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Algo huele a podrido en la última familia real italiana

El final del exilio de Víctor Manuel de Saboya fue acogido con comprensión por sus paisanos Diez años de escándalos después, todos le rehúyen Así es cómo un solo hombre puede arruinar la reputación de toda una dinastía

Víctor Manuel de Saboya, paseando a su perro por Gstaad (Suiza), en enero de 2007.
Víctor Manuel de Saboya, paseando a su perro por Gstaad (Suiza), en enero de 2007.ELLIOT (CORDON PRESS)

Hubo que cambiar la Constitución italiana de 1948 para que los descendientes masculinos del último rey de Italia, Humberto II, pudieran volver a poner un pie en el país, que abolió la monarquía al año de concluir la II GuerraMundial. Víctor Manuel de Saboya y su hijo Manuel Filiberto (hijo y nieto de Humberto II, respectivamente) vieron cumplido su sueño de regreso a la patria en diciembre de 2002. La vuelta fue simbólica, porque los dos viven en Suiza, y no pensaban cambiar de residencia, pero los italianos parecieron encantados de poner fin a una prohibición que atentaba incluso contra los derechos humanos. En una sola década, sin embargo, el príncipe Víctor Manuel ha conseguido convertirse en el personaje menos presentable de la realeza europea, no desprovista de ejemplares innobles, y en poco menos que un apestado en su país.

¿Cómo? No todos los días se detiene a un príncipe y se le mete en la cárcel por su presunta implicación en un escándalo de corrupción y proxenetismo, como le ocurrió a Víctor Manuel en junio de 2006. Un caso ligado a un casino de Campione d’Italia, un enclave italiano en Suiza, y construido, como tantos en Italia, sobre la base de conversaciones telefónicas interceptadas por la policía. Un caso del que fue absuelto cuatro años después, pero que dejó gravemente dañada su reputación.

Las conversaciones grabadas (y puntualmente difundidas por los medios de comunicación) de Víctor Manuel con sus socios del negocio del casino proyectaban una imagen tan lamentable del príncipe que le han convertido en un paria social. En ellas aparecía como un tipo aficionado a las prostitutas, soberbio y desagradable. No era el primer asunto turbio en la vida del pretendiente al trono italiano.

Víctor Manuel, que cumplió 75 años el 12 de febrero pasado, había protagonizado ya más episodios escandalosos de los que caben en una biografía normal. Una investigación judicial en Italia por tráfico de armas y un juicio por homicidio en Francia le habían enfrentado a la justicia en los años setenta. El príncipe era intermediario en operaciones de venta de helicópteros a Irán, gracias a su amistad con la familia Agusta, fabricante de estos aparatos, y con el fallecido sah de Persia. De ambos asuntos salió indemne, pero su reputación quedó afectada.

Una cámara oculta le grabó en prisión jactándose de haber engañado a los jueces franceses

Especialmente grave fue la muerte del turista alemán Dirk Hamer, en oscuras circunstancias. Ocurrió una noche de agosto de 1978, en la isla de Cavallo, junto a la de Córcega. Esa noche, una discusión con un compatriota por una lancha hinchable llevó a Víctor Manuel a efectuar varios disparos con su carabina. Aunque nunca llegó a probarse, la hipótesis más fiable es que las balas alcanzaron al joven turista que dormía en una barca en la playa.

El breve encierro de Víctor Manuel en la cárcel de Potenza, en junio de 2006, vino a desenterrar de nuevo este amargo episodio. Una cámara oculta le grabó mientras relataba a sus compañeros de celda cómo había engañado a los jueces franceses, que le habían absuelto pese a que habían sido las balas de su escopeta las que alcanzaron en realidad al joven Hamer. Al principal diario italiano, Corriere della Sera, le faltó tiempo para publicar la transcripción de la conversación. Algo que Víctor Manuel calificó de mero “montaje”. Pero el asunto volvió a resucitar el año pasado, cuando un periódico en Internet, Il Fatto Quotidiano, colgó en su web la grabación de vídeo hecha en la cárcel de Potenza. Un documento algo incomprensible y de baja calidad, pero concluyente sobre la veracidad de lo publicado.

Sucesos que terminaron de erosionar la imagen del príncipe italiano justamente el año 2011, cuando Italia festejaba por todo lo alto el 150º aniversario del nacimiento o unificación del país bajo los Saboya. A la villa de Ginebra no llegaron esta vez invitaciones oficiales, y la presencia de Víctor Manuel; su esposa, Marina Doria; su hijo, Manuel Filiberto, y la esposa de este, Clotilde Coureau, en el Panteón de Roma en marzo de 2011, donde se celebró una breve ceremonia ante la tumba de su antepasado el rey Víctor Manuel II, fue a título personal. El presidente de la República, Giorgio Napolitano, depositó sobre la lápida una corona de laurel, pero pasó de largo ante Víctor Manuel, sin estrecharle la mano. Su hijo, Manuel Filiberto, lo atribuyó, piadosamente, “a que el presidente tenía mucha prisa”.

Lejos queda la afectuosa atención mediática que se les dedicó a los Saboya a su regreso en 2002, con los periodistas apiñados en el aeropuerto de Ciampino (Roma) para inmortalizar el feliz acontecimiento. Y el caluroso recibimiento que le dispensaron el papa Juan Pablo II y algunos políticos que habían peregrinado a su villa de Ginebra en los años del exilio. Al hijo del último rey de Italia se le han echado encima de golpe no ya los años, sino los episodios más negros de su vida. Y es difícil que nadie vuelva a darle otra oportunidad, al menos en su país.

A bofetadas en el Palacio de El Pardo

Las probabilidades de que Italia vuelva a ser un reino no parecen demasiado elevadas, pero la realidad es secundaria cuando se trata de disputas dinásticas. Y los no muy numerosos monárquicos italianos llevan décadas divididos sobre quién es realmente el heredero de la dinastía. Unos consideran incuestionable que ese título recae en Víctor Manuel de Saboya, pero los puristas defienden los derechos de su primo Amadeo de Aosta. La disputa llegó a su punto álgido en 2004, cuando ambos pretendientes al trono coincidieron en Madrid en la boda del príncipe Felipe de Borbón con Letizia Ortiz. Sin mediar demasiadas palabras, Víctor Manuel y Amadeo se enzarzaron en una pelea a bofetones en plena recepción en el palacio del Pardo, para asombro de todos los presentes. A simple vista, podría pensarse que el hijo de Humberto II, último rey de Italia, sería el heredero legítimo, pero los partidarios de Amadeo alegan que el príncipe perdió su derecho al hipotético trono desde el momento en que contrajo matrimonio con una plebeya, la campeona de esquí acuático suiza Marina Doria. Una boda que no obtuvo tampoco el permiso paterno. De acuerdo con las leyes que rigen los matrimonios de los Saboya, ambas circunstancias dejarían fuera de la línea sucesoria al príncipe Víctor Manuel.

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