Del ponche al 'pumpkin spice latte': bebidas reconfortantes para el invierno
Rompemos una lanza en favor de las bebidas invernales un poco más elaboradas que un café con leche, con un concentrado de chai masala, un chocolate caliente y otras recetas.
Os traigo una reflexión que, probablemente, no habréis tenido nunca (a no ser que penséis mucho en comida, como me pasa a mí): en España se llevan mucho más las bebidas frías que las calientes. Es difícil sacarnos del café y el té negro como mucho, pero en cambio consumimos habitualmente refrescos, zumos, limonada, cócteles, gazpacho -para mi es bebida, no sopa- o incluso café con hielo, cosa que si pides en el resto de Europa hará que te miren con una ceja levantada.
Probablemente se deba a nuestro clima privilegiado, pero aún así, veo necesario romper una lanza -o una cucharilla, para que quede más temático- por las bebidas para el invierno, un poco más complejas que un café con leche. En fin, que ni siquiera tienen por qué ser calientes, pero que te hagan sentir a gustito en casa mirando las calles azules y frías desde el confort de una mantita.
Con la noble y ambiciosa intención de cambiar una tendencia gastronómica, hoy en El Comidista vamos a hablar de las que –creo– son las cuatro bebidas de invierno más populares del planeta (según las estadísticas que me acabo de inventar). Bueno, no sé si las más populares, pero desde luego deberían tener su sitio en las cartas de bebidas de más bares y cafeterías españolas. A favor de nuestra cultura de bebidas calientes he de alabar el culto al chocolate con churros, que obviamente es una elección perfecta y por supuesto he incluido en mi lista. Pero también está bien variar un poco, y poder tomar algo un poco menos pesadito cuando solamente quieres una bebida y no directamente merendar.
Concentrado de chai masala
Seguro que has visto por muchos lado lo de “té Chai”, que suele ser el título que se le da a un té tirando a indio, con especias y ligeramente picante. Bueno, no quiero ser el aguafiestas de turno, pero alguien tiene que decirlo, y estoy dispuesto a inmolarme: “chai” quiere decir “té” en hindi, así que al decir “té chai” realmente estamos diciendo “té té”. La forma correcta de referirse a este té especiado es “masala chai”, que más o menos se traduce como “té de mezcla de especias”. Como todo en esta vida, está mucho más bueno si lo haces en casa con tus propias especias recién tostadas, y lo bueno es que puedes hacer un concentrado y tenerlo en la nevera, listo para diluirlo en más agua o en un poco de leche o bebida vegetal, que es mi favorita personalmente.
En una sartén añade 13 granos de cardamomo verde, dos de cardamomo negro -si puedes encontrarlo, si no más cardamomo verde), dos ramas de canela (unos cinco gramos), 12 clavos y 10 granos de pimienta negra. Puedes variar las cantidades de las especias si quieres destacar alguna, yo a veces le pongo más pimienta para que pique un poquito más. También puedes poner otras que yo no he puesto: anís o hinojo, por ejemplo.
Tuesta todo sobre fuego medio unos cinco minutos, o hasta que sea muy fragante y las especias cojan un poco de color. Transfiere todas las especias a un mortero y machácalas un poco, para abrir los granos de cardamomo y romper un poco la canela. Después, añádelas a un cazo junto a un litro de agua, 45 g de jengibre fresco cortado en rodajas, un poco de nuez moscada rallada y 40 gramos de azúcar blanco (omisible o sustituible por otros endulzantes, como miel). Lleva el cazo a ebullición, baja el fuego, tapa la cacerola, y déjalo infundir 10 minutos.
Pasados los 10 minutos, retira la cacerola del fuego y déjala enfriar cinco minutos. Ha llegado el momento de añadir 25 gramos de té negro. Puedes usar cualquiera, desde las mezclas clásicas como English Breakfast o Earl Grey a variedades puras como el Darjeeling, el más utilizando en India. Deja que infusione, cubierto, cinco minutos, y después cuélalo a un bote y refrigera hasta una semana.
Ponche de huevo
Es una de las bebidas invernales más famosas de los Estados Unidos, pero en España sea da bien poco. El ponche de huevo es prácticamente un batido, con un poquito de alcohol opcional: sus principales fuentes de sabor son las que en inglés se llaman warm spices (especias calientes). Este término agrupa a todas aquellas especias que se asocian con estas fechas del año y que se usan tanto en bebidas como en guisos, y que convierten cualquier cosa que aromatizan en algo reconfortante y calentito. En este caso: canela, jengibre y clavo, la Santísima Trinidad; pero dentro de esta categoría también podríamos incluir la pimienta negra, el anís, el cardamomo o la nuez moscada.
Para hacer el ponche de huevo, empieza calentando 350 ml de leche entera, o cualquier bebida vegetal, en un cazo sobre fuego medio-alto. Ojo, solo buscamos que humee, que no hierva: cuando la leche pasa de 70º C su sabor y aroma cambian, ya no vuelve a ser la misma (pobre). Mientras, separa tres yemas de sus claras y añádelas a un bol, junto a 100 gramos de azúcar, y bátelas con unas varillas hasta que doblen su volumen y adquieran un color más pálido. Una vez la leche esté caliente, añádela poco a poco a las yemas mientras bates, atemperando los huevos despacito para que no se cuajen. Una vez todo esté incorporado, añade un chorrito de extracto de vainilla, vuelve a mezclar, transfiérelo al cazo y ponlo sobre fuego medio. Removiendo frecuentemente, calienta la mezcla hasta que se espese lo suficiente como para adherirse a una cuchara (82 grados centígrados si eres un poco obseso como yo).
Devuelve a la mezcla a un bol, tamizándola por si acaso, y es el turno de los aromáticos: dos gramos de canela molida, tres clavos molidos, tres gramos de jengibre en polvo y un poco de nuez moscada al gusto. Añade también 30 ml de ron, brandy o coñac. Puedes aumentar o reducir la cantidad dependiendo de tu estado de ánimo, 30 ml es bastante poco, solo está ahí para darle un toquecito adulto y no va a ponerte ocioso. Finaliza con 175 ml de nata para montar, que va a enriquecer el ponche y hacerlo cremosito y lujurioso. Mezcla, y ya está listo. El ponche de huevo puede servirse tanto frío como caliente, así que elige la que más te guste, y puedes refrigerarlo hasta tres días.
Pumpkin Spice Latte
Pasar por delante de un Starbucks a partir de septiembre significa ver un cartel en el que pone en letras gigantes: “vuelve al Pumpkin Spice Latte”. Es un clásico de la cadena en otoño e invierno, pero desde luego ellos no lo inventaron. Y su versión, a pesar de incluir la palabra “pumpkin” en el nombre, sabe a todo menos a eso, a calabaza. Sabe a las especias que se asocian con la bebida, la Sagrada Trinidad de la que hablábamos en el ponche de huevo: canela, jengibre y clavos. Pero vamos, que si va a saber a eso, también podría llamarse “Carrot Cake Latte”, que lleva las mismas especias. En fin, divagaciones a un lado, se puede hacer un Pumpkin Spice Latte en casa que lleve calabaza, tomando como referencia esta receta de Morgan Drinks Coffee, que hace poco ganó el Campeonato Estadounidense de Baristas de 2022. Pero nosotros vamos a hacer también el puré de calabaza casero, porque a extras no nos gana nadie (y porque no es muy complicado, la verdad).
Empieza pelando y troceando 250 gramos de calabaza, puedes cocinar una calabaza entera y guardar el resto para una cremita. Añádela a una cacerola con agua fría, y ponla sobre fuego medio-alto. Llévalo a ebullición y hiérvelo durante 15 minutos, o hasta que no oponga resistencia al ser atravesada con un cuchillo. Escúrrela, y después tritúrala en un procesador de alimentos (o con una batidora de mano). Finalmente, transfiere el puré a un colador y tamízalo.
En un cazo, añade 50 g del puré de calabaza, una pizca de nuez moscada, tres gramos de canela, uno de jengibre en polvo, uno de clavos molidos, 25 de azúcar moreno, un poco de pimienta negra recién molida y 500 ml de leche o la bebida vegetal de tu elección. Ponlo sobre fuego medio y calienta la leche lentamente con cuidado de no hervirla. Mientras, prepara café con tu método preferido, idealmente que resulte en un cafe intenso (italiana o espresso). Cuando la leche esté caliente, tamízala, y opcionalmente bátela con unas varillas durante un minuto para darle un poco de textura. Prepara el latte en una taza con las proporciones que tu quieras, y a disfrutar.
Chocolate caliente del de siempre
No todo tiene que ser complicarse la vida en exceso: un simple chocolate caliente es la llave a la alegría en una tarde fría. Eso sí, hay que empezar a ponerse ciertos mínimos: te mereces más que un preparado instantáneo que sabe a todo menos a chocolate, lleva un kilo de azúcar y es más líquido que el agua pura. Yo prefiero -llamadme snob- uno espesito, con sabor a chocolate intenso y dulce al punto justo, sin pasarse de empalagoso: hacerlo es rápido, fácil y sencillo.
Pica 80 gramos de chocolate de cobertura o de fundir, y añádelo a un cazo junto a 350 ml de leche o bebida vegetal, 30 gramos de azúcar, ocho gramos de cacao en polvo y una pizca de sal. Coloca el cazo sobre fuego medio y remueve de vez en cuando hasta que todo se emulsione. Mientras, mezcla en un bol 15 gramos de maicena con un chorrito de leche. Cuando todos los ingredientes del cazo se hayan incorporado, continúa calentándolos hasta que humeen, sin llegar a hervirlo. Una vez esté listo, añade la mitad de la mezcla de maicena y leche, remueve, y cocina un minuto hasta que se espese. El almidón de la maicena no va a gelatinizarse hasta que llegue a una temperatura concreta, así que si no ocurre nada, sube el fuego y continúa calentando el chocolate.
Cuando la magia ocurra, comprueba el espesor y decide si lo quieres más espeso, ten en cuenta que se espesará más conforme se enfríe. Si es así, añade el resto de la mezcla de maicena y cocina un minuto más. Sirve inmediatamente en tazas y, opcionalmente, remata con nata o con nubes (marshmallows) tostadas con un soplete.
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