La comedia de los errores
Pepón Nieto lidera un sexteto de excelentes actores en una revisión ágil y desinhibida, dirigida por Andrés Lima. Un Shakespeare muy vivo, que juega con los misterios que siempre plantea ese eterno dilema que es la verdad
Esta semana la Fundación Casa de Alba inauguró una nueva exposición en el Palacio de Liria en la que se cosen moda e historia con cuadros, trajes y uniformes. La moda en la Casa de Alba es una muestra comisariada por Lorenzo Caprile y Eloy Martínez de la Pera, quien se dejaba llevar por la elocuencia y el entusiasmo enseñando los trajes diseñados por Worth, el primer diseñador de alta costura, para la emperatriz Eugenia de Montijo y repasando las anécdotas y chismes que los perfuman.
Ese vínculo de la emperatriz con la casa de Alba es uno de los atractivos de la muestra. Otro es Cayetana Fitz-James, a quien se le dedica una sala donde se exhiben su traje de novia, diseñado por Flora Villarreal, otra de las revelaciones de la muestra. Trabajó casi en exclusiva para Cayetana de Alba en los años cincuenta. Sus piezas se exhiben acompañadas de un traje chaqueta de Dior y el vestido de novia de su hija, Eugenia Martínez de Irujo, diseñado por Ungaro. El despliegue es un baile cordial de nombres que permite acceder a uno de los palacios privados más deseados del país. Donde los apellidos aristocráticos y los de los diseñadores se suman a los de pintores como Madrazo, Winterhalter, Zuloaga y Sorolla. De La Pera puso el foco en una foto del desfile de Christian Dior celebrado en Liria en 1959, con Cayetana e Yves Saint Laurent como anfitriones. La imagen, tomada en la escalera principal del palacio abarrotada de personas, señores y señoras, en una amalgama que evidencia el espíritu alborotado, hambriento de brillo y glamour que luchaba por sobrevivir en la deshilachada España de 1959. Me pareció ilusión pre-democrática, aunque aún faltaran 16 años para conseguirla.
Sin ser aristócrata, es reina. Ana Obregón despertó emociones y revuelo al llegar a la tercera gala contra el cáncer, organizada por la revista Elle, el pasado martes en el Teatro Real. La vi entrar en la sala previa a la cena, vaporosa en una túnica rosada, diciendo mi nombre con su entonación de estrella superprofesional. Era la primera vez que nos veíamos después de convertirse en madre y abuela y quería decirle que he defendido siempre su valentía, su derecho de recuperar la felicidad tras la muerte prematura de su único hijo. Obregón me besó y tomó entre sus manos, atenta también a la presencia de la investigadora oncológica a la que iba a premiar en la gala. En toda esa inminencia reflexioné levemente sobre las cosas que admiro de ella. Esa personalidad tan bullente como dominante, esa capacidad de estar atenta al detalle que podría asimilarse al de un general napoleónico en combate. Y su supervivencia, que lo demuestra como actriz, presentadora y figura central de una forma de actualidad que atraviesa décadas seduciendo a la audiencia. Quería decirle todo eso, pero ella, que siempre sabe más y tiene más gente a la que saludar, me acarició el rostro susurrándome: “Ya tendremos tiempo para hablarlo todo, mi amor”.
Los discursos durante la gala fueron bastantes largos y eso retrasó la cena. Pero aproveché el momento para disfrutar de Nieves Álvarez y de Ainhoa Arteta, que está entregada al estudio de Cio-Cio-San, la Madame Butterfly de Puccini. Ainhoa se molestó un pelín cuando recordé haberla visto interpretarla en Oviedo sin ocultar su pelo rubio. Arteta se puso muy seria, pero sin perder sex appeal me dijo; “Jamás he osado interpretarla rubia. Butterfly tiene el pelo negro”. Para desatascar el impasse recomendé a mi soprano viva favorita, ver el excelente montaje de La comedia de los errores en los Teatros del Canal. Pepón Nieto lidera un sexteto de excelentes actores en una revisión ágil y desinhibida, dirigida por Andrés Lima. Un Shakespeare muy vivo, que juega con los misterios que siempre plantea ese eterno dilema que es la verdad.
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