Manuel Filiberto de Saboya se desdice y se proclama jefe de la casa real italiana
El excéntrico heredero al desaparecido trono de Italia cree que su primogénita aún no está lista para ejercer como cabeza de familia y Gran Maestre de las Órdenes Dinásticas. En el horizonte, su deseo de colaborar con la otra rama de la familia que se considera la sucesora legítima
Manuel Filiberto de Saboya, nieto del último rey de Italia, se ha presentado, tras el reciente fallecimiento de su padre Víctor Manuel, como cabeza de familia y Gran Maestre de las Órdenes Dinásticas de la casa real de Saboya. Y eso que hace apenas unos meses había anunciado que cedería estos cargos a su hija mayor, Victoria, en un país sin corona que no reconoce los títulos nobiliarios ni les otorga ninguna relevancia desde 1946, cuando los ciudadanos, en referéndum, eligieron la república como forma de gobierno. El heredero, una figura particular y controvertida en el panorama social del país transalpino, se ha desdicho de sus palabras y ha recordado que el pretendiente al hipotético trono es él y su primogénita, apodada como “la princesa influencer”, nacida en Suiza y estudiante en París, deberá esperar para ocupar su lugar.
Manuel Filiberto de Saboya (51 años, Ginebra) reveló el pasado mes de junio que tenía la intención de pasar el testigo a su hija como cabeza de familia y explicó que la joven, de 20 años, estaba muy feliz con la decisión y preparándose ya para desempeñar el papel de heredera. Pero ahora, en una entrevista con el diario La Repubblica en la que evocaba el regreso a Italia desde el exilio de su padre en el año 2003, ha señalado que sus palabras de entonces se entendieron de forma incorrecta y que su hija es demasiado joven para ocupar el primer puesto en la línea sucesoria. “Se me ha malinterpretado. Victoria está estudiando y tiene que aprender poco a poco, estando a mi lado como yo estuve con mi padre. Soy de la opinión de que se debe dar espacio a los jóvenes cuando alcanzan la madurez adecuada. Así que cuando llegue el momento, cuando yo esté demasiado viejo y cansado para continuar, le dejaré el sitio a ella”, se ha explicado.
Víctor Manuel de Saboya, fallecido a los 86 años el pasado 3 de febrero en Ginebra (Suiza), canceló en 2019, cuando su nieta Victoria cumplió los 18 años, la ley sálica, que durante siglos apartó a las mujeres de la línea de sucesión. “Le hizo un gran regalo. Fue decisión suya, consideró que en tiempos más modernos era necesario adaptar la ley de acuerdo con el Tratado de Lisboa de 2009, que impone a los países de la Unión Europea la igualdad de género y, por tanto, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Viendo lo que ocurre en otras casas reinantes, era acertado garantizar la sucesión a la hija mayor de nuestra familia”, recordaba Manuel Filiberto en la misma entrevista. En ella también ha celebrado que la mayoría de monarquías europeas estarán guiadas por mujeres en los próximos años, y reconocía: “Nosotros no somos reyes y no tendremos reina, pero somos un linaje con mil años de historia, así que es justo que el hijo mayor, independientemente del sexo, sea el cabeza de familia”.
Los Saboya libran desde hace décadas una batalla por el trono de Italia, aunque ya no exista y sea ficticio, con sus primos de la rama Saboya-Aosta. Todo surgió a raíz del matrimonio en 1971 de Víctor Manuel de Saboya, padre de Manuel Filiberto, con Marina Doria, perteneciente a la burguesía y de origen plebeyo, campeona del mundo de esquí acuático. La pareja se casó en una ceremonia civil en Las Vegas primero y en una ceremonia religiosa en Teherán después. El último rey de Italia, Umberto II, padre del novio, no dio su consentimiento a la unión y no estuvo presente en ninguno de los dos festejos. Los Saboya-Aosta denuncian que entonces se infringió una de las disposiciones básicas por las que se regía la casa real, y que consistía en el consentimiento del rey o jefe de la familia a los matrimonios de los herederos. Así que se consideran los legítimos sucesores.
En la boda del rey Felipe y la reina Letizia, en mayo de 2004, Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Saboya-Aosta llegaron incluso a las manos. Sin embargo, sus hijos, Manuel Filiberto y el príncipe Aimón parece que han alcanzado cierta pacificación. El pasado fin de semana, Aimón de Saboya-Aosta acudió al funeral de su tío en Turín junto a su esposa, la princesa Olga de Grecia —a quien conoció en la boda de la infanta Elena y Jaime de Marichalar—, y mantuvo un tono conciliador con su primo Manuel Filiberto, que ha explicado que ambos tienen “muy buena relación”. “Con las nuevas generaciones al frente de las dos casas se encontrará la forma de dejar atrás la polémica y de ponernos a trabajar juntos”, aseguró.
Manuel Filiberto es un personaje muy mediático, popular por sus excentricidades y, en ocasiones, también polémico en Italia. De exiliado a noble, pasando por empresario culinario, showman, diseñador, mecenas, tertuliano, jurado de concursos televisivos, asiduo a los platós de televisión, concursante, cantante o presentador, entre un largo etcétera. En la actualidad, es propietario de algunos clubes de fútbol de divisiones inferiores, explotando todo tipo de facetas para recuperar la estima de los italianos. Se casó con la actriz francesa Clotilde Marie Pascale Courau en 2003, en una fastuosa ceremonia a la que asistieron 1.200 invitados, entre ellos el príncipe Alberto II de Mónaco, los duques de Castro o los diseñadores Pierre Cardin y Valentino Garavani. La pareja tiene dos hijas, Victoria de Saboya, de 20 años, y Luisa de Saboya, de 17. El aristócrata creció en el exilio y pudo regresar a su país en 2002, con 30 años, cuando se derogó la ley que impedía el ingreso al país transalpino a los descendientes varones del último rey.
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