El desconocido oficio de organizar vidas e incluso aplicaciones del móvil
El orden elimina el ruido visual y ayuda a recuperar la sensación de control sobre la existencia. Después del boom de Marie Kondo, el negocio de la organización profesional se ha consolidado y la Asociación de Organizadores Profesionales de España llegue al centenar de miembros


Según el Segundo Principio de la Termodinámica, la ley física que vertebra el Universo, todo tiende al máximo desorden: si nos cruzamos de brazos, la entropía siempre aumenta. La vida es un ejemplo de resistencia a la entropía a base de gasto energético: los organismos vivos consiguen así mantenerse ordenados en el creciente desorden circundante. Cada mañana, al hacer la cama, sabemos que en cierto momento se deshará, igual que cuando ordenamos la cocina o el armario sabemos que se desordenará, pero no por ello debemos dejar de hacerlo: el orden nos confiere paz mental, elimina el ruido visual, nos permite vivir de forma también ordenada, recuperando la sensación de control sobre la existencia, si es que tal cosa es posible.
Las organizadoras profesionales (son en su inmensa mayoría mujeres) trabajan ordenando armarios, casas, oficinas, trasteros, documentos, lo que se les ponga por delante. Algunas también organizan el escritorio de un ordenador o las aplicaciones de un móvil, o incluso el tiempo de la vida, la agenda. No son decoradoras, ni limpiadoras, ni asistentes personales, ni se dedican a las mudanzas, aunque tienen elementos de todas estas profesiones. Su oficio, esa mediación entre la materia, el espacio y la mente, no es nuevo, pero sigue siendo bastante desconocido. A muchos, cuando oyen hablar de organización profesional, se les viene a la cabeza Marie Kondo, la japonesa que, con su método, sus libros, y su serie en Netflix, puso sobre la mesa el problema del orden, con éxito internacional.
Un problema fundamental y preliminar de la organización es la abundancia de cosas que se producen y se poseen en las sociedades opulentas. “Hasta hace relativamente poco los objetos eran muy valiosos: los ajuares, las vajillas, los aperos de labranza, pasaban de generación en generación”, explica la arquitecta Mónica Miranda, que trabaja como organizadora profesional en Orden Integral, aprovechando la facilidad para imaginar espacios que le dan sus estudios. “Pero en un momento dado todo se desmadró”, añade. Los objetos empezaron a proliferar por muchas razones: la producción industrial, la invención del plástico, las mejoras en los trasportes o la deslocalización de la producción a países con regulaciones laborales y medioambientales más laxas. Si para nuestros abuelos lo difícil era llenar la casa de cosas, ahora lo difícil es mantenerla vacía. “Para tener la casa ordenada es fundamental deshacerse de lo que no necesitamos”, dice Miranda, “la sobreabundancia de cosas nos puede producir ansiedad”. En efecto, ¿no siente usted cierta paz cuando, en una habitación de hotel, apenas hay objetos o decoración y todo es rectilíneo y neutro, y no se siente apego por nada? Es casi como no existir.

Deshacerse de cosas no es tan sencillo: el ser humano genera apego con sus posesiones, aunque sean objetos sin valor económico o emocional, y la mente va inventando excusas para conservarlas. “Es increíble cómo generamos apego con objetos completamente convencionales y producidos en serie”, dice Paloma Pou, artífice del proyecto Simple. Por eso necesitamos ayuda: nuestras excusas dichas en voz alta ante otra persona pueden resultarnos ridículas y derrumbarse. “Por supuesto, además de tirar cosas es importante saber comprar, no adquirir más cosas de las necesarias, todo eso que nunca vamos a utilizar, y una buena forma de aprender es deshaciéndonos de lo que no necesitamos”, señala Pou.
Lo más demandado en el sector es la organización de armarios o domicilios enteros, aunque también se ofrecen servicios para organizar mudanzas o para gestionar herencias. Miranda refiere casos de personas que tienen problemas para enfrentarse en soledad a las cosas que deja un ser querido fallecido, los libros, la ropa, los pequeños objetos de alguien que nos ha abandonado para siempre y que guardan entre sus átomos gran número de recuerdos. Aunque, “no se trata tanto de filosofías o de ponernos zen: se trata de cuestiones muy pragmáticas. Hay gente con problemas profesionales o personales por culpa del desorden”, dice Pou. Las organizadoras, además de organizar, dan herramientas para que sus clientes puedan defenderse con uñas y dientes del caos doméstico en adelante.
La Asociación de Organizadores Profesionales de España (AOPE) reúne alrededor de un centenar de estas profesionales (solo dos son hombres). “El gran problema de la profesión es que todavía no es muy conocida, y eso que la primera profesional en España comenzó hace 17 años y en Estados Unidos llevan desde los años setenta”, explica Arantza Olasagarre, presidenta de AOPE que opera en Bilbao bajo el nombre In Orden. En AOPE discuten cuestiones éticas: una organizadora profesional puede ver muchas cosas en las casas, tener acceso a documentos o intimidades que no debe revelar, en una especie de secreto profesional.
Un profesional debe plegarse a los gustos y concepciones del cliente: no se trata de meterse en la casa y en la vida de otra persona para hacer las cosas a tu manera, sino de servir a los demás. “Hay que tener cuidado con las caras que se ponen, con las expresiones y reacciones, aunque entre las cosas de alguien veas algo que te horrorice” señala Olasagarre, que, además, se especializa en organizar espacios para personas ciegas, ya que un familiar cercano tenía esta condición: “Estas personas lo que buscan es autonomía personal, poder combinarse la ropa o prepararse la ropa sin ayuda, y las formas de organizar la casa son diferentes”. ¿Por qué entre las organizadoras son abrumadora mayoría las mujeres? “Yo creo que esto viene, como tantas otras cosas de nuestro día a día, de la época de las cavernas, cuando las mujeres eran las responsables de mantener con vida a la familia y la casa en orden”, concluye Olasagarre.

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