La actriz Amanda Bynes ingresa de urgencia en un psiquiátrico
La intérprete fue vista vagando por las calles de Los Ángeles desnuda y desorientada. No es la primera vez que la exestrella infantil entra en una institución de salud mental
Amanda Bynes ha sido ingresada en un hospital psiquiátrico después de vagar desnuda y desorientada por las calles de Los Ángeles. La actriz, de 36 años, conocida por sus papeles en series infantiles como The Amanda Show en Nickelodeon o películas como Hairspray (2007) o Rumores y mentiras (2010), fue vista caminando sin rumbo el domingo por la mañana, según ha informado el medio especializado en famosos y todo tipo de celebridades TMZ.
Según la publicación, Bynes paró a un conductor y le explicó que acababa de tener un brote psicótico, después de lo cual la propia intérprete llamó al servicio de emergencias para informar de la situación. Tras ser llevada a una comisaría de policía cercana, fue atendida por un equipo especializado en salud mental. Este equipo determinó ponerla bajo la tutela de un hospital psiquiátrico a través de un procedimiento conocido por el código 5051, que permite a médicos especializados en salud mental, policías e incluso familiares internar temporal e involuntariamente a individuos que presenten un peligro para sí mismos o para otros. Este procedimiento suele durar 72 horas, pero puede alargarse el tiempo que se considere necesario para estabilizar a un paciente.
La pasada semana, estaba previsto que Bynes reapareciese en el festival 90s Con, un encuentro para nostálgicos de la década de los noventa celebrado los días 17, 18 y 19 de marzo en Connecticut, y que contó con la participación de estrellas de la época como Tori Spelling, Jason Priestley, Jennie Garth e Ian Ziering, protagonistas de Sensación de vivir, o Melissa Joan Hart, estrella de Sabrina, cosas de brujas, entre otros muchos rostros conocidos. Sin embargo, Bynes canceló su asistencia alegando una enfermedad que no especificó.
La actriz californiana comenzó a trabajar en la industria del cine y la televisión a los siete años, y con el tiempo pasó de ser una estrella infantil con un programa a su nombre a convertirse en una de las caras más conocidas de las comedias románticas adolescentes gracias a sus papeles en películas como Un sueño para ella (2003), donde compartía cartel con Colin Firth, o Ella es el chico (2006), junto a Channing Tatum. Su carrera estaba despegando gracias a las buenas críticas cosechadas en algunos de sus últimos trabajos, como el musical Hairspray, en el que interpretaba a Penny, la inocente mejor amiga de la protagonista, papel por el que ganó el Premio de la Crítica Cinematográfica a la mejor interpretación de reparto y recibió una nominación al Premio del Sindicato de Actores en 2008. Sin embargo, en el año 2010, en pleno despegue de su carrera alejándose del universo infantil y juvenil, anunció a través de su cuenta de Twitter una pausa indefinida en la actuación.
A partir de 2012, comenzó a aparecer en los titulares por noticias que nada tenían que ver con su faceta como actriz: posesión ilegal de drogas, tirar un bong con marihuana desde la ventana de su apartamento por la llegada de la policía y numerosos problemas de tráfico por conducir bajo los efectos de estupefacientes son solo algunos de los cargos que la llevaron a los tribunales en pocos meses. Esto, sumado a las imágenes en las que prendía fuego a su pantalón en la entrada de su casa o en las que se rasuraba su popular melena rubia, certificaba de una forma demasiado pública que algo estaba ocurriendo en la vida de la joven intérprete.
Finalmente, en 2013, Bynes aceptó ser ingresada en un centro de desintoxicación y, en diciembre de ese mismo año, sus padres obtuvieron la custodia legal de la artista, que viviría bajo sus cuidados durante unos meses. Un año más tarde, en 2014, acusó a su padre de abuso verbal, físico y sexual a través de su cuenta de Twitter. Meses más tarde, se retractó diciendo que su padre jamás había abusado de ella. “El microchip en mi cerebro me hizo decir esas cosas”, dijo, y aseguró que fue su padre quien ordenó que le pusieran el microchip. Meses más tarde, anunció también en Twitter que le habían diagnosticado un trastorno bipolar. A raíz de todos estos acontecimientos, los padres de la actriz consiguieron su tutela legal. Amanda Bynes se mantuvo alejada de los focos durante un tiempo.
Cuatro años más tarde, en 2018, Bynes reapareció para decir que llevaba sobria todo ese tiempo gracias a la ayuda de sus progenitores. También volvió a utilizar Twitter para disculparse por todo lo que dijo durante sus años de abusos de sustancias: “Estoy realmente avergonzada por las cosas que dije. No puedo volver atrás en el tiempo, pero si pudiera, lo haría. Estoy muy triste por todos a los que he lastimado y sobre quienes he mentido, es algo que me corroe por dentro”. En una entrevista concedida a la revista Paper en el año 2018, la actriz reveló las causas que estuvieron detrás de su declive: el abuso de sustancias como la cocaína y el MDMA, así como la adicción a un medicamento llamado Adderall, un tipo de estimulante que tiene anfetamina y que se utiliza para tratar el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y la narcolepsia (un trastorno del sueño), y que la actriz consumía para intentar bajar de peso. Tanto las disculpas en Twitter como su entrevista en Paper tenían un significado: Amanda Bynes estaba decidida a volver a la actuación y quería demostrar que ya no era la joven promesa que descarrió en 2012.
Sin embargo, en 2019 volvió a ser ingresada en un centro psiquiátrico tras sufrir una recaída. Aparentemente, la presión de anunciar su vuelta había contribuido a empeorar su salud mental. Alejada de las cámaras y los focos, mantuvo de nuevo un perfil bajo, llegando incluso a graduarse en el Fashion Institute of Design & Merchandising, en Los Ángeles, ese año.
En 2022, siguiendo los pasos de Britney Spears, Amanda Bynes solicitó el fin de la tutela de sus padres, que le fue concedido por un juez que determinó que “ya no era necesaria”. “El tribunal determina que ya no se requiere la tutela”, se leía en el fallo. Su abogado, David A. Esquibias, declaró a TMZ que sus padres estaban de acuerdo con ella en que había logrado un “progreso significativo” en el manejo de su trastorno bipolar. Tras la sentencia, la actriz subió una imagen del titular que informaba de la noticia a su cuenta de Instagram, con este mensaje: “Soy un pájaro y ahora puedo volar”. El fin del tutelaje volvía a otorgarle el manejo de su vida personal y de su fortuna, que se estima en torno a seis millones de dólares (unos 5,5 millones de euros).
Pese a todo, los padres de la actriz, Lynn y Rick, no se plantean volver a pedir la tutela de su hija, según ha informado el medio estadounidense TMZ. En estos momentos se encuentran más preocupados por la salud y el bienestar de Bynes por sus problemas de salud mental.
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