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Descarbonizando la construcción: el futuro del cemento en América Latina

La industria del cemento en América Latina enfrenta un dilema: seguir con prácticas que amenazan la sostenibilidad o liderar una revolución que transforme la construcción y genere oportunidades económicas

En 1824, Joseph Aspdin, un albañil británico, buscó crear una piedra artificial que pudiera rivalizar con la piedra de Portland, material utilizado en los grandiosos edificios de Inglaterra. A través de la experimentación, desarrolló un método para producir un cemento hidráulico mediante la calcinación de piedra caliza y arcilla, que patentó como “cemento Portland” debido a su semejanza con el codiciado material. Esta innovación sentó las bases para la construcción moderna: Portland es ahora el tipo de cemento más utilizado en todo el mundo como ingrediente básico del concreto, mortero, estuco y lechada no especializada. A medida que los paisajes urbanos de América Latina se expanden, hoy la industria del cemento se encuentra en una coyuntura crucial, enfrentando la necesidad de transformarse una vez más, aunque esta vez hacia prácticas sostenibles que se alineen con los objetivos climáticos globales.

El concreto -la mezcla de cemento, agua y agregados (como arena, piedra y grava)-, es una de las sustancias más consumidas en el planeta, lo que refleja su papel indispensable en el desarrollo humano. Sirve como la columna vertebral de la infraestructura, esencial para construir las carreteras, puentes y hogares que definen nuestras ciudades. Sin embargo, este material ubicuo tiene un costo oculto: su producción es responsable de más del 7 por ciento de las emisiones globales de CO₂, superando a varias industrias, incluyendo la forestal, la aviación y los textiles. En América Latina, donde la urbanización crece aceleradamente y el desarrollo de infraestructura es crítico para el crecimiento económico, esto presenta un desafío significativo y una oportunidad sin igual.

Las necesidades de infraestructura de América Latina son inmensas. Según proyecciones de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se espera que la población de América Latina y el Caribe alcance aproximadamente 730 millones para 2053. Satisfacer esta demanda requerirá inversiones significativas en vivienda, carreteras e infraestructura pública, las cuales dependen en gran medida del cemento. La región ya está lidiando con un déficit de vivienda: más del 30% de los residentes urbanos habitan en viviendas inadecuadas, con acceso insuficiente a servicios esenciales como agua potable, saneamiento y electricidad. Abordar esta brecha de vivienda, tanto cualitativa como cuantitativamente, representa un reto formidable pero también una oportunidad para un crecimiento sostenible.

Y esta oportunidad es única. Como se destaca en un informe publicado por la Corporación Financiera Internacional (IFC), miembro del Grupo Banco Mundial, la transición a una economía baja en carbono podría desbloquear $23 billones de dólares en oportunidades de inversión en mercados emergentes para 2030. Los productores de cemento que lideren la descarbonización estarán bien posicionados para capturar este capital. La transición a la producción de cemento bajo en carbono representa una oportunidad para reducir riesgos operativos, reducir costos y atraer inversiones, especialmente a medida que los flujos de capital globales priorizan cada vez más las empresas sostenibles. Por el contrario, no priorizar una producción más verde puede encerrar a la región en una trayectoria de alto carbono con costos sustanciales, tanto en el frente ambiental como en el financiero. Los flujos de capital podrían dirigirse a otras partes del mundo que promuevan activamente la descarbonización. Para la industria del cemento, esto no se trata solo de cumplir con las presiones regulatorias o gestionar riesgos reputacionales, sino de la continuidad del negocio.

Descarbonizar el cemento en América Latina requerirá acciones audaces e innovadoras, y el sector privado está en una posición única para liderar. Esto se puede lograr, en primer lugar, aprovechando tecnologías innovadoras para reducir las emisiones. A nivel mundial, se emiten aproximadamente 600 kg de CO₂ por tonelada de cemento, pero empresas progresistas en América Latina, como Votorantim Cimentos en Brasil, socio de IFC, han logrado niveles por debajo de 500 mediante enfoques integrados. Las empresas que adopten estas tecnologías temprano obtendrán ventajas competitivas, incluyendo ahorros en costos y mayor atractivo para inversores y compradores conscientes del medio ambiente.

La circularidad también ofrece un camino inmediato y accionable. Al reemplazar los combustibles fósiles con fuentes de energía alternativas, como biomasa o residuos industriales, los productores de cemento pueden reducir las emisiones mientras reducen los costos. Reutilizar escombros de construcción como materia prima para nuevo cemento crea eficiencias adicionales. Estas prácticas no solo reducen el impacto ambiental, sino que también reducen costos y crean nuevas fuentes de ingresos. Los principios de la economía circular están demostrando que la sostenibilidad y la rentabilidad pueden ir de la mano.

De igual forma, resulta clave que los métodos de producción más verdes puedan llevar a la creación de miles de nuevos empleos, incluyendo empleos directos, indirectos e inducidos. Por ejemplo, adoptar prácticas de economía circular, como reciclar residuos de construcción y usar combustibles alternativos, requiere mano de obra especializada, desde ingenieros hasta técnicos. Un estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estima que la transición a una economía verde podría generar 15 millones de nuevos empleos netos en América Latina para 2030, con una porción significativa vinculada a la construcción verde y las industrias de materiales.

La región de América Latina está bien posicionada para liderar la descarbonización del cemento. Países como Brasil, Chile y Costa Rica cuentan con algunas de las redes eléctricas más ricas en energía renovable del mundo, ofreciendo una fuente de energía limpia y rentable para la fabricación de cemento. Mientras tanto, startups innovadoras y centros de talento están transformando rápidamente el panorama, introduciendo tecnologías de vanguardia y prácticas sostenibles.

La industria del cemento se encuentra en una encrucijada. Instrumentos como bonos verdes, préstamos vinculados a la sostenibilidad y financiamiento mixto están permitiendo a los productores de cemento acceder a financiamiento asequible vinculado a resultados alineados con el clima. Alinearse con marcos globales, como los objetivos establecidos por la Asociación Global de Cemento y Concreto (GCCA), proporciona un camino claro para que las empresas demuestren su compromiso y atraigan inversiones sostenibles.

Gracias a la disponibilidad de estos instrumentos, la elección es aún más clara y simple: innovar y liderar, o arriesgarse a quedarse atrás mientras la economía global se desplaza hacia la sostenibilidad. Descarbonizar el cemento no se trata solo de reducir emisiones; se trata de construir un futuro donde el crecimiento económico, la creación de empleos y la gestión ambiental coexistan. El momento de actuar es ahora.


El autor Olaf Schmidt es director de Manufactura, Agronegocios y Servicios, América Latina y Europa en la Corporación Financiera Internacional (IFC).

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