Medio millón de seguidores y pasión por la moda desde la infancia: así es Marc Forné, más que un ‘influencer’

Corren mediados de junio y sus días de descanso en Ibiza ya deberían haber empezado, pero aún no ha podido desconectar. “Siempre hay fuegos que apagar”, sostiene Marc Forné (Argentona, 25 años), excusándose tras retrasar unos minutos la charla. Una vez tumbado en la cama y con el aire acondicionado al tope, no hay llama que despiste a uno de los mayores prescriptores de la actual moda masculina, mientras reflexiona sobre lo conseguido y lo anhelado. Unos hitos que cuentan con la pasión por la moda como hilo argumental: “La moda me ha dado oportunidades, libertad, crecimiento personal... Me permitió ser quien soy”, afirma el catalán.

Pero no le llame influencer. Creador de contenido, estilista, modelo, emprendedor... Desde que una agencia se interesó por él a los 17 años, Forné convirtió su afición –la moda, y experimentar con ella– en oficio. Lo suyo es un estilo ajeno a etiquetas. “Visto a mi bola”, puntualiza.

Su personalidad ha captado la atención de casi medio millón de seguidores en Instagram y se ha ganado el respecto de una industria cada vez más selectiva en un mercado saturado de personalidades online. A los 21 años, Forné ya estaba compartiendo front row con David Beckham o Bella Hadid en un desfile de Dior en Tokio. “Fue un impacto. Yo pensaba: ‘¿Qué está pasando? Estaba en la peluquería de mi abuela y ahora estoy aquí”.

En aquella peluquería de Mataró, Forné observaba fascinado la pasarela de señoras de barrio que acudían a peinarse de punta en blanco: “Mis padres trabajaban todo el día y yo pasaba ahí cada tarde”. Después llegarían las revistas –”las compro desde los nueve años y las conservo todas”– y la búsqueda de lo que allí veía en tiendas de segunda mano. “Si tenía 20 euros me los gastaba en ropa”, recuerda. No había referentes ni objetivos, solo intuición y entusiasmo. “Ha sido un camino construido de forma inconsciente. Y he hecho muchos sacrificios para llegar aquí”.

Desafiando prejuicios y clichés –sobre todo, que los reyes de Instagram no se mueven de la cama si no corre alguien con los gastos–, Marc Forné no solo ha invertido buena parte del dinero cosechado en formarse, sino que todavía se costea vuelos y hoteles para acudir a los desfiles que despiertan su interés. “No se me caen los anillos”, defiende. “Yo no soy un actor ni una celebrity, así que si me invitan y vale la pena no tengo ningún tipo de orgullo”.

¿Distingue el grueso de seguidores a los influencers que sienten devoción por la moda de aquellos que solo la utilizan por el interés comercial? “No”, responde, y matiza: “No necesitas que todos tus seguidores lo entiendan. Lo que te hace crecer es que lo perciba el nicho que trabaja en moda”. Los sacrificios que más pesan de una vida persiguiendo desfiles son los personales y emocionales. “Veo muy poco a mi familia y a mis amigos”, explica. Respecto al segundo campo, condena la presión de las redes. “Eres juzgado constantemente: por tus seguidores, por tu entorno y por ti mismo. Es tan intenso que una vez al mes tengo una crisis existencial. He pasado por momentos difíciles, pero ahora estoy disfrutando”, respira.

Para que la presión disminuya, Forné apuesta por nuevos proyectos que no le venden a él en primera persona. En su labor como estilista ha encontrado la oportunidad para explotar su pasión sin que su rostro sea el reclamo. “Me permite aplicar lo que tengo en mi cabeza de una forma visual y útil”, corrobora. Por ahora, su trabajo más sonado ha sido vestir al actor Manu Ríos –célebre por actuar en Élite y visto por última vez con sombrero de vaquero en el rodaje del último corto de Almodóvar– para la gala del Met de Nueva York el pasado mayo. ¿El look en cuestión? Un esmoquin semitransparente bordado de perlas y azabache firmado por Moschino que dio la vuelta al mundo en un incendio de likes.

Aquello fue “un sueño increíble” para el catalán, que ha sido su propio estilista durante la sesión de fotos de este reportaje. Aquí, Forné ha apostado por algunas de las firmas que conforman su variado universo: desde etiquetas de lujo contemporáneo como Balenciaga o Acne a pequeñas enseñas independientes. Como Onrush w23FH, “la marca de unos chicos de mi pueblo. Me encanta su punto experimental. También he incluido joyas de Panconesi, que son muy frescas, y piezas de The Attico. Sus fundadoras, Gilda y Giorgia [Tordini], son amigas mías y me hace ilusión vestir esta marca, aunque sea femenina”, apunta.

Tampoco falta el toque “dark y un poco formal” de la firma belga Ann Demeulemeester, un clásico de la vanguardia europea de los años noventa. La amalgama de referencias y estilos es el sello de Forné. Una estética audaz e imprevisible que ha convertido en un éxito digital. “La moda antes era una revista en papel, diseñadores, celebrities... Hoy la moda está en el móvil de todos”, reflexiona. Una democratización que cada vez complica más el reto de diferenciarse. Él, aún sacrificando sus días de descanso, por ahora parece dispuesto a asumirlo.

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