Sofía de Edimburgo, el arma cada vez menos secreta de la familia real británica, cumple 60 años
Profesional de clase media antes de casarse con el hijo pequeño de Isabel II, quien fue la nuera favorita de la reina ha cimentado una sobria reputación como uno de los ‘royals’ más confiables y con menos escándalos
Sofía de Edimburgo, la esposa del príncipe Eduardo de Inglaterra y nuera favorita de la reina Isabel II, cumple este 20 de enero 60 años en plena consolidación personal como el arma cada vez menos secreta de la casa real británica. Tras su discreta entrada en la familia a finales de la década de los noventa del pasado siglo, en parte por su carácter mesurado, pero también por su posición relativamente menor en la jerarquía monárquica, la duquesa constituye en la actualidad uno de los miembros más activos de la factoría Windsor, con una creciente presencia pública y una sobria reputación de confianza, calma y sin estridencias.
Los cambios sistémicos experimentados por la institución en los últimos años —sin olvidar un 2024 marcado por las ausencias por enfermedad del rey Carlos III y la princesa de Gales— han disparado su perfil y le han proporcionado un mayor protagonismo, que ella misma se ha encargado de reforzar con una diligente implicación en causas históricamente ajenas a la monarquía británica, como el apoyo a las víctimas de violencia sexual en conflicto. Sofía de Edimburgo ha sabido combinar tiaras, banquetes de gala y pompa real con visitas a Irak, Etiopía, República del Congo, Sudán del Sur o el Chad, y es, además, la única integrante de la casa real que ha puesto pie en Ucrania tras la invasión rusa. Un objetivo que ha querido hacer explícito de nuevo con el mensaje que acompañaba unas nuevas fotos oficiales publicadas el sábado con motivo de su redondo aniversario. “Mientras la duquesa espera cumplir 60 años, su alteza real tiene un sentimiento renovado de entusiasmo y compromiso con su trabajo en torno a la igualdad de género y espera seguir adoptando y defendiendo este tema en los años venideros”, explicaba en la publicación en redes sociales que acompañaba las imágenes tomadas por Christina Ebenezer. La elección de la fotógrafa tampoco ha sido casual: “La duquesa de Edimburgo estaba interesada en el estilo creativo de fotografía de Ebenezer y quería apoyar a una fotógrafa en ascenso”.
Si algo ha demostrado desde su primera aparición pública es su capacidad de adaptación. Procedente de una familia de clase media, con un padre ejecutivo en una empresa de neumáticos y una madre secretaria a tiempo parcial, sus orígenes no podrían estar más alejados del universo de palacios y castillos en los que hoy se mueve con total comodidad. Tal era la distancia entre su mundo anterior y el de su marido —el hijo menor de Isabel II— que se dice que, cuando se encontró por primera vez con su futura suegra, esta la consideró anodina y habría declarado que “nadie repararía en ella en un grupo de gente”.
El tiempo demostraría, una vez más, que las primeras impresiones son engañosas. Transcurridos los años, Isabel II la acabaría adorando por su lealtad, discreción y por su pragmático entendimiento de la vida palaciega. Como prueba de su vínculo, era habitualmente ella quien iba con la soberana en el coche cuando la familia real acudía a servicios religiosos durante sus estadías en Balmoral (Escocia) o Sandringham, en el condado inglés de Norfolk.
Pero llegar a ese punto supuso para la duquesa un complejo aprendizaje. Hacerse a su nuevo rol le generó “frustración” y, según ha confesado en el pasado, le llevó tiempo “ubicarse en el mapa”. Acostumbrada a expresar su opinión en su carrera profesional, en la que asesoraba sobre estrategias de comunicación corporativa, no le quedó más remedio que “rebajar expectativas” sobre qué podía hacer y comprender que su rol había pasado a ser más ceremonial. De hecho, su intención inicial cuando se casó era mantener su faceta laboral, pero combinar su pertenencia a la familia real con su empresa de relaciones públicas resultó paulatinamente difícil y le generó problemas, como cuando en 2001 un periodista que se hacía pasar por potencial cliente le grabó desafortunados comentarios sobre destacados políticos británicos. El episodio le enseñó una lección y ha quedado como su única controversia relevante en una trayectoria pública sin apenas meteduras de pata, lo que ha reforzado su fama como uno de los nombres que más confianza genera en una institución sacudida por los escándalos.
En 2002, decidió cerrar la empresa que había fundado con un socio seis años antes y convertirse en trabajadora activa, y a tiempo completo, de la casa real, una extraordinaria transformación para alguien cuyo currículum profesional, previo a su boda en junio de 1999, incluía trabajos como camarera, oficial de prensa para una estación de radio londinense y hasta en un resort de esquí en Suiza, donde conoció a un instructor australiano con el que mantendría una relación sentimental que la llevó a vivir en Oceanía.
Un año después de su plena incorporación al organigrama real, su primera hija, Luisa, nació prematuramente con endotropía, una enfermedad que hace que los ojos se desvíen y que le causó dificultades para ver mientras crecía. La primogénita de los duques de Edimburgo estudia actualmente en la universidad escocesa de Saint Andrews, mientras su segundo hijo, Jaime, está en su último año de Bachillerato en un internado del condado de Oxford, por lo que la pareja reside sola, en compañía de sus tres perros, en Bagshot Park, la residencia en Windsor que Isabel II les había regalado por su boda, junto al título de condes de Wessex.
El estatus del matrimonio en el escalafón mejoró en marzo de 2023, cuando Carlos III les dio el título que su padre había ostentado hasta su muerte en abril de 2021 y que les ha permitido reforzar su papel en el eficiente organigrama decretado por el cabeza de familia desde su ascenso al trono en septiembre de 2022. Si uno de los objetivos del rey es economizar recursos, incluyendo de personal, el decreciente volumen de miembros activos tiene que asumir necesariamente mayor peso y Sofía de Edimburgo ha dado muestras de estar preparada.
La salida voluntaria de Enrique de Inglaterra y Meghan Markle y la forzada del príncipe Andrés por sus escándalos varios habían obligado ya a los demás miembros de la familia a aumentar agenda, pero el cáncer diagnosticado el año pasado al rey Carlos III y a Kate Middleton elevó aún más la necesidad de incrementar tareas. Como resultado, los 257 compromisos de Sofía en 2024 fueron más del doble que los 114 del año anterior, lo que la convierte en la cuarta trabajadora más activa de la institución, por detrás de la princesa Ana, del propio monarca y de su marido.
Lejos de ser puntual, es de esperar que la tendencia continúe en años venideros, dada la afinidad entre los duques de Edimburgo y los príncipes de Gales. Guillermo de Inglaterra está resuelto a que su tío y su esposa jueguen un rol prominente cuando llegue la hora de su reinado y que la confiable presencia de Sofía permanezca como la imagen de estabilidad y sosiego que quiere transmitir la institución.
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