Jean d’Orléans, aspirante al trono de Francia, reclama el patrimonio familiar
El litigio enfrenta al aristócrata con la Fundación Saint-Louis, que controla los bienes de la dinastía y quiere cobrar un alquiler al heredero. Entre las propiedades están el castillo de Amboise y la capilla real de Dreux
Se llama Jean d’Orléans, tiene 55 años y ostenta el título de conde de París. Algunos le llaman monseñor o príncipe. Es uno de los aspirantes al trono de Francia: un rey sin corona y sin castillo. Ahora se ha embarcado en una batalla judicial para recuperar el patrimonio familiar. Entre estas propiedades, figuran joyas como el castillo de Amboise, en el Loira, o la capilla real de Dreux, cerca de París, donde están enterrados los príncipes y princesas de la dinastía.
El litigio enfrenta al príncipe —también conocido como Jean de Francia— con la Fundación San Luis, fundada por su abuelo y propietaria de los lugares. El origen es una disputa por la ocupación, por parte de Jean d’Orléans y de su familia, de la llamada Casa Philidor, una residencia en Dreux. La fundación reclama el pago de un alquiler; Jean considera que tiene derecho de uso sobre la casa y denuncia una campaña de hostigamiento contra él y los suyos.
A principios de septiembre Jean d’Orléans; su esposa Philomena de Tornos y Steinhart; y los hijos —Gaston, Antoinette, Louise-Marguerite, Joseph y Jacinthe— hicieron las maletas, las metieron en el coche con el perro, y abandonaron su residencia en la Casa Philidor en dirección a Carcasona, en el sur de Francia, donde Gastón cursa estudios en un internado. La mudanza ponía fin a una década de residencia en el Dominio Real de Dreux. “No es ni un exilio ni una huida”, precisó entonces el príncipe al diario L’Écho Républicain. “Simplemente pongo a mi familia al resguardo mientras se serena la situación”.
Jean d’Orléans, en la misma entrevista, lanzó una batería de acusaciones contra la Fundación Saint-Louis, de la que es presidente de honor aunque, visiblemente, no posee capacidad de decisión. Según el heredero, la fundación aprovechó la pandemia para establecer un protocolo de seguridad que, por ejemplo, le impedía a él y a su familiar entrar en la Casa Philidor por la puerta principal y les obligaba a tomar un camino de ronda. También señaló que se sentía “espiado por una parte del personal” y “por las cámaras de videovigilancia”. Su mujer y sus hijos, dijo, “sufren observaciones desconsideradas y vejaciones casi cotidianas”.
El príncipe reclama un millón de euros por el daño sufrido, según el diario Le Parisien. La primera audiencia debe celebrarse el 12 de mayo. La pelea tiene todos los ingredientes de un culebrón o una serie al estilo The Crown, aunque en un ámbito más pequeño y con consecuencias políticas nimias. Es el último capítulo en la historia de una familia marcada por decepciones y las rupturas.
En los años sesenta se llegó a hablar del abuelo como sucesor del general De Gaulle al frente de Francia. A principios de los setenta, el padre abandonó a su esposa y madre de Jean, la duquesa de Montpensier, por la chileno-española Micaela Cousiño Quiñones de Léon, lo que creó un conflicto familiar que ha dejado heridas.
A las tensiones intrafamiliares se suma la competición con los Borbones, la otra familia aspirante a recuperar el trono desde que el 21 de enero de 1793 Luis XVI fue decapitado en la actual Plaza de la Concordia. El presidente de la República, Emmanuel Macron, sostiene que, desde que Francia cortó la cabeza al rey, nunca ha dejado de buscar un sustituto: Napoleón, De Gaulle o los sucesivos presidentes envueltos en los ropajes y la pompa monárquica.
El historiador Christophe Barret, que conoce a Jean d’Orléans, lo describe como “un príncipe curioso respecto a todo y preocupado por ser útil a su país”. Es él quien “encarna el mismo principio dinástico que en España” y quien “garantiza la unidad y la continuidad”, añade este especialista en España, autor de libros en francés sobre Cataluña y Podemos. Sobre el litigio entre el conde de París y la fundación, subraya que es “un asunto privado” sobre el que no hay “nada que comentar”. Barret es miembro de la Nouvelle Action Royaliste, un movimiento de monárquicos de izquierdas, términos que él no considera contradictorios. “Ser monárquico de izquierdas”, se explica, “es, por ejemplo, poder abordar un debate serio sobre la monarquía como mis amigos en Podemos: les puedo recordar que es en las monarquías constitucionales del norte de Europa donde la izquierda ha podido aplicar más su programa”.
Tradicionalmente se ha asociado en Francia a los Orléans con una visión política más liberal y a los Borbones con una visión más conservadora. Hoy, Jean d’Orléans y el pretendiente rival de 46 años, Luis Alfonso de Borbón —que, en el caso improbable de un ascenso al trono, serían Juan IV y Luis XX, respectivamente—, coinciden en un punto. Durante la revuelta de los chalecos amarillos contra Macron y las élites francesas, ambos expresaron su simpatía con las protestas. Aspirantes a reyes y revolucionarios, unidos en el mismo combate.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.