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Asequible no es invivible: siete edificios de viviendas que son obras maestras de la arquitectura

Un recorrido por diferentes proyectos que demuestran que se pueden construir edificios bellos empleando materiales baratos, que los bloques no tienen por qué albergar solo viviendas y que los espacios comunitarios pueden hacer la vida mucho más agradable

La azotea de la Unité d'Habitation de Marsella cuenta con todo tipo de servicios comunitarios para los residentes.
La azotea de la Unité d'Habitation de Marsella cuenta con todo tipo de servicios comunitarios para los residentes.Alamy (Alamy Stock Photo)
Daniel Díez Martínez

En España nos cuesta encontrar casa. Algunos de los factores que explican un grave problema que afecta a seis de cada diez familias españolas son la concentración de la población en determinados núcleos urbanos, el desfase entre el incremento del precio del metro cuadrado frente al de los salarios, la elevada presión de los tipos hipotecarios, la merma de la oferta causada por el alquiler turístico o la histórica falta de interés que los distintos gobiernos de nuestro país han demostrado hacia la construcción de un parque inmobiliario público.

También parece que ahora construimos poco. Algunos expertos sostienen que “la principal palanca para atajar el problema pasa por aumentar la oferta de vivienda asequible, prácticamente inexistente en la producción de los últimos ocho años”, y el Banco de España avisa: si queremos equilibrar el mercado inmobiliario, de aquí a 2025 tendremos que construir 600.000 viviendas.

Aunque la tesis de que el problema de acceso a la vivienda en España se pueda resolver construyendo nuevos edificios de viviendas es más que discutible, lo cierto es que la buena arquitectura sí puede contribuir a aliviar algunas necesidades. A pesar de lo que muchas de las promociones construidas al calor del frenesí del pelotazo de los años previos a la crisis de 2008 puedan sugerir, la vivienda colectiva siempre ha sido un territorio fértil para la experimentación arquitectónica, un juego de malabares en el que el genio creativo debe pasar por el ojo de tres agujas: funcionalidad, economía y normativa.

En ICON Design proponemos un recorrido por siete proyectos que nos ayudarán a entender que se pueden construir edificios bellos empleando materiales baratos, que los bloques de vivienda no solo tienen por qué albergar vivienda, que la variedad tipológica y las distribuciones flexibles son el mejor antídoto contra la siniestra homogeneidad demográfica y estética de los nuevos barrios, o que la presencia de espacios comunitarios donde interactuar con nuestros vecinos puede hacernos la vida mucho más agradable.

La Casa Doble que Le Corbusier y Pierre Jeanneret proyectaron para la colonia Weissenhof ofrecía un espacio de vivienda diáfano que podía compartimentarse gracias a tabiques móviles. Las camas podían recogerse dentro de armarios.
La Casa Doble que Le Corbusier y Pierre Jeanneret proyectaron para la colonia Weissenhof ofrecía un espacio de vivienda diáfano que podía compartimentarse gracias a tabiques móviles. Las camas podían recogerse dentro de armarios.Alamy Stock Photo

Colonia Weissenhof (Stuttgart, 1927)

Es difícil imaginar qué pensaron los miles de personas que hace casi cien años visitaron aquel extraño barrio de construcciones abstractas pintadas de un blanco inmaculado. Se decía que los arquitectos más modernos de Europa habían ensayado propuestas para poder construir viviendas en serie, como si fueran máquinas, y así solucionar la escasez residencial que asfixiaba a la clase obrera. Se decía que iban a vivir en contacto con la naturaleza, en interiores más iluminados y mejor ventilados. Se decía que iban a vivir mejor.

El director de aquella exposición construida a escala real fue Mies van der Rohe. Él y otros dieciséis colegas –Le Corbusier, Gropius y Oud, entre otros– proyectaron un total de veintiún edificios de viviendas. Unifamiliares, adosadas o en bloques en altura; todas diferentes, pero todas unidas por una serie de criterios arquitectónicos comunes. Las viviendas sacaban el máximo partido a superficies mínimas: la mayoría adoptaban la planta libre –esto es, con estructura a base de pilares exentos, sin muros de carga– para favorecer distribuciones flexibles, a la vez que incorporaban soluciones novedosas para transformar el espacio, tales como tabiques móviles y muebles plegables. Los grandes ventanales y las formas que evitaban la acumulación de suciedad se combinaban con terrazas y cubiertas planas preparadas para utilizarse como una habitación al aire libre, toda una revolución en un momento en el que la profesión empezaba a tomar conciencia de la importancia que la higiene, el soleamiento y la ventilación de los espacios interiores tiene en la salud física de sus habitantes.

La Segunda Guerra Mundial y la habitual desconsideración hacia el patrimonio arquitectónico contemporáneo son la causa de que, en la actualidad, solamente se conserven once de aquellos edificios. Uno de ellos es la Casa Doble, proyectada por Le Corbusier y Pierre Jeanneret, reconvertida hoy en la sede del Weissenhofmuseum.

Con el proyecto de la Casa de las Flores, Secundino Zuazo burló las normativas municipales para crear un oasis verde en el corazón de Chamberí.
Con el proyecto de la Casa de las Flores, Secundino Zuazo burló las normativas municipales para crear un oasis verde en el corazón de Chamberí.Luis García

Casa de las Flores (Madrid, 1931), de Secundino Zuazo

“Aquí no hay otra decoración que la que nace del juego de los materiales y de las superficies y líneas. Ni un adorno ocioso. Nada por el solo gusto de decorar”. Así describía Secundino Zuazo la Casa de las Flores, un proyecto con el que el arquitecto quiso rendir homenaje al material de construcción más sencillo y económico de la tradición española: el ladrillo. Dispuesto a desmontar los prejuicios que lo desprecian por aburrido o feo, el ladrillo visto se apareja en las fachadas describiendo emocionantes juegos de texturas y ritmos cambiantes. En el interior, los suelos y paredes de terrazo, baldosa hidráulica y diversos tipos de cerámica, anticipan al visitante que este edificio es cualquier cosa menos convencional.

Más allá de esta filigrana material, lo que convierte la Casa de las Flores en una de las obras capitales del racionalismo madrileño es una propuesta urbana que desafiaba el modelo de manzana cerrada prescrita por las ordenanzas municipales vigentes desde el ensanche decimonónico del Plan Castro. En lugar de adaptar el edificio al perímetro del solar, Zuazo rompió esta continuidad en los extremos norte y sur. Esta operación le permitió crear una especie de calle interior, privada y silenciosa, cuidadosamente proyectada con jardines, árboles, fuentes, pérgolas, arcadas, terrazas y solanas, “como en tantos pueblos y ciudades españolas”.

Le Corbusier coloreó las terrazas de las viviendas de la Unité d'Habitation para enmascarar algunos errores en la ejecución de la estructura de hormigón. “Sin aquellas faltas, la unidad de Marsella no habría sido nunca policromada en el exterior”, declaró en 1962.
Le Corbusier coloreó las terrazas de las viviendas de la Unité d'Habitation para enmascarar algunos errores en la ejecución de la estructura de hormigón. “Sin aquellas faltas, la unidad de Marsella no habría sido nunca policromada en el exterior”, declaró en 1962.Alamy Stock Photo

Unité d’Habitation (Marsella, 1947-1952), de Le Corbusier

La destrucción de Marsella durante la Segunda Guerra Mundial brindó a Le Corbusier la oportunidad de plasmar sus investigaciones sobre el desarrollo vertical de las ciudades en un inmenso bloque (137 metros de largo y 56 de altura) concebido como un vecindario autosuficiente para unas 1.600 personas. La Unité d’Habitation consiste en un armazón de hormigón en el que se encajan 337 viviendas en dúplex. La organización en sección posibilita que estas viviendas aprovechen los 24 metros de profundidad del bloque, favoreciendo la ventilación cruzada, a la vez que se minimiza la superficie dedicada a espacios de comunicación: solamente hay un pasillo cada tres plantas.

El edificio reforzaba su apuesta colectiva con dos plantas de locales comerciales –fácilmente reconocibles en fachada– y una azotea equipada con servicios comunitarios tales como una guardería, una pista de atletismo, un gimnasio, un local de reunión y una enfermería. Las fotos que René Burri tomó en la década de 1950 con los niños jugando entre las chimeneas de ventilación, tomando el sol o bañándose en el estanque de la azotea, constituyen uno de los testimonios más emocionantes de la arquitectura del siglo XX.

La Unité d’Habitation de Marsella se convirtió rápidamente en uno de los edificios más influyentes de la historia de la arquitectura contemporánea. Con algunas variaciones respecto al proyecto original, se construyeron cuatro unidades más (Nantes, 1950-1955; Briey-en-Foret, 1956-1963; Berlín, 1957; y Firminy, 1965-1967), y su rotundidad geométrica y el tratamiento rugoso del hormigón definieron un modelo estético que durante las décadas posteriores propagó colosos brutalistas por todos los rincones del mundo.

Tinggården (Herfølge, Dinamarca; 1971-1978), de Estudio Vandkunsten

En la década de 1960, un grupo de arquitectos y familias de Dinamarca que anhelaban una mayor interacción con sus vecinos dieron forma al movimiento de la covivienda (en inglés, cohousing), cuyo planteamiento arquitectónico podría resumirse en: casas privadas agrupadas alrededor de espacios y dotaciones comunes. No debe confundirse con el coliving, un modelo residencial comunitario destinado a grupos homogéneos (normalmente de personas jóvenes), que comparten intereses, especialmente profesionales.

Tinggården fue uno de los primeros proyectos en llevar las teorías de la covivienda a la práctica. El conjunto original constaba de seis grupos de entre doce y quince viviendas distribuidas alrededor de un patio ajardinado, cada uno con un edificio comunitario con cocina, lavandería y baño en la planta baja, y un gran espacio de dos alturas abierto para clases, reuniones, guardería o trabajo en la planta alta. Además, se construyó un gran edificio con cafetería e instalaciones deportivas para todos los residentes del complejo. Los proyectistas optaron por unas formas, unos colores y unos revestimientos de madera similares a los graneros daneses de color rojo y crema de los alrededores. Las viviendas, robustas y sencillas, contaban con paredes flexibles que permitían, por ejemplo, que una familia con necesidad de espacio pudiera adquirir una habitación que sus vecinos ya no necesitaran.

El experimento fue un éxito. Tinggården duplicó el número de viviendas en una segunda fase en 1983-1984, y hoy sigue funcionando.

Con una estética industrial más propia de un avión que de un edificio residencial, las viviendas Nemausus de Jean Nouvel favorecen el contacto con el exterior y la interacción entre vecinos.
Con una estética industrial más propia de un avión que de un edificio residencial, las viviendas Nemausus de Jean Nouvel favorecen el contacto con el exterior y la interacción entre vecinos.Alamy (Alamy Stock Photo)

Viviendas Nemausus (Nîmes, 1985-1987), de Jean Nouvel

En tanto que no existen familias estándar con necesidades estándar, y que el factor económico es crucial para democratizar el acceso a la vivienda, un buen proyecto de vivienda social debería resultar lo más flexible y barato posible. En el conjunto Nemausus, Jean Nouvel combinó la respuesta a estos dos condicionantes desarrollando un sistema de construcción basado en componentes prefabricados que posibilitaba una puesta en obra rápida y sistemática. El aspecto industrial exterior se reproduce en el interior: paredes de hormigón rugoso, ventanas de inspiración aeronáutica, escaleras metálicas y paneles prefabricados se acoplan como un mecano para resolver un amplio catálogo de viviendas –desde estudios y apartamentos de un dormitorio, hasta viviendas a doble altura y tríplex de tres dormitorios– con abundante luz natural y excelentemente ventiladas.

Unas pasarelas metálicas de casi tres metros de ancho rodean todo el perímetro de los dos edificios que integran el conjunto. En la fachada norte, las pasarelas funcionan como calles en altura —su generosa anchura permite el recorrido en bicicleta—, y resuelven el acceso a las viviendas desde un lugar público exterior donde los vecinos se encuentran e interactúan. Hacia el sur, sin embargo, se convierten en terrazas privadas. Los sistemas de cerramiento de doble hoja pueden abrirse en el ancho total de la vivienda, favoreciendo la expansión del interior hacia el exterior.

Aunque su aspecto exterior recuerde al de un buque de contenedores de mercancías, en realidad los distintos colores, materiales y tipos de ventana existentes en el cerramiento del edificio Silodam responden a un complejo sistema de orden interno.
Aunque su aspecto exterior recuerde al de un buque de contenedores de mercancías, en realidad los distintos colores, materiales y tipos de ventana existentes en el cerramiento del edificio Silodam responden a un complejo sistema de orden interno.Alamy Stock Photo

Silodam (Ámsterdam, 1995-2003), de MVRDV

En la parte occidental del puerto de Ámsterdam, junto a unos antiguos silos para almacenar grano de los que el proyecto de MVRDV toma su nombre, un enorme bloque de 120 metros de largo y diez pisos se eleva ligeramente sobre el agua. En su interior se resuelve un programa mixto de 157 viviendas, oficinas, talleres, locales comerciales y espacios colectivos, como un muelle para pequeñas embarcaciones y una terraza de acceso público. Con el fin de promover la mezcla de vecinos procedentes de distintos perfiles socioeconómico y generacional, el estudio holandés proyectó quince tipos de viviendas completamente diferentes en tamaño, organización y precio. Apartamentos mínimos, pisos en dúplex, casas con patio y lofts de tres pisos se agrupan en conjuntos de cuatro a ocho unidades; una suerte de barrios conectados por una compleja red de pasarelas, galerías y corredores de colores brillantes.

Esta organización tipológica define la identidad exterior del edificio. Claramente inspirada en la imagen de los buques de transporte de contenedores que cruzan las aguas de la capital neerlandesa, la fachada es un collage de colores, materiales (chapa ondulada, madera de cedro o aluminio) y ventanas de diferentes formas, que permiten desentrañar el orden de ese colorido rompecabezas.

La fachada del edificio de viviendas sociales 1737 reproduce en el exterior un riguroso sistema de modulación y orden que permite resolver unos interiores sencillos y funcionales.
La fachada del edificio de viviendas sociales 1737 reproduce en el exterior un riguroso sistema de modulación y orden que permite resolver unos interiores sencillos y funcionales.Adrià Goula

Viviendas Sociales 1737 (Gavà, Barcelona; 2017-2019), de H Arquitectes

En los últimos años, Cataluña está contribuyendo al parque público de vivienda social con algunas obras extraordinarias que hacen realidad aquello del “bueno, bonito, barato”. Un buen representante de esta excelencia arquitectónica es el proyecto que H Arquitectes construyeron en Gavá, un pequeño municipio de costa entre el macizo del Garraf y el delta del Llobregat. El edificio se adapta al perímetro de un solar complicado, de forma triangular, rompiendo la continuidad en las esquinas, ya que así “se evitan los rincones sin salida donde podrían producirse situaciones de inseguridad”, según explican los autores.

La planta es tan sencilla y funciona tan bien que parece difícil hacer tanto con tan poco. Cada vivienda consta de cuatro módulos iguales de 10,6 metros cuadrados, que pueden utilizarse indistintamente como salón, cocina o habitación. A uno y otro lado de esos módulos, se disponen dos bandas de transición al exterior: un balcón corrido hacia la calle y una galería acristalada –donde se encuentran los baños, espacio de almacenamiento, y que también pueden ser anexos a los salones– hacia un atrio en el que se resuelven las circulaciones y los núcleos de comunicación vertical de todo el conjunto. No hay pasillos. Todas las estancias son exteriores y miran hacia la sierra de las Ferreres y al Parque Agrícola del Llobregat.

Luz, ventilación, vistas y flexibilidad. ¿Qué más se puede pedir?

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Sobre la firma

Daniel Díez Martínez
Es doctor arquitecto, profesor en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y especialista en la divulgación de la arquitectura y en su puesta en relación con otras disciplinas y lenguajes de la cultura popular contemporánea. Antes de ICON, escribía para la edición española de 'The New York Times Style Magazine'.
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