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Beatriz de Orleans, la princesa que comparte piso y compra en Zara: “Mi título me abre un 4% de puertas y me cierra el otro 96%”

Fue la cara de la casa Christian Dior en España durante más de 30 años. Ahora, es la embajadora del lujo español en el mundo. “Yo no tuve lujos materiales, pero sí el lujo de una cabeza bien hecha”, asegura

Beatriz de Orleans
Martín Bianchi

Cuando llegó a España, a mediados de la década de 1970, Beatriz de Orleans (Neuilly-sur-Seine, 83 años) se alojó durante un tiempo en el palacio de la Zarzuela. Su entonces marido, el príncipe Miguel de Orleans, era hijo del conde de París y pariente lejano de Juan Carlos de Borbón, que en ese momento estaba a punto de convertirse en rey de España. Medio siglo después, la princesa de Orleans comparte piso con un profesor de religión y otro de música en un apartamento señorial en el barrio de Salamanca de Madrid. No se le caen los anillos por hablar de ello. “Estaba buscando casa y no encontraba nada que me gustara. Un amigo me dijo que me alquilaba una habitación y me pareció bien. Más de 10 años después, ahí sigo. Estoy encantada”, explica durante la conversación con EL PAÍS en el restaurante Amós, en el Rosewood Villa Magna. El director del hotel, Friedrich von Schönburg, lo ha abierto antes de la hora habitual solo para ella.

“Mi título me abre un 4% de puertas y me cierra el otro 96%”, apunta la princesa con su fuerte acento francés. En ese 4% están los mejores restaurantes, los mejores hoteles y las mejores tiendas del mundo. Empezó su carrera en el negocio del lujo como periodista para la revista de moda Women’s Wear Daily. Acababa de terminar sus estudios de Ciencias Políticas en La Sorbona cuando John Fairchild, dueño de la publicación, la contrató para cubrir los desfiles de París. Fairchild vio que aquella veinteañera, hija de un conde, tenía estilo, buena conversación y excelente ojo para la ropa.

“Conocí a Yves Saint Laurent, a Coco Chanel… Me encantaba mi trabajo, pero tuve que dejarlo cuando me casé con Miguel. Entonces las princesas no trabajaban, mucho menos como periodistas”, dice. La boda se celebró en 1967, en vísperas de Mayo del 68. Francia estaba cambiando, pero no para el conde de París, que se opuso al matrimonio de su hijo con la aristócrata porque lo consideraba una unión “desigual”.

Beatriz y Miguel de Orleans vivieron en Casablanca y Londres. En 1974, poco antes de la muerte de Franco, aterrizaron en Madrid. “España ha tenido dos épocas nefastas: la Inquisición y el franquismo. Cuando estudiaba Ciencias Políticas, para nosotros Franco era el monstruo. Cuando llegué, no había escritores, ni pintores, ni pensadores, ni filósofos. Los teníamos a todos en Francia”, recuerda. Le sorprendió el nivel intelectual de muchas mujeres de la clase alta madrileña: “Hablaban únicamente de los niños y del servicio. Yo era como un objeto singular. Pero me daba igual. Toda la vida me han criticado mucho. Debo tener una piel de cocodrilo”.

Al príncipe le costaba encontrar trabajo en esa España de transición. “Ya teníamos tres hijos y había que mantener a la familia. Christian Dior me ofreció abrir la firma en España y me dije a mí misma: ‘¿Por qué no?”. Beatriz de Orleans se convirtió en la primera consejera delegada de la maison y en la única princesa en nómina. “También era la única mujer de mi círculo que trabajaba”, añade.

Estuvo al frente de Dior en España durante más de 30 años. Recibió la Legión de Honor de la República Francesa por su trabajo en la casa parisina. Cuando se jubiló, creó la Asociación Española del Lujo, una entidad sin ánimo de lucro que promociona los productos y servicios artesanales de pequeñas empresas españolas en el extranjero. Empezó con tres compañías y hoy hay más de 170 asociadas: desde hoteles como el Puente Romano de Marbella y el Wellington de Madrid, hasta las bodegas Hispano-Suizas, pasando por marcas de moda como la sastrería Santa Eulalia de Barcelona o Castañer de Banyoles.

Orleans, presidenta de honor de la Asociación, viaja por el mundo en misiones comerciales. Se reúne con los presidentes de grandes almacenes como Harrod’s o Fortnum & Mason para que los productos premium de España traspasen fronteras. “Hay muchas empresas pequeñas en España que son excelentes. Yo les abro las puertas en el mundo”, dice. En 2020, Felipe VI le concedió la Orden de Isabel la Católica por su dedicación a este proyecto. La aristócrata acaba de dar una gran fiesta para celebrar los 15 años de la entidad. Entre los invitados estaban la baronesa Thyssen, el exministro Miguel Ángel Moratinos o Javier Tebas, presidente de LaLiga.

“El lujo es sinónimo de excelencia. Puede ser un Rolls-Royce o un bolso de Dior, pero también un buen queso. El lujo es relativo”, explica. “Yo, por ejemplo, nací en la guerra y fui educada en un castillo del XVIII sin agua caliente ni calefacción. A mi padre lo mataron los alemanes cuando yo era muy pequeña. Había muy poca cosa material, pero mucha intelectual. A los ocho años ya teníamos que leer a Voltaire”, recuerda. “El lujo era moral e intelectual. No tuve lujos materiales, pero sí el lujo de una cabeza bien hecha”.

Ahora, a sus casi 84 años, ya no le interesan los bolsos ni los zapatos de marca. “Estoy en una etapa fantástica en la que lo material no me importa. Nunca he tenido dinero y me da absolutamente igual. Con la edad, te importa aún menos”, reconoce. “Mi lujo es tener una familia que va muy bien, viajar o dar un paseo por el parque del Retiro”.

El negocio del lujo ha cambiado mucho desde que empezó a trabajar en esta industria. Ahora los productos suntuosos están al alcance de más personas que nunca. Hay tiendas de Dior o Louis Vuitton hasta en los aeropuertos. “Es un poco triste… Bueno, no sé si es triste. Es la globalización. Ahora es lo mismo en todos lados. Todo es igual”, reflexiona.

Madrid también ha cambiado mucho en los últimos años. Orleans ve muchas caras nuevas en el barrio de Salamanca. “Hay millonarios latinoamericanos por todos lados. Las marcas de lujo viven de ellos. Yo odio llevar algo en lo que se vea una marca o un logo. A ellos, en cambio, les encanta. Todo cambia…”, dice. Ella prefiere comprar en Zara. “A mi edad ya tengo un buen fondo de armario y no necesito mucha ropa, pero voy mucho a Zara. Al principio, a las marcas de lujo nos costó aceptar el modelo de negocio de Inditex. Pero han evolucionado. Amancio [Ortega] es un personaje fascinante. Y Marta [Ortega] ha montado todo el lado cultural. Es muy interesante”.

Conoce a todo el mundo y llama a todos por su nombre. “A Bernard lo admiro mucho”, dice. Se refiere a Bernard Arnault, presidente y director ejecutivo del gigante del lujo LVMH y el hombre más rico de Francia. Trabajaron juntos durante casi tres décadas. “Compró Dior cuando solo tenía 34 años. Tuvo que pedir un crédito. Es muy sobrio: come muy poco, no bebe, es muy tímido y trabaja mucho. Yo debo ser, junto a Sidney Toledano [ex director ejecutivo de Christian Dior], la única persona que se ha quedado en la empresa hasta la jubilación. En LVMH, si no trabajas duro, estás fuera”.

Cuando se separó de Miguel de Orleans, en 1994, fue a ver a Arnault en sus oficinas en París. “Fui a decirle que iba a dejar de ser princesa. Me respondió: ‘¿Y qué más me da? No me digas que vienes a molestarme por eso’. Eso me subió la moral. Al final conservé el título porque el jefe de la casa lo autorizó”, explica. “Ahora, si te digo la verdad, los títulos me dan igual”.

Hace unas semanas, su sobrino, Juan de Orleans, actual conde de París y jefe de esta ex familia real, abogó por recuperar la monarquía para salir de la crisis política que atraviesa Francia. “Eso es imposible. Francia es una república democrática y, pese a lo que digan, va bien. Ahora mismo, en la Asamblea Nacional hay tres bloques con el mismo número de diputados. Es verdad que es imposible gobernar el país sin una mayoría, pero para mí esta es la quintaesencia de una democracia. Eso es la gran democracia”, afirma la aristócrata.

No hay muchas princesas que defiendan la república. Beatriz de Orleans también es única en eso. “Somos una república, pero respetamos nuestra historia y nuestra monarquía más que España. Nunca hemos quitado una estatua de Luis XIV. Es parte de nuestra historia y cultura”, apunta. Siempre que le preguntan por Juan Carlos de Borbón, lo defiende. Más de una vez se ha declarado “juancarlista”. Tiene ganas de leer las memorias del emérito, que se publicarán el 12 de noviembre en Francia. “A los franceses nos interesa la figura del rey Juan Carlos porque es un Borbón. Adora a las mujeres, como cualquier Borbón. ¿Y? En Francia estamos orgullosos de las amantes de nuestros reyes. Nunca un rey de Francia tapó a sus amantes. Los presidentes de la República tampoco han tapado sus historias. Al funeral de François Mitterrand fueron sus dos amantes y estábamos todos encantados”.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
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