madrid, nosotros éramos una de las contadas excepciones”. El sentimiento azulgrana lo heredó de su padre y, sobre todo, de su abuelo, un barcelonista acérrimo que había viajado a Barcelona en varias ocasiones para ver a su equipo de cerca: “¿Hubiese jugado en el Real Madrid? Creo que sí. Mi ambición era abrirme paso como futbolista profesional y hubiese sido muy difícil rechazar la oferta de uno de los grandes de la historia de este deporte”. Pese a todo, Pedri da hoy por buena la tesis voluntarista de que lo que sucede, conviene: “Aquel tren pasó y dos años más tarde acabé fichando por el equipo de mis sueños. El de mi familia y el de mi primer ídolo futbolístico, Andrés Iniesta”.
Como a Iniesta, a Pedri se le pide gol. Lo hacen sus entrenadores, la afición e incluso se lo exige él mismo, consciente de que a la prosa poética de su fútbol solo le hace falta una dosis adicional de pólvora. Ocurre que, como nos cuenta el interesado con la manera de expresarse concisa, sabrosa y directa que le caracteriza, “el gol se entrena y se busca, pero no se aprende”. Pedri ha convivido en el Barcelona con depredadores voraces como Leo Messi y Robert Lewandoski, raros especímenes que se cayeron en la marmita de los goles ya en la primera infancia, así que sabe bien de lo que habla. Ellos son los autores materiales del gol y el de Tegueste es más bien el autor intelectual, el arquitecto, el geómetra, el responsable del entrejuego. El que se encarga de que antes de llegar al área brote una brizna de magia.
Esa magia le viene de serie (no por casualidad en las redes se refieren a él como Pedri Potter). Aunque en su etapa escolar se le daban “estupendamente” las matemáticas y llegó a considerar también la opción de convertirse en bombero, como el padre de un buen amigo, “un hombre fuerte, que salvaba vidas”, Pedri siempre supo que iba a ser futbolista. En realidad, los partidos más intensos y encarnizados de su vida son los que jugó “con apenas tres años” en el callejón de la casa de su familia en Bajamar, muy cerca de Tegueste. Era el más menudo de la partida, pero su padre y su hermano se empeñaban en ponerle de defensa central, “tal vez para que no estorbase”. Él, del todo ajeno aún a la estricta disciplina deportiva que adquiriría en su vida adulta, desobedecía cualquier consigna y se limitaba a perseguir el balón como si le perteneciese o, mejor, sabiendo que le pertenecía. Siempre ha sido así. Para Pedri, el fútbol es una lengua materna. Él piensa con los pies y el balón le obedece. Le ocurría en aquel callejón “con un par de enormes tubos que utilizábamos como postes” y le sigue ocurriendo ahora en el Barcelona y en la selección española.
Tras su etapa en la escuela de fútbol de Tegueste, en 2015 pasó al Juventud Laguna, el club en que un entrenador con talento pedagógico le dio una de las grandes lecciones de su vida: “Me dijo que no se trata solo de disfrutar, que también hay que ganar partidos”. Y perseguir la victoria implica un esfuerzo. Pedri se siente representante del fútbol popular tinerfeño, que él define como una mezcla de “diversión, imaginación y talento”. Nos asegura que basta con darse un paseo por la ciudad de Tenerife y sus alrededores para ver a chavales que tienen música en los pies y hacen auténticas diabluras con el esférico: “El arte está ahí, en las calles”. Sin embargo, muy pocos de esos acróbatas del balón callejeros llegarán a profesionales, “porque para jugar a fútbol a un alto nivel hace falta compromiso, suerte y buena cabeza”. Él aprendió la lección: “Hay que entender el juego, vaciarse en el campo y correr más que nadie”. ¿Es posible seguir disfrutando cuando perseguir el éxito depende, sobre todo, del esfuerzo y la capacidad de sufrimiento?: “Por supuesto que sí”, nos responde como si estuviese constatando una obviedad, “aunque no siempre sea posible disfrutar mientras juegas, es ganando como se disfruta de verdad”.
Pedri ama el jogo bonito, el fútbol “atractivo para el espectador y bien jugado”, pero rechaza el romanticismo estéril. Se acostumbró muy pronto a perseguir la escurridiza adrenalina del triunfo. Reconoce que ese gen competitivo adquirido en el Juventud Laguna y consolidado en la Unión Deportiva Las Palmas, el club en que debutó en Segunda División a las órdenes de Pepe Mel, es el responsable del que considera su peor defecto: “Tengo muy mal perder”. Detesta la derrota en todo. En simuladores deportivos (“nunca juego con el Pedri del FIFA porque lo manejo fatal y me desespero, puestos a perder, prefiero hacerlo con Messi o Cristiano Ronaldo”), en juegos de acción como Fortnite o Counter Strike, en deportes que se le dan “de fábula” como el tenis de mesa o el baloncesto y, por supuesto, en el fútbol, que es su pasión, su norte y su vida. Por eso, su memoria inmediata se nutre de lugares que asocia con el éxito, como el estadio sevillano de La Cartuja: “Allí jugamos con España la fase previa de la Eurocopa y ganamos con el Barcelona la Copa del Rey de 2021, su único título profesional hasta la fecha. También se recuerda en Catar, donde debutó marcando el gol de la victoria contra la selección local en su debut con el equipo sub 17 de España.
Este mes, Pedri va a volver a este último lugar del crimen, en la península arábiga, para disputar su primera Copa del Mundo, un torneo que se celebrará en inusuales fechas prenavideñas y en el que él tiene puestas grandes esperanzas: “Tenemos un equipo joven y muy competitivo. Ya en la Eurocopa del verano pasado hicimos un gran partido en las semifinales contra Italia, y estoy seguro de que si no hubiésemos perdido por penaltis hubiésemos ganado la final, porque íbamos como un tiro”.
En esta ocasión, considera que a España habría que situarla entre las favoritas, pero sin perder de vista “a Messi, que sigue siendo el mejor. Va a jugar con Argentina su último Mundial y hará todo lo posible para ganarlo”. Y a sospechosos habituales como Francia y Brasil, “dos selecciones muy rodadas y que tal vez estén un poco por encima del resto”. Entre los tapados, ve a la selección de Países Bajos, el orgullo de su compañero de vestuario Frenkie de Jong: “Él me dice siempre que le hace muchísima ilusión jugar esta Copa del Mundo, que tienen un equipo muy fuerte y van a dar la campanada. Yo ya le he dicho que no se olvide de nosotros”.
En su archivo de recuerdos futbolísticos particularmente intensos, Pedri guarda otro Mundial, el de Sudáfrica 2010. El primero del que él tuvo conciencia como espectador devoto y el único ganado por la selección española, con gol, por cierto, de su héroe de siempre, Iniesta: “Yo tenía ocho años y empezaba a prestar verdadera atención al fútbol profesional. Recuerdo que vimos la final en familia, en un hotel de Tenerife al que nos había invitado mi tía Montse. Enloquecí con el gol, por supuesto, me recuerdo con la bandera de España pintada en las mejillas, corriendo, gritando y abrazando a los adultos. Habré visto ese gol unas 20.000 veces, y creo que no exagero”.
¿Se imagina él emulando Iniesta? ¿Marcando en un escenario así, en la final de una Copa del Mundo, uno de esos goles que todo el mundo le pide porque sienten que los lleva dentro? “Mentiría si te dijese que no lo he pensado. Son cosas que se te ocurren, claro que sí, pero mejor no obsesionarse. Hay que jugar el primer partido, luego el segundo y seguir así hasta donde seamos capaces de llegar. Si es a la final y la acabamos ganando, ya te digo yo que no me importará quién marque el gol de la victoria, porque me volveré incluso más loco que con el gol de Andrés. Estaré eufórico”. Para eso se sufre, para eso se entrena. Para eso sirve que la pelota te obedezca.
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