Diez vinos espectaculares por menos de 10 euros
Los vinos de esta lista son verdaderas joyitas a precio de bisutería; cuestan entre seis euros y casi 10, pero valen muchísimo más. Estás a un descorche de darnos la razón.
El calendario de 2020 no se detiene: si estuviéramos en cualquier otro año eso sería tranquilizador, pero precisamente este da miedo. Es el año más apocalíptico que recordamos las generaciones comprendidas entre los baby boomers y los pandemials (bueno, esta generación aún no tiene memoria). En cualquier caso, lo que yo quería decir es que septiembre ha llegado y con él el drama de liquidar la tarjeta de crédito que te has fundido en agosto; porque mucha pandemia y mucha tontería, pero aquí se sale.
Como es más que probable que en breve nos vuelvan a confinar y encima para entonces estaremos arruinados –o más arruinados–, pero volveremos a beber como cosacos –que me consta que todo el mundo lo ha hecho–, aquí os dejo un listado para que estropeéis vuestro hígado a bajo coste pero con calidad. Total, si sobrevivimos a 2020 será de puro milagro.
La mayoría son vinos jóvenes y sencillos: la entrada de gama de las bodegas que los elaboran. Pero tienen una relación calidad precio que asombra. Y, la verdad, que sean baratos no los hace menos buenos, quizá al contrario.
El Castro de Valtuille Joven 2018
Es la entrada de gama de la bodega Castro Ventosa, en El Bierzo, de la que forma parte el enólogo Raúl Pérez, un tipo con barba vikinga que está metido en mil proyectos vinícolas porque hace vinos muy espectaculares. Pero que sea la entrada de gama no lo empequeñece: no hay que subestimar al vino más barato de esta lista. Está hecho con Mencía, una uva que da una acidez muy rica, que puede recordar a cerezas y fresas –como en este caso– y también a hierbas. A mí, concretamente, este Castro de Valtuille me huele a menta, pero no como un dentífrico, no. En plan muy leve. Es un vino, cómo decir, fresquito, limpio y muy de dejarse beber.
Precio: 5'90 euros.
Albiker 2018
Nos movemos en la misma latitud, pero viajamos hacia el este, a La Rioja; ay, ese riojita bueno. Este es un vino curioso, o a mí me lo parece, porque mezcla la uva tinta más emblemática de La Rioja, Tempranillo, y la uva blanca más emblemática de La Rioja, Viura, y no es un rosado. Es un tinto. Un tinto que parece una chuche, pero tinto al fin y al cabo. Otra vez estamos con que huele a fresa, frambuesas y esas cosas a las que huelen muchísimos vinos tintos. En fin, está muy bueno porque es de Bodegas Altún y esta gente hace cosas buenas.
Precio: 6,90 euros.
Petit Caus Rosado 2019
Can Ràfols dels Caus es una bodega muy winelover del Penedés, entre otras cosas por su imaginería agro-masónica. El Petit Caus Rosado es una mezcla de Merlot, Tempranillo y Syrah cultivadas de forma ecológica en el macizo del Garraf, conocido porque ahí está Sitges. El único defecto que le encuentro es que para ser un rosado es muy poco rosa. Por lo demás, tiene una cosa a la que los entendidos le llaman mineralidad: si dices que es un vino mineral quedarás muy bien. Recuerda a frambuesas y, adivina, a cerezas.
Precio: 7,15 euros
Blanc de Pacs 2019
Parés Baltà es otra bodega sita en el Penedés. Y es muy graciosa porque ahí nadie se llama Parés ni Baltà de apellido: los propietarios son dos hermanos que se llaman de apellido Cusiné. Y son sus esposas, María Elena Jiménez y Marta Casas, las enólogas. Todo un poco enrevesado a nivel familiar, pero hacen grandes vinos de agricultura biodinámica, que es algo complicada de explicar porque se basa en alineaciones planetarias y principios homeopáticos. Y, sin embargo, funciona. El blanco que nos ocupa es su vino más sencillo. La peculiaridad –es que nada es normal en Parés Baltà– consiste en que lleva las variedades tradicionales del cava –Xarel·lo, Macabeu y Parellada– pero no tiene burbujas, porque es un vino tranquilo. Sabe a flores, a peras y manzanas y es un vinazo, como el resto de referencias de esta bodega.
Precio: 7,50 euros.
Aroa Mutiko 2018
Aroa Bodegas es un proyecto navarro de Vintae, una compañía de vinos que hace ídems en 14 denominaciones de origen. A mí me parece una barbaridad esta demostración de fuerza y poderío pero, bueno, allá ellos. Este lo elaboran con Garnacha, que en Navarra da vinos muy –otra vez– frescos y además es una uva que gusta a casi todo el mundo. Aroa Mutiko lleva el sello eco y también el vegano –para elaborar algunos vinos se usan productos de origen animal, por ejemplo, algunos se clarifican con clara de huevo- y además del aroma a cereza quizá puedas encontrarle regaliz. Si no se lo encuentras, no te preocupes: no es obligatorio. Empina el codo y ya.
Precio: 7,90 euros.
Muga Rosado 2018
Bodegas Muga (La Rioja) define este vino como un “excelente caldo que hará las delicias de tu paladar”. Aunque están en su derecho, porque el vino lo hacen ellos, esto de llamar caldo a un vino es muy antiguo y hasta rancio. Tú no se lo tengas en cuenta: el vino está muy bueno. Es una mezcla de Garnacha, Viura y Tempranillo y a mí me da que es -alerta cursi– como beberse el verano. Me huele un montón a melocotones o a un montón de melocotones. Es un vino facilón como pocos, con una acidez muy refrescante y además es un rosado de color rosa. Eso mola.
Precio: 7,90 euros.
Pardas Rupestris Blanco 2018
Yo no sé por qué este blanco es tan barato. Es que no debería serlo. Pero bueno, es una constante de esta bodega, porque el vino más caro de Celler Pardas (Penedés) no llega a los 30 euros. Señal de que somos un país con la economía deprimida y un primer y segundo sector menospreciados. En cualquier nación desarrollada Pardas Rupestris Blanco costaría el doble, o el triple. Es un vino hecho con Xarel·lo, Malvasía de Sitges, Macabeu y Xarel·lo rojo. Tiene una textura maravillosa y a mí me sabe a peras, melocotones y cosas así. Muy top.
Precio: 8,95 euros.
Enrique Mendoza Pinot Noir 2017
Llegamos a la gama alta de la lista con un tinto que no debería funcionar. Me explico: la Pinot Noir es una variedad borgoñona, esto es, de clima fresco y húmedo, pero Enrique Mendoza es una bodega alicantina. A nivel climático, Alicante y la Borgoña se parecen tanto como Badajoz y Tokio a nivel infraestructuras ferroviarias. Sin embargo, el señor Mendoza –el de los vinos, no el escritor– tiene la habilidad de hacer cosas muy ricas con uvas foráneas –también con uvas locales como la Monastrell, que la borda–. A mí este vino me huele a violetas y frutas rojas. Y queda muy extravagante beber Pinot Noir alicantina.
Precio: 9,90 euros.
El Inquilino Viura 2018
Viña Zorzal es una bodega navarra que mola mucho. Mola por sus vinos nítidos y directos, por el diseño de sus etiquetas y también porque son muy simpáticos –o lo parecen por correo electrónico–. En este caso, molan porque este Inquilino –tienen dos Inquilinos más– lo elaboran en La Rioja y no en Navarra (no es un gran viaje, pero bueno). A mí me recuerda a cítricos y a flores de árbol, de esas que se huelen cuando vas por el campo en primavera. Si vives en una ciudad no tendrás esa referencia olfativa. Es una pena que no puedas vivir en el agro pero, mira, puedes comprarte este vino.
Precio: 9,90 euros
Forlong blanco 2018
Esta es otra bodega enrevesada. No por la relación familiar de sus miembros -son pareja y ya está- sino por el origen de su nombre. Resulta que la finca contiene un pago llamado Forlón en honor de su antiguo propietario, un inglés de apellido Furlong. Total, que cuando Rocío Áspera y Alejandro Narváez se hicieron con la propiedad, para acabar de complicar el asunto nominal, decidieron llamar a su bodega Forlong, palabro que en inglés significa “por mucho tiempo”. Estas cosas solo pasan en Cádiz. Este blanco suyo está hecho con Palomino Fino y Pedro Ximénez, pero no os asuste esta últimahatersdel vino dulce: Forlong Blanco es un vino seco. De hecho, tiene un punto salino y mineral y otro punto como a frutas tropicales. Dos puntos que, combinados, son siempre a favor.
Precio: 9,90 euros
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