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‘El príncipe que nunca reinó’: la noche y el homicidio impune que condenaron a Víctor Manuel de Saboya

Un documental de Beatrice Borromeo, periodista y miembro de los Grimaldi, escruta en el incidente en el que en 1978 falleció un alemán de 19 años tras dos disparos efectuados por el heredero del último rey de Italia. “Negar la verdad arruinó su vida”, dice de él la directora.

Víctor Manuel de Saboya
Víctor Manuel de Saboya, entre su esposa, Marina Doria, y su hijo Manuel Filiberto, en 2019.

Ya es casi un lugar común que los documentales de las plataformas recuperen asuntos que hicieron correr ríos de tinta hace dos, tres o cuatro décadas. Así que solo era cuestión de tiempo que llegara uno que se ocupara del más oscuro episodio de la vida de Víctor Manuel de Saboya, el hijo del último rey italiano, Humberto II, y considerado una de las ovejas más negras de las casas reales europeas. El episodio: el tiroteo en la isla de Cavallo, en Córcega, que una aciaga noche del verano de 1978 se saldó con la muerte de un alemán de 19 años, Dirk Hamer.

La historia es conocida. Un grupo de jóvenes se quedaron a pasar la noche en un par de barcos en la costa corsa, cerca de la residencia veraniega en el exilio de Víctor Manuel, y este acudió con un rifle a enfrentarse a ellos cuando descubrió que habían usado un bote suyo sin su permiso. El heredero del rey destronado disparó dos veces y acabó en el agua tras un enfrentamiento con el dueño de uno de los barcos, el médico y playboy Nicky Pende. Una bala se incrustó en la femoral de Hamer, que descansaba en una embarcación y que moriría tras 19 operaciones y la amputación de una pierna.

Lo que hace más suculento El príncipe que nunca reinó es que cuente con los testimonios tanto de la familia de la víctima como del propio Víctor Manuel y su hijo Manuel Filiberto. Y eso pese a que tras las cámaras se sitúa la periodista Beatrice Borromeo, aristócrata de cuna, miembro de la familia Grimaldi desde que en 2015 se casó con el tercer hijo de Carolina de Mónaco, Pierre Casiraghi, y enfrentada desde hace años a los Saboya precisamente por esta historia. Su madre, Paola Marzotto, es una de las mejores amigas de Birgit Hamer, la hermana del fallecido, y durante décadas la ha acompañado en su búsqueda de justicia. “Crecí escuchando esta historia”, cuenta Borromeo por correo electrónico. “Dio forma a lo que soy como persona y probablemente me empujó a tener una voz, y si me convertí en reportera después de la Universidad, una gran razón es que quería poder hacer algo frente a historias como esta”.

Beatrice Borromeo, en 2019 en el Baile de la Rosa, en Mónaco.
Beatrice Borromeo, en 2019 en el Baile de la Rosa, en Mónaco. VALERY HACHE (AFP)

La miniserie, disponible en Netflix, confronta la forma en que el incidente sacudió la vida de los Hamer con la manera en que impactó en la de los Saboya. La lucha de los primeros, especialmente la hermana, por llevar a Víctor Manuel ante los tribunales y la de este y su esposa, Marina Doria, por exonerar usando todos los medios a su alcance al heredero que nunca heredó, a quien no se juzgó hasta 1991, 13 años después de los hechos. A lo largo de sus tres episodios, la producción repasa una causa judicial marcada por la desidia de las autoridades francesas a la hora de investigar y por una insolvente instrucción, y donde la defensa consiguió inocular dudas razonables que para nadie existían al principio. Que la noche de autos, además de los dos tiros se escucharan las detonaciones de las salvas que desde otros barcos cercanos se lanzaron para alertar del tiroteo se usó para decir que tal vez hubo más disparos, y el hecho de que en el barco también hubiera una pistola, que se había usado recientemente, combinado con el oportuno extravío del proyectil que mató a la víctima, permitió emitir la sospecha de que tal vez este no provenía del rifle del acusado. Todo, pese a la multitud de testigos, muchos de ellos ahora convocados también ante la cámara, que afirmaron haber oído dos disparos y no haber visto a ningún otro tirador. Víctor Manuel fue exculpado de homicidio involuntario y solo lo condenaron a seis meses por no tener licencia de armas.

Más de una década después, los Saboya pudieron volver del exilio y, una vez en Italia, Víctor Manuel fue detenido, acusado de corrupción y proxenetismo. El asunto quedó en nada, pero en la cárcel lo grabaron contándole a sus compañeros de celda que había engañado a los tribunales franceses. Birgit Hamer pasó años peleando por ver el vídeo. Lo consiguió, aunque no logró que se reabriera el caso, y Borromeo lo publicó en 2015 en el periódico il Fatto Quotidiano, donde entonces trabajaba. Los Saboya pusieron una querella y la perdieron. En 2017, en una entrevista en Vanity Fair tras esa sentencia, la periodista calificó a Víctor Manuel de Saboya de “asesino absuelto por la justicia francesa”, y del hijo, Manuel Filiberto, un rostro habitual en la televisión italiana, dijo que “exprime todo lo que puede su apellido porque no sabe hacer otra cosa”. “He escrito muchos artículos sobre ellos y me detestan”, añadía. “Esta vez, sin embargo, estaba mucho más interesada en quién es Víctor Manuel como persona”, dice ahora.

¿Cómo consiguió que ambos participaran en su documental? “Me llevó mucho tiempo convencer a Víctor Manuel para que se reuniera conmigo”, explica Borromeo. “Le escribí muchas cartas, contacté a todos los que conocíamos en común, y finalmente logré reunirme con su hijo, Manuel Filiberto. Le expliqué que tenía muchas ganas de escuchar su punto de vista, contar todos los aspectos de la vida de este hombre, y que trataría de buscar también momentos de empatía”.

Según Manuel Filiberto, la documentalista le escribió a su padre en estos términos: “He reflexionado mucho sobre la historia de su vida en los últimos años, y comencé a tener la desagradable sensación de no haber sido correcta, de haberla abordado de forma demasiado parcial, de no haber escuchado”. Ambos aceptaron participar, asegura, sin abogados de por medio, preguntas preparadas ni “asuntos acordados” previamente. Sencillamente, su padre “abrió su corazón, sus emociones y las puertas de su casa” porque “no tenía ni tiene nada que esconder”.

En la miniserie se escucha a unos y a otros. Y se muestra de forma tangible cómo los pecados y las tragedias de los padres impactan en los hijos, y más allá. Pero, como sucedía en El fiscal, la presidenta y el espía, el documental que Justin Webster dedicó a la muerte del fiscal Nisman cuatro días después de haber acusado a Cristina Kirchner de conspirar con Irán, que se expongan todas las tesis no significa que no se llegue a ninguna conclusión: sencillamente, la construcción dialéctica del relato invita al espectador a que sea él mismo quien las saque, en lugar de dárselas masticadas. Tanto respecto de la personalidad de Víctor Manuel, que tras negar haber dicho lo que el vídeo muestra que ha dicho, cierra su participación en el rodaje invitando a todos a champán, como respecto de lo que sucedió aquella noche de 1978 y las maniobras que marcaron la causa judicial.

Víctor Manuel de Saboya, en Nápoles en marzo de 2003.
Víctor Manuel de Saboya, en Nápoles en marzo de 2003.ANSA

Dice la directora que con el documental ha cambiado de opinión respecto de los Saboya. “Hoy tengo mucho respeto por la forma en que Manuel Filiberto decidió encarar esta historia para encontrar un cierre. Y también creo que negar la verdad finalmente arruinó la vida de Víctor Manuel, porque nunca pudo pasar la página”. Pero que el impacto de la miniserie ha incomodado a la casa de Saboya lo deja claro el comunicado emitido el jueves por Manuel Filiberto, en el que evita significarse sobre la producción —”el documental está ahí: te puede gustar o no y no quiero entrar en el fondo de esto”, zanja—, pero critica que su estreno haya sido usado para volver a cuestionar la inocencia de su padre, un hombre de 86 años cuya mala salud, dice, “ya no le permite defenderse”.

Borromeo reserva para el final una píldora casi a la manera de esas escenas poscréditos de las películas Marvel en las que se anticipan elementos de próximos filmes, en la que Víctor Manuel habla de otro episodio que involucra a un miembro de la realeza, un arma y un muerto: el del accidente en el que falleció Alfonso de Borbón, el hermano de Juan Carlos I. “Yo estaba allí”, asegura. “Me repitió esa historia a mí ya otros miembros de mi equipo, reconociendo las similitudes entre el incidente del rey Juan Carlos y el suyo propio”, explica la directora. “Creo que lo explicó para que entendiéramos completamente el sistema en el que creció, así que sentí ganas de compartir la misma información con el público”, añade. Y concluye: “No lo hice a la ligera, entiendo lo delicado que es, pero sencillamente es una pieza fundamental del rompecabezas para comprender completamente las elecciones de un monarca que nunca lo fue”. Si Borromeo le dedica en el futuro un documental —otro más— al rey emérito para seguir hurgando en la decadencia y el lado oscuro de las monarquías europeas está por ver. De momento, sí ha anunciado que prepara, junto a su marido y sus cuñados Andrea Casiraghi y Dimitri Rassam, una franquicia cinematográfica, esta en clave épica, sobre los orígenes de los Grimaldi.

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