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Cambio Climático
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Calor extremo: vidas y empleos en juego en América Latina y el Caribe

La subida de las temperaturas amenaza no sólo la salud, sino que impacta la productividad laboral y las economías

No arrastra todo a su paso como un huracán. No deja una estela de destrucción instantánea como el choque de un tren a toda velocidad. Al contrario, silencioso, disperso, el calor extremo cobra más vidas de las que se cree y pone en riesgo a millones de trabajadores.

En América Latina y el Caribe se estima que sólo en 2023, unos 48.000 adultos mayores murieron de forma prematura por causas relacionadas con el calor extremo. En las dos últimas décadas, la mortalidad asociada al calor ha aumentado 140% en la región.

Si bien los más amenazados son las personas con problemas crónicos y órganos débiles, el calor extremo pone en riesgo a millones de trabajadores que, bajo un sol abrasador, ven minada su salud y su capacidad productiva, convirtiendo cada jornada laboral en una batalla por su supervivencia.

Siete de cada diez trabajadores en la región, sobre todo en los sectores de construcción, agricultura y empleos urbanos informales, están expuestos a estas olas de calor. Se proyecta que las pérdidas generadas por el calor urbano podrían alcanzar hasta el 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en las principales ciudades en las próximas décadas si no se actúa rápidamente.

En este contexto, el informe del Banco Mundial Inhabitables – Enfrentando el calor extremo en América Latina y el Caribe resalta el riesgo para una región en la que ocho de cada diez personas vive en ciudades que cada vez son más calurosas. Al mismo tiempo, el estudio ofrece soluciones que permitirán a las ciudades y a sus habitantes adaptarse a esta realidad climática que se proyecta aún más difícil en el futuro.

Calor abrasador

Las ciudades de la región son cada vez más calientes. Desde 1950, la temperatura promedio en las ciudades ha aumentado hasta 1,5 ºC. Y la última década ha sido la más cálida desde que se llevan registros.

Las temperaturas están subiendo en todas las zonas climáticas de la región. Se proyecta que las temperaturas máximas diarias en las zonas urbanas aumenten entre 2,3 y 2,7 ºC hacia finales de siglo. El Caribe y la Amazonía serán los más afectados por esta subida.

Se proyecta que las ciudades en América Latina y el Caribe enfrenten, en promedio, 36-69 días calientes adicionales para mediados de siglo y 66-116 días adicionales para finales de siglo. En 2024, Ciudad de México, por ejemplo, vivió los seis días más calurosos de su historia. En Argentina, las olas de calor marcaron días de hasta 45 °C ese mismo año

A las altas temperaturas se suma un factor clave que agrava los riesgos: el efecto isla de calor urbano. Las zonas urbanizadas absorben y retienen el calor, y la temperatura en las zonas de alta densidad con escasos espacios verdes puede ser varios grados más calientes.

La infraestructura y los servicios tampoco están preparados para un termómetro en rojo: viviendas de baja calidad, sobre todo las habitadas por las personas con ingresos más bajos, barrios con poca vegetación; las redes eléctricas que colapsan por alta demanda de refrigeración y sistemas de transporte no fueron creados para resistir temperaturas tan elevadas. Las escuelas se ven obligadas a cerrar para no poner a los estudiantes en riesgo, pero al mismo tiempo generan un gran costo: la pérdida de aprendizaje.

¿Qué pueden hacer las ciudades?

Las ciudades de América Latina y el Caribe tienen un abanico de medidas para reducir los impactos del calor extremo. Un punto de partida es enfriar las ciudades con soluciones basadas en la naturaleza. Por ejemplo, añadir espacios verdes y coberturas arbóreas.

En Medellín se han creado corredores verdes a lo largo de 18 vías urbanas y 12 vías fluviales; en Ciudad de México un importante viaducto se convirtió en un jardín vertical con más de mil pilares y franjas verdes. Y en Costa Rica, en zonas urbanas densas, se están creando franjas conectadas de espacios verdes. Estos proyectos además de ayudar a hacer frente al calor hacen las ciudades más habitables.

Las mejoras en el diseño y en la forma urbana también están ayudando. El proyecto Barrios Verticales en Bogotá, Colombia, está reutilizando espacios que antes eran destinados exclusivamente a carros para convertirlos en espacios peatonales. Para hacerlo, están mejorando las áreas verdes y están integrando la vegetación al entorno que ya está construido, lo que reduce el recalentamiento de las zonas.

Otras estrategias tienen que ver con el enfriamiento pasivo de viviendas y edificios: desde tomar en cuenta la orientación de los sitios con respecto a la dirección de los vientos dominantes hasta la utilización de techos fríos, es decir aquellos que evitan materiales pesados para no absorber el calor.

Salvar vidas y proteger empleos durante los episodios de calor extremo también requiere la puesta en marcha sistemas de alerta temprana. El informe del Banco Mundial señala que, según datos de la ONU, se estima que la ampliación de estos sistemas podría salvar la vida de 98.000 personas solo en 77 países.

Mejorar los sistemas de protección social adaptativa para prestar ayuda rápidamente, o mecanismos innovadores como microseguros que permiten pagos automáticos cuando se generan olas de calor.

Poner el calor extremo en la agenda de las instituciones, integrar este enfoque en las estrategias, operaciones y presupuestos es clave para responder a una amenaza que requiere respuestas integrales y sistemáticas.

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