El ‘making of’ de un genio: así se hicieron algunas de las mejores fotos de Richard Avedon
La galería FotoNostrum de Barcelona ofrece una mirada excepcional a la trastienda del fotógrafo a través de las imágenes tomadas durante las sesiones por su mano derecha, Gideon Lewin. También se exhiben 13 imágenes originales del maestro estadounidense
¿Cuál es nuestra imagen favorita de Richard Avedon? ¿La del adolescente tejano con la serpiente de cascabel destripada en las manos?, ¿la de Nastassja Kinski con la pitón deslizándose sobre su cuerpo?, ¿la de Dovima con los elefantes vestida de Dior?, ¿la del apicultor desnudo con la piel cerúlea cubierta de abejas?, ¿el retrato de Marilyn Monroe? Es igual, sea cual sea, nadie que admire el trabajo del genial fotógrafo estadounidense (Nueva York, 1923-San Antonio, Texas, 2004), o que simplemente le interese la fotografía, o sienta curiosidad por la historia de este oficio y arte, o por la historia de la cultura en general debería perderse la exposición Avedon, Behind the Scenes: 1964-1980 que se ha presentado este miércoles, 20 de julio, en la galería FotoNostrum de Barcelona con categoría de estreno mundial.
La exhibición (visitable hasta el 2 de octubre) consta esencialmente de 130 fotografías de Gideon Lewin, mano derecha de Avedon durante 16 años, que testimonian excepcionalmente la forma de trabajar del maestro, sobre todo en el campo de la moda, de los sesenta a los ochenta, ofreciendo una mirada íntima a su universo creativo, la trastienda del genio por así decirlo. Son imágenes del making of de las fotos que luego se convertirían en iconos mundiales de la fotografía. Ahí están, documentadas, las sesiones en Japón con la supermodelo Veruschka y luchadores de sumo para Vogue, o las que protagonizó Rene Russo, o las de Anjelica Huston en Irlanda y las de Baja California con Raquel Welch, y las fotos que hizo Gideon Lewin de una masterclass de Avedon de 1967 a la que asistieron Hiro, Lucas Samaras y ¡Diane Arbus! Divertidísima la foto de Avedon inspeccionando los traseros sin broncear de dos modelos con los bañadores bajados y espectacular el retrato del maestro con un águila culebrera volando de su mano enguantada de cetrero. Conmovedores hasta decir basta los retratos de Avedon por Lewin ante las fotos que hizo a su padre enfermo de cáncer terminal y que supusieron recuperar el contacto con su progenitor tras años de mala relación. Y enigmático el retrato del fotógrafo mostrado por Lewin tras una máscara con la cara del propio Avedon.
Una exposición, con una foto del primer Avedon joven rodeado por fotos suyas y que parece ensimismado en su propio talento, o con las del montaje de su célebre exposición en el Metropolitan que marcó un antes y un después en la consideración de la fotografía como fine art, tan llena de polisemia, de significados cruzados, de espejos, que haría las delicias de Susan Sontag. Una Sontag, por cierto, que situó a Avedon entre los grandes maestros que le interesaban en su Sobre la fotografía (Edhasa, 1981) y que recogió como antológica su cita: “Las fotografías tienen para mí una realidad que las gentes no tienen. Es a través de la fotografía como las conozco”. A través de las de Lewin lo conocemos más a él.
La muestra incluye además 13 fotos originales del propio Avedon, entre ellas la de Marilyn citada (de mayo de 1957), otra de Brigitte Bardot y una impagable de Dustin Hoffman en la cama con Anne Bancroft en el set de rodaje de El graduado en 1967 (“¿está usted tratando de seducirme Mrs. Robinson?”: obviamente sí, tontorrón); y una serie de materiales (revistas, imágenes, textos manuscritos) que complementan la inmersión en su mundo. Todo el contenido de la exposición, que ocupa entero el espacio en dos plantas de FotoNostrum, forma parte de la colección privada de la conocida diseñadora de moda Joanna Mastroianni, compañera de Lewin, que muestra además algunos de sus modelos de ropa en la galería. Ella, que es la comisaria, y Lewin han presentado la exhibición, la primera en España sobre la figura de Avedon, y han guiado un recorrido por la misma, llena de anécdotas de primera mano.
Gideon Lewin, con una carrera fotográfica propia tras los años de asistente de Avedon y un aspecto de general Custer que hubiera sobrevivido a Little Bighorn, ha explicado cómo trabajó con el maestro “codo a codo, 24 horas al día”, facilitándole a este su tarea creativa al encargarse él de multitud de aspectos prácticos, desde la iluminación a la impresión de las fotos. “Fui el catalizador de la creatividad de Avedon, resolvía problemas, me encargaba de todo”, ha sostenido tras recalcar que siempre les unió además la amistad. Ha explicado que Avedon tenía estándares muy altos de calidad, y fotografiaba una y otra vez hasta alcanzar la perfección y la belleza. Ha descrito que su trabajo en estudio, que prefería, era muy dinámico, con modelos que no paraban de moverse, saltaban, bailaban; era un trabajo nada estático y había que acompañarlos con la luz. Cada persona que se fotografiaba era tratada como una estrella”. Todo, por supuesto, era entonces analógico.
Mastroianni, con un cierto aire extravagante bajo un aparatoso quepis de charol negro, ha destacado cómo las fotos de Lewin “devuelven a la vida” el estudio de Avedon y testimonian lo que fue esa época trascendental de la fotografía y la cultura. Dividida en diferentes apartados, la muestra documenta como funcionaba el estudio y de qué manera se afrontaban distintas producciones, algunas tan famosas como la mencionada de Japón que requirió 26 camiones de material y 20 días de rodaje para la que fue la empresa más cara de Condé Nast y que dio pie a 26 páginas en Vogue.
Al preguntarle este diario a Lewin por el secreto de la excelencia de Avedon y tras saltar la luz y quedarnos a oscuras unos momentos al mencionar el nombre del fotógrafo, su excolaborador ha respondido: “Era un genio creativo. Siempre buscaba nuevos proyectos y retos. No solo fotografiaba, sino que investigaba nuevas ideas. Su secreto era el cerebro, una mente brillante de creador. Sabía mirar a la vida. Y yo estaba allí para que aquello funcionara”. Ha recordado que Avedon siempre quiso ser retratista, formato en el que era excelso, “pero la vida le llevó a la moda, y la crítica aclamó más esa parte de su trabajo”. Su principal proyecto, ha continuado, fue el de retratar a la gente del Oeste de EE UU, tres años en los ochenta viajando por aquellas tierras duras —en la estela de Walker Evans—, 17 Estados, 700 personas, y fotografiando, fuera de contexto en un sinfín blanco, a gente común y marginal o vulnerable con un aura existencial que casi dejaba ver el tuétano del alma.
Lewin no participó en esa empresa y, de hecho, la faceta de retratista no es la determinante en la exposición de fotos de Lewin, que opta por un Avedon “más alegre” (i.e., los culos de la Baja California). Pero aquí y allá aparece el Avedon más cercano a la experiencia de una Arbus (“con la que eran buenos amigos y a la que él ayudó”). Precisamente de la fotógrafa (nacida el mismo año que Avedon y que se suicidó a los 48 años), contó Mastroianni una historia sobre su relación con Lewin: cuando Arbus publicó su primer portafolio, le regaló un ejemplar a Lewin y este le dijo que mejor lo vendiera también porque ella andaba falta de dinero; así que Arbus le regaló una planta, un ficus. Luego, por supuesto, el primer portafolio de la fotógrafa adquirió condición mítica (y precio acorde). La coda es que el ficus murió una semana después de suicidarse Diane Arbus.
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