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Reportaje:

Los Saboya regresan a Italia

Víctor Manuel finaliza 56 años de exilio con una visita relámpago al Papa

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Víctor Manuel de Saboya, descendiente del último rey de Italia, rompió ayer por unas horas el maleficio que ha pesado durante más de medio siglo sobre los descendientes masculinos de la dinastía, retornando a su país con un pasaporte en regla. "La emoción que siento es indescriptible", dijo a los periodistas el príncipe, que llegó a Roma acompañado por su esposa, Marina Doria, y su hijo, Emmanuel Filiberto.

Un sentimiento tan fuerte, después de 56 años de exilio forzado, que Víctor Manuel, convaleciente aún de un accidente de automóvil sufrido hace unos meses en el Rally de los Faraones, ha preferido afrontarlo por etapas.

El gran día del regreso, fijado secretamente para ayer, se limitó a un breve recorrido turístico por Roma a bordo de dos automóviles de la Santa Sede y a una audiencia de 20 minutos con el papa Juan Pablo II. En total, cuatro horas en tierra italiana, o, mejor dicho, en territorio del Vaticano. Toda una paradoja si se piensa que fueron los Saboya los que redujeron a imperio espiritual el imperio terrenal de los papas, conquistando Roma en 1870, lo que repesentó la unificación de Italia.

El hijo del último rey abandonó su país con apenas nueve años, en junio de 1946, rumbo a Portugal

Un acontecimiento tan esperado, éste del regreso de los Saboya, al menos por los monárquicos, que no pasará a la historia por su solemnidad. El avión privado que trasladó de Ginebra a Roma a los tres Saboya aterrizó en el aeropuerto de Ciampino poco después de las nueve de la mañana. Un reducido grupo de seguidores y decenas de periodistas esperaban a Víctor Manuel, que abandonó su país con apenas nueve años, en junio de 1946, acompañando a su madre y a sus hermanas, rumbo a Portugal.

En el exilio se reunieron con su padre, Umberto II, último rey de Italia, que permaneció en el trono unas pocas semanas. Un referéndum, ganado por escasa diferencia por los republicanos, obligó al rey a abandonar Italia, que desde entonces prohibió en su Constitución la entrada en el país a sus herederos. Han tenido que pasar 56 años para que el Parlamento italiano revisara este verano la norma y decidiera suprimirla.

Previamente, el príncipe se avino sin problemas a la condición de jurar fidelidad a la República, disgustando a los nostálgicos de la monarquía, y el mes pasado, a condenar públicamente las leyes raciales firmadas por su abuelo Víctor Manuel III en 1938, en pleno fascismo. Leyes que significaron la condena para toda la dinastía.

"Regreso a Roma después de 56 años y no tengo palabras para describir mis sentimientos en estos momentos", dijo Víctor Manuel, de 65 años, en una rueda de prensa improvisada en el aeropuerto, poco antes de regresar a Ginebra. "Hace sólo 48 horas que hemos sabido que el Papa nos recibiría". De ahí la precitación y la imposibilidad de visitar el panteón, dijo el príncipe, donde están enterrados algunos de sus antepasados. A los monárquicos, que en un comunicado se felicitaron por el "fin del exilio", reclamando que sean repatriados los restos de su padre, Umberto II, enterrado en el extranjero, Victor Manuel les prometió una próxima visita. "A mediados de enero volveré a Italia. Iré primero a Nápoles; después, de nuevo a Roma, y luego, en diversas etapas, visitaré el resto del país", dijo. El príncipe insistió en que sus condiciones físicas no le permitían alargar su estancia en Roma.

El exilio ha hecho estragos entre los seguidores de los Saboya y en la propia familia real. Las relaciones de Víctor Manuel con su primo Amadeo de Saboya no son especialmente afectuosas desde que éste decidiera suplantarle en el escalafón sucesorio. Pero tampoco se respira una atmósfera más calurosa entre el príncipe y sus hermanas por culpa de una disputa sobre cuestiones de herencia, hasta el punto de que ayer sólo acudió al aeropuerto en representación de la familia Sergio de Yugoslavia, sobrino de Víctor Manuel.

Tampoco puede decirse que el pueblo italiano haya dado muestras de afecto especial por los representantes de la dinastía. Instalado en Ginebra, con casas en Gstaad y en Córcega (en la isla del Cavallo), y el único hijo, Emmanuel Filiberto, empleado en un banco suizo, los Saboya no pretenden rehacer su vida en Italia. Pero tentaciones no les faltarán. El príncipe treintañero ha recibido toda clase de ofertas para representar firmas y productos, después de aparecer en un anuncio de aceitunas, e incluso la televisión privada sopesa la posibilidad de encargarle un documental sobre Italia. Pero eso queda para la siguiente etapa.

Víctor Manuel muestra su pasaporte italiano a los periodistas.
Víctor Manuel muestra su pasaporte italiano a los periodistas.AP

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