Confianza ciega
En tiempos recios nos aferramos al amor como en las telenovelas de toda la vida
Una buena amiga me confesó algo que le preocupa en estos tiempos tan preocupantes. Y es el futuro de los relaciones públicas, una especie endémica en las grandes capitales hasta que llegó el confinamiento. Muchos depositaban en ellos una confianza ciega para mejorar su forma de promocionarse. Hacían del abrazo, el beso y el apretón de manos un cóctel con el que sellaban un buen negocio. La preocupación de mi amiga es que “ya no te podrás besar, cariño, ni para saludarte ni para despedirte. Tampoco se podrán celebrar fiestas. Si las haces clandestinas, el vecino te puede delatar y te multan. No habrá estrenos, cenas solidarias, entregas de premios. ¿Qué vamos a hacer con todos esos relaciones públicas, cielo? ¿En quiénes depositaremos esa confianza?”.
Todos tenemos que reinventarnos, dijo Macron. Pensé en sugerir que los relaciones públicas trabajaran a destajo para los políticos, ellos siempre necesitan de un experto que colabore en mejorar su exposición pública. Desistí al percatarme que los políticos son ese tipo de profesional que siempre cree tener la razón. Tienen confianza ciega en ellos mismos. Tanta como para saltarse las reglas, como el expresidente Rajoy, que no ha variado su régimen de jogging durante el confinamiento. En el fondo, habría que agradecerle un poquito a Mariano su tozudez gallega porque nos regaló una de las pocas noticias divertidas de la semana. Y confirmó el resurgimiento de una figura antipática, la del vecino que no solo te espía sino que te denuncia. Una figura, por cierto, muy propia de los regímenes enfermizos que ha servido ahora para que Mariano sepa que si vuelve a salir a trotar le caerá una receta en forma de multa.
La idea de la confianza ciega va ganando espacio en el largo confinamiento. Por eso me puso de tan buen humor saber que Ortega Cano, uno de nuestros toreros más televisivos, deposita esa confianza ciega en su esposa, Ana María, pese a que ella no ha dejado de suscitar comentarios con su actuación en Supervivientes, sobre todo su gran amistad con la archirrival de Rocío Flores, que por parte de madre es nieta del torero. Eso no es confianza ciega, es amor, del de toda la vida. Y al que en tiempos recios nos aferramos como lo han venido pregonando las telenovelas toda la vida. El amor nos salvará. Quizás para no hundirnos tanto, Pronto nos ofrece en su romántica portada el testimonio del amor de juventud del papa Francisco. Es el tipo de noticias que puedes confundir con delirios propios del encierro. ¿Puede un Papa tener una novia antigua? Allí está Amalia Damonte, veterana señora, como la llama el semanario, que fue un amor joven con sus bailes y tangos. Amalia parece hoy una señora inglesa, como vestida de pies a cabeza por Mark and Spencer. Hasta mi amiga la confundió con Camilla Parker y comentó que no sentía confianza ciega por el Papa, “porque es un comunista".
Para desviar la conversación, como si fuera un avezado relaciones publicas, propuse revisar los reportajes sobre Elsa Pataky y Elena Ochoa en sus respectivos confinamientos. Elsa estaría en la clasificación hot, porque lo pasa surfeando satisfecha en Australia con sus hijos y la extraordinaria arquitectura física de su marido, Chris Hemsworth. Ochoa estaría en la vertiente cool del confinamiento, ya que lo gestiona en Saint Moritz en la archimoderna residencia suiza que comparte con su marido el arquitecto sir Norman Foster. Calmé a mi amiga diciéndole que entre ambas, quizás, estén los nuevos pilares de la nueva normalidad: amor y confianza ciega.
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