Cine / Sucedió entre las doce y las tres (24.00)
Tres años de continuos fracasos de las Naciones Unidas
La polémica de los gobernadores
San Petersburgo como Leningrado
Un millar de 'balseros' se fugan de un campamento de Panamá tras herir a 120 soldados de EE UU
EL MATRIMONIO ARAFAT ESPERA UN HIJO
EL ALCALDE EMPAQUETADO.
Tampopo
Hasta que te bese
Víctor D'Ors, catedrático
Fallece en Madrid a los 87 años el histórico dirigente comunista Enrique Líster
La oposición a Gutiérrez en CC OO estará en la dirección
La amante
Bill Jordan, nuevo secretario general de la CIOSL
El Consejo de Ministros elige nuevo delegado del Gobierno
La historia oficial
El nuevo impuesto de sociedades permitirá a las empresas actualizar costes y rebajar carga fiscal
Oliver Twist
El pianista húngaro András Schiff actúa hoy en el Auditorio Nacional
España envía su portaaviones para apoyar a los cascos azules en Bosnia
La doncella y el mal
La doncella y el mal. Esta obra tiene casi treinta años. Tuvo el Premio Lope de Vega; como tantas otras, se escamoteó la cláusula que hacía obligatorio su estreno en el teatro Español, y la censura la prohibió. Fue una inesperada suerte para el escritor: se fue a Francia, se forzó en el otro idioma, y publica allí felizmente, con buen éxito, sus novelas. Aquí es casi desconocido. En 1991 estrenó Mrs. muerta Smith: tuvo, más que éxito, reconocimiento, y nuestra admiración. Después, Los gatos: lo mismo. Es un autor recuperado, querido. Nada, sin embargo, le va a compensar por sus años de exilio y por su escritura en lengua extranjera. Temo que esta tercera obra que estrena en España, no sea mejor que las anteriores. Se le nota el tiempo: el retrato de la, corte franquista en 1966 no tiene! vigencia en 1994, en que ya necesita pocas metáforas para ser descrito, y pocas claves de vanguardia para poder ser expresada en su decadencia y horror. Se nota también el tiempo pasado en la estructura, en su longitud, en su confianza en la fuerza del diálogo que termina por ser reiterativo, aunque haya que hacer expreso aquí el juicio de que su escritura en castellano es excelente, y su pensamiento claro. Pero tiene valores permanentes. Supongamos que el personaje principal, la doncella, llamada aquí Casandra, aunque a veces recuerda más a Juana de Arco, representa la Verdad, con mayúscula; tratan de reducirla al silencio cortándole la lengua; además, la envían al destierro. Puede representar también al Autor; y al Hombre, y Cristo y Dios, porque hay mucho de auto sacramental laico en esta obra. Y a la Esperanza. No importa la multitud de acepciones: en la mente del hombre, pueden ser una sola, y también el tiempo se percibe en la condición de obra abierta, en la que el espectador debe colaborar (no está hoy con muchas ganas). Este valor de libertad, verdad, etcétera, que es un efluvio permanente en la obra, no deja de ser válido en este momento de descalabro, en el que la Palabra se pierde, o se arrebata o sufre las violaciones continuas de la semántica. En ese aspecto simbólico, naturalmente, los personajes ya no son la corte de Franco; podrían ser otros distintos, pero su revestimiento y sus nombres no corresponden.Tiene también la permanencia de una belleza: la del lenguaje no es solamente de palabras o de sonoridad, sino de conceptos, de idealismos, de aforismos incluso. Con tanta facundia que llegan a cansar.