Top 10 de recetas de No Más Tuppers de Mamá
Digámoslo alto y claro: el bloguerismo gastronómico está dominado por treintones y cuarentones. Gente talludita y previejuna, como yo mismo, que pasó hace ya tiempo por la flor de la edad. Por eso me congratulo de anunciar que los responsables de uno de mis blogs favoritos del momento, No Más Tuppers de Mamá, son tres bebés personas de 23 años.
La frescura, el empuje y la apertura de miras que se le presuponen a la juventud iluminan las recetas de esta web. Pero no se acaban ahí sus virtudes. Sus platos simples a la par que originales, acompañados por recomendaciones musicales, llegan servidos en un envoltorio visual tan pulido como exquisito, a unos 1.000 años luz de la cutrez que por desgracia ha lastrado tantas bitácoras culinarias.
Carlos Román, sevillano residente en Castellón y estudiante de un máster de traducción audiovisual, es el motor del contenido en No Más Tuppers: cocina, fotografía los platos y redacta. El barcelonés Marc Castellví, motion designer en el Atelier, y el leridano afincado en la Ciudad Condal Adrià Pifarré, diseñador gráfico en el estudio AAAA, se encargan de la parte visual, vídeos incluidos.
El trío se conoció en 2010 en Manchester (Reino Unido), donde disfrutaba de una beca Erasmus. “Adrià y yo solíamos quedar para cocinar y comer, así que la afición ya la teníamos”, cuenta Carlos. “Un día compramos un jamón de cerdo por 5 libras y lo preparamos en el horno. Como nos pareció sencillísimo y nos gustó el resultado, seguimos probando y experimentando. En mayo de 2011, ya de vuelta en Sevilla, decidí abrir el blog para juntar dos de mis pasiones, la fotografía y la cocina. Unos meses después, Adrià lo rediseñó completamente y Marc se unió para dedicarse a la edición de los vídeos. Así hasta hoy”.
Aunque el repertorio del blog se inspira en las obras de las madres de los autores -”dándoles una vuelta de tuerca-, otros cocineros “que enseñan a rascar el culo de las cazuelas, desde Jamie Oliver hasta David De Jorge”, o webs como Foodily, el proceso de creación suele ser bastante libre. “Lo que hay en el blog es muy de andar por casa y bastante sencillo. Básicamente, cocino en función de lo que compro y no al revés, como hacía antes. Creo que es importante ver qué producto está mejor en el mercado y, a partir de ahí, pensar cómo prepararlo. Además, nos gusta experimentar. Cuando la cosa acaba en desastre, por lo menos nos echamos unas risas”, explica Carlos.
En su día a día, No Más Tuppers de Mamá debe sortear varios inconvenientes: uno es la distancia entre los autores, que obliga a Carlos a dormir en el “incomodísimo colchón de Adrià” cada vez que necesitan hacer algo en conjunto. Otro, cierta torpeza con los postres con la que personalmente me siento muy identificado. “No es que no me gusten”, dice Carlos, “es que se me dan fatal. No obstante, quiero ponerle remedio y ya he empezado a dar mis primeros pasos. En general veo una progresión en la cocina. No digo que sea bueno o profesional, porque sigo estando bastante verde, pero sí que me he espabilado un poco”.
Otro punto a favor de No Más Tuppers es la presencia de la música en el blog, con sugerencias en las recetas y listas de Spotify. ¿Una prueba más de que la comida es el nuevo rock and roll? “Comer bien siempre ha sido, es y será trending topic”, reflexiona Carlos. “Lo de la música surgió espontáneamente, supongo que porque es un ingrediente más en nuestras recetas. ¡Hay que cocinar con música!”
La única duda que me surge sobre el futuro de este blog es si su nombre no resultará demasiado agresivo contra un acto tan placentero como zamparse un tupper de mamá. “El nombre viene del caso de una amiga de Sevilla, originaria de Extremadura, que siempre se traía tuppers de su madre. Yo le tocaba mucho las narices y acabábamos riéndonos”, explica Carlos. “No decimos que esté mal que tu madre te cocine, simplemente creemos que no hay una satisfacción mayor que coger la sartén y disfrutar de lo que preparas”.
“En 2010, estaba de camarero en Roma y casi me toca quedarme trabajando en Navidad. Mi madre, al comprar el vuelo para que yo no pasara las fiestas solo, ya tenía pensado meter en la maleta un paquete de bacalao con la idea de prepararlo allí de esta manera porque sabe que es la comida que más me gusta de todas las que hace. Para mí, aprender a hacerla ha sido, posiblemente, LA experiencia gastronómica”.
“Mi infancia transcurrió en México, pero mi madre y yo nos volvimos en 1998. En 2006, cuando vino a visitarme mi hermano, que sigue viviendo allí, nos contó que llevaba bastante tiempo probando miles de combinaciones y nunca había conseguido dar con la tecla. Mi madre, que es un cielo, le preparó un bol enorme de asadilla y él casi lloró al probarla de nuevo. Además, es uno de los platos favoritos de Adrià”.
“Llevábamos 12 horas grabando y estábamos un poco hartos. De repente, a uno se le ocurrió hacer un vídeo con esta receta, le dimos al rec y nos dio igual seguir manchándonos. Le tenemos mucho cariño porque es nuestro primer vídeo y por la buena acogida que tuvo. A Marc le gustaron tanto que las preparó para llevárselas al trabajo, donde causaron sensación”.
“Un tío mío tiene prohibidísimo comer este tipo de platos. Un día, le contó a mi madre que él, en Año Nuevo, se deja de gambitas, angulas y besugos —deliciosos, por cierto—, fríe dos buenos huevos con chorizo y se salta su dieta, ya que ese es su significado de una comida especial. Tras leer una entrada en el blog de Lorentzero, me pareció que había que rendirle homenaje a este tipo de preparaciones. Lo del vaso fue una auténtica tontería, lo admito. El nombre lo tomé prestado del gag de Madonna de La Hora Chanante”.
“Me chiflan Los Soprano, así que decidí hacer un guisote italiano. ¿Te has dado cuenta de que comen cinco o más veces por capítulo? Posiblemente, ninguno de mis amigos se pararía a preparar una receta cuya tiempo de cocción es de cuatro horas. Es una pena, porque lleva pocos ingredientes —y baratos— y el resultado es, en comparación con el esfuerzo, impresionante”.
“Estando de vacaciones por Euskadi este verano, visité The Loaf in a Box, donde me trataron genial y tuve la oportunidad de entrevistar a Ibán. El tío controla todos los temas que quieras plantearle y más, da unas respuestas cuya lógica disipa cualquier duda que puedas tener y, encima, es la mar de majo. Por si fuera poco, ¡me regalaron un par de panes! ¿Qué más se puede pedir?”.
“Desde que descubrí las quiches, he vuelto a nacer. Esta me gusta especialmente por la herejía de usar como base berenjenas a la plancha, por el puntito crujiente del brócoli y porque me hizo sufrir bastante, la cabrona. Se tiró en el horno la tira de tiempo por mi culpa, ya que el molde era demasiado alto y le costaba cuajar”.
8. Hamburguesón con aliño de tomate
“Esta fue la primera comida que me hice nada más llegar a Castellón. Le tengo un cariño particular porque, para mí, supone el cambio de comprar en un súper a comprar en un mercado. A partir de aquí, se apoderó de mí la idea de cocinar en función de lo que comprara y no al revés. Por eso y por la sencillez de la receta, que es insultante”.
“Dediqué esta entrada a un bar de tapas de Triana de los de toda la vida cuya especialidad es la codorniz frita. La bordan. Sorprende que haya sitios en los que puedas comer tan bien por un precio irrisorio, y te hablo de no más de 8-9 euros por comensal. Este es uno de esos lugares. El New York Times les concedió un premio y, la verdad, no me extraña nada”.
10. Pseudopudding de aprovechamiento
“Soy un desastre con los postres, así que me sorprendió bastante la facilidad de este y, sobre todo, lo bien que quedó. Versioné tu receta porque tenía justamente los mismos ingredientes y pensé que ya tocaba meter algo dulce en el blog. Lo que más me gusta es la idea de aprovechar aquello que lleva un par de días dando tumbos por la casa. Lo peor es que no dura más de dos días”.
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