El agotador año Bosé
Doce meses en los que el cantante ha sido noticia por todo menos por su música: teorías de la conspiración, un juicio mediático y la muerte de su madre, Lucía Bosé
Este es el año de Miguel Bosé resumido en una selección de titulares de EL PAÍS entre los meses de junio y agosto: Miguel Bosé contra el mundo; Los disparates de Miguel Bosé sobre el coronavirus; Todos los tuits de Miguel Bosé, deconstruidos y explicados: ¿de qué habla exactamente?; Miguel Bosé, la transformación de un ídolo pop en agitador de conspiraciones; Los colegas de Miguel Bosé responden a sus mensajes negacionistas; ¿Podrían ser los incendiarios vídeos de Miguel Bosé una llamada de auxilio?; Miguel Bosé anuncia que deja las redes sociales porque coartan su libertad de expresión. Ha sido un año movidito, qué duda cabe.
Miguel Bosé (64 años) lleva siendo famoso desde hace demasiado tiempo. Eso explica que a nadie se le haya ocurrido que Bosé, este año, haya querido montar jaleo para verse de nuevo en los titulares a la manera de tantas estrellas fugaces o preocupadas por su popularidad sin importarles su origen. Bosé convive con la fama por defecto. No hace concesiones al público, salvo cantar. Por eso cuando la cronología de Bosé empezó a ir en 2020 en paralelo a la del coronavirus, tomando derroteros exóticos, el pensamiento generalizado fue que todo lo que hacía y pensaba Miguel Bosé, el hijo de Lucía Bosé y Luis Miguel Dominguín, lo hacía de verdad, y eso era lo que lo convertía en peligroso: no había show ni muestras de épater le bourgeois, sino una fe incendiaria. No era nuevo, pues entre artistas suelen aparecer pensamientos dislocados, marginales y extremos tolerados con condescendencia por sus fans (Robbie Williams, por ejemplo, dice estar en contacto con extraterrestres). Si bien Bosé ha ido más lejos aún que el propio Williams: para Bosé los científicos, políticos y filántropos que impulsan, fabrican y distribuyen las vacunas del virus son miembros de una conspiración para controlar a la población mundial mediante microchips.
El artista, uno de los españoles más internacionales (ni un artículo sobre Bosé sin la expresión de marras), pasó el confinamiento enjaulado en su mansión de México, leyendo webs y fotos conspiracionistas y nutriendo sus redes sociales de tuits y vídeos que, pasados los días, solía matizar. Así que aclaremos: Bosé no cree que el coronavirus no exista (“el bicho existe y ha matado a mucha gente; fue devastador”) ni es un antivacunas (“me las he puesto en alguna ocasión, cuando he ido a África, por ejemplo; no digo no a las vacunas, sino a esta vacuna. Si nos quieren vacunar a todos obligatoriamente, sospecho que hay algo dictatorial detrás”). Bosé lo que ha hecho este año respecto al virus es confundir y confundirse sobre un asunto especialmente delicado que ha acarreado miles de muertes. En agosto apoyó una manifestación de negacionistas que se posicionaban en contra de las mascarillas (él la usa, dijo hacerlo incluso a pesar de que tiene un justificante que, por razones sanitarias, le exime de hacerlo) y, aunque no acudió a la concentración, escribió junto a la etiqueta usada por los manifestantes el grito, en mayúsculas: “Que nos dejen vivir!”, una frase que le viene como un guante a quien, desde su infancia peleó exactamente por eso, si bien con motivaciones distintas: porque le dejasen vivir como él quisiera alejado del yugo paterno.
“Lucía, con este niño tenemos un problema, no para de leer: es maricón”, escuchó Bosé de su padre cuando era pequeño. Es una frase redonda y perfecta en su repugnancia. Los castigos y la dejación del torero Dominguín hacia su hijo los explica la historia relatada por el propio Bosé cuando, un lunes, salió de su cuarto y se encontró los restos de una fiesta que se prolongaba desde el fin de semana. “¿No voy al colegio hoy?”. “No, hoy no, sigue durmiendo”. Este año, en marzo, falleció su madre, Lucía Bosé. Antes se había anunciado una buena noticia: una serie de televisión en la que Bosé saldría a calzón quitado, sin complejos ni elusiones. “La serie repasará mi vida desde la infancia hasta el día de hoy”, dijo en Variety: “Mi personaje debe ser entendido desde mi infancia, lo que plantea la cuestión de cómo, con todo lo que ha vivido de niño, de adolescente y de joven, logró hacer las cosas que logró. Mi infancia fue muy atormentada, muy solitaria, hermética”.
Entre los asuntos privados a tratar en la serie, uno se resolvió judicialmente en 2020: la demanda de su expareja, Nacho Palau, para que Bosé reconociese la filiación como hermanos e hijos de los mismos padres de los cuatro hijos que convivían con ellos cuando estaban juntos. Un juzgado la desestimó, dándole la razón a Bosé, para quien sus hijos serían sus dos hijos biológicos, y los otros dos de Palau, estableciéndose eso sí un régimen de visitas. En un año sin música y sin escenarios, en 2020 el intérprete de Si tú no vuelves, Amante bandido o Papito ha terminado convirtiéndose en la letra de una de sus canciones.
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