Los secretos políticos y de alcoba de Hillary Clinton
Un documental cuenta la vida de la política demócrata, condicionada por ser mujer, ser señora de y por el escándalo
Una canción de corte punk sirve para abrir el documental sobre siete décadas de vida de quien podría haber sido la primera mujer presidenta de EE UU. El título de la melodía es casi una invitación del grupo The Interrupters a la revolución, a “recuperar el poder” (Take Back the Power), ese que Hillary Clinton nunca alcanzó porque se lo arrebató Donald Trump. “¡Hasta el día de hoy no entiendo qué pasó!", relata una serena Clinton (1947). Atrás quedaba el reconocimiento, con humor, de que en su día, con la herida todavía abierta, había bebido una cantidad considerable de Chardonnay para olvidar.
Por supuesto que la antigua secretaria de Estado acarreará hasta la tumba el peso de haber perdido el asalto a la Casa Blanca, pero si hay algo que le duele todavía más es haberlo hecho contra Trump —“No contra un republicano normal”—. “Ha sido terrible para el país, y cuatro años más pueden ser devastadores. Pensé, es ahora o nunca. No me presento a ningún cargo. Podría contar mi historia. Quizá le interese a alguien”, explica. Hillary siente que, por fin, puede hablar libremente sin que sus palabras la dañen en las encuestas. Otra cosa es que lo que cuente sea nuevo. En Hillary no se sacan cadáveres escondidos en los armarios. La máxima animadversión es cuando la política critica al que fue su rival en la nominación, Bernie Sanders: “Francamente, Bernie me volvía loca. No le caía bien a nadie”. Durante cuatro horas, el documental entrelaza el matrimonio y la carrera política de Hillary Clinton con el feminismo y las guerras políticas y culturales de la última década de 1990 y la primera del 2000. Toda una vida al servicio de una causa política, condicionada por ser mujer, por ser señora de y por el escándalo sexual más famoso del siglo XX.
Con su estreno el viernes 6 de marzo en la plataforma Hulu, Hillary expone al público miles de fotogramas tomados durante la campaña presidencial de 2016, en lo que iba a ser el archivo documental para la posterioridad de la primera mujer en ocupar el despacho Oval. A todo ese material la directora de la obra, Nanette Burstein ha sumado 35 horas de entrevistas con la ex senadora de Nueva York. Hasta un total de 45 personas participan en la cinta. Desde Barack Obama hasta amigos de la infancia pasando por asesores de campaña como John Podesta y Jennifer Palmieri. Por supuesto, está Chelsea. No aparece Donald Trump. Según The Hollywood Reporter, Burstein intentó que estuviera en el reportaje Newt Gingrich, azote republicano en el Congreso de Clinton, y este declaró lo siguiente: “Antes prefiero que me metan agujas en los ojos”.
Bill Clinton habla largo y tendido, incluso cae en el psicoanálisis al lamentar el imperdonable error que cometió al mantener sexo oral con la becaria Monica Lewinsky. Cuenta el expresidente que lo hizo para “manejar la ansiedad”, ya que la presión del cargo le hacía sentirse como un boxeador tras 30 asaltos en el ring. La antigua primera dama relata en el documental que estuvo “semanas” sin hablar a su esposo una vez que admitió lo sucedido. Con franqueza ingenua, Hillary explica que ambos necesitaron pasar por el terapeuta de pareja tras el escándalo.
Se define a sí misma como “la persona inocente más investigada” de Estados Unidos y narra con humor cómo uno de sus asesores en una ocasión se mostró contento porque un sondeo le resultaba favorable, ya que solo un 5% aseguraba odiarla. La respuesta inmediata de Clinton fue: “¿Eres consciente de que eso son 25 millones de personas?”.
A Hillary Clinton siempre se la odia o se la ama. Ella considera que el visionado del documental ha supuesto una experiencia “edificante”, sobre todo para entender por qué la gente ve a una Hillary en la que ella no se reconoce. Asegura que hizo todo lo mejor que pudo con lo que la vida le dio y que cuando apostó por la Casa Blanca no tenía modelos en los que fijarse. Es perfectamente consciente del doble estándar. Del sexismo. De que las mujeres no pueden permitirse lujos como los hombres. Y pone un ejemplo que cuantifica en días: 25. Hillary Clinton ha hecho el cálculo y esos fueron los días que perdió en peluquería y maquillaje durante la campaña de 2016. Ningún hombre emplea ese tiempo en su aspecto. “Boris Johnson se alborota el pelo adrede, Bernie Sanders está desaliñado”, comenta. “La gente me dice que una mujer puede hacer lo mismo y yo les digo, seguro, muéstrenme una”.
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