_
_
_
_

Trucos de vagos ingeniosos para evitar fregar

Comer directamente de la cazuela, forrar los platos con plástico transparente o lavarlos con manguera en la terraza: para el perezoso todo vale con tal de evitar la aburrida tarea de pasar por el fregadero.

Esto no es nada
Esto no es nadaPIQSELS
Carlos Doncel

Fregar es de las cosas más aburridas que existen, solo comparable con hacer la declaración de la renta o unas segundas elecciones. Por este motivo han surgido numerosos flojos del fregado, auténticos perezosos que han desarrollado todo un sistema de higiene alimentaria donde no tiene cabida el estropajo. Y ya sea en un piso compartido o en un solitario estudio, hay quienes idean artimañas mientras esperan la gloriosa venida de un lavavajillas que ponga fin a su desdicha.

En España, los afortunados que disfrutan de un friegaplatos en casa representan el 54,8%, según el estudio SPAHOUSEC II publicado por IDAE en 2019. Este informe también señala que la media de uso de este electrodoméstico está en 1,2 veces por semana, lejos de la tarea diaria de fregar a mano. Y además de evitar esfuerzos, el ahorro de agua es de hasta 30,6 litros al día, tal y como recoge el Canal de Isabel II en este artículo científico.

Pero aún quedan algunos que no gozan de las virtudes del lavavajillas y que además tienen fobia a las bayetas. Son esos vagos que utilizan platos de plástico o aquellos a los que la flojera les ha agudizado el ingenio. Aunque en definitiva el fin es el mismo: no fregar. En el artículo de hoy recogemos el testimonio tanto de los que han puesto en práctica estos trucos, como de testigos que los han presenciado. Toda una lección de cómo es posible vivir sin mancharse demasiado las manos de Fairy.

Los clásicos de toda la vida

Enrique Felipe, profesor de matemáticas de 40 años, lleva 12 sin querer pasar mucho tiempo en el fregadero. "Me como las lasañas y los canelones del Mercadona directamente del envase desde que me independicé", afirma Felipe. El suyo es el nivel más básico del que no quiere lavar los platos, lo más elemental. "De esta forma no malgasto tiempo y esfuerzo. Cuando termino, tiro el recipiente a la basura", comenta. Es muy fácil empatizar con él. A muchos también nos ha invadido la desidia y hemos engullido la pizza precocinada sobre el plastiquete en el que venía. Reconozcámonos pecadores.

Otro de los clasicazos es comer con vajilla y cubertería de plástico (la blanca y endeble, la típica de los cumpleaños). "Me encontraba mal de la pierna y no podía estar de pie fregando mucho tiempo, así que compré platos y tenedores desechables", intenta justificarse Julio Soto, de 23 años. Su experiencia tiene mucho que ver con la desgana y poco o nada con el respeto por el medio ambiente. "Compré tres paquetes porque así tenía 30 unidades, lo justo para echar el mes", recuerda este onubense que trabaja en la multinacional Accenture.

Tú no friegas pero el planeta te odia
Tú no friegas pero el planeta te odiaFLICKR

Aunque también hay otras técnicas que, si bien no te eximen del acto de fregar, al menos sí agilizan el proceso. Carlos Alayón, estudiante de máster de 22 años, aconseja zamparse lo que sea en la misma olla o sartén. "Lo hacía sobre todo en primero de carrera, que tenía clases por la tarde y siempre me retrasaba", explica Alayón. Para ahorrar tiempo y futuros suspensos, este tinerfeño "comía la pasta o las gachas en el mismo cazo donde las cocinaba". Esta es una buena sugerencia siempre que el recipiente de cocina en cuestión sea antiadherente, de lo contrario te vas a hartar de comer macarrones con una espátula.

Precisamente para no quitar luego la pasta con la misma espátula, la Organización de Consumidores y Usuarios señala en este artículo la importancia del color del estropajo (sí, yo tampoco había caído en eso). Recomiendan el azul para superficies delicadas, el verde para manchas en general, y el negro para casos más complicados, como las rejillas de los hornos o la parte inferior de las sartenes. Además, en el mismo texto hacen una comparativa entre las distintas marcas de detergente, y señalan cuáles son las mejores en relación eficacia-precio (SPOILER: Fairy es la que más platos limpia). Es obvio que con estos consejos vas a tener que pringar, pero al menos facilitan la tarea y se evitan daños en los utensilios de cocina.

Creatividad moderada

Ante el trauma que representa para algunos un fregadero, hay quien decide echarle un poco de creatividad al asunto. Pero solo un poco, sin pasarse. Es el caso de personas como Julia Melchor, publicista de 24 años, que cree que la solución es poner papel film o de aluminio encima de un plato. "La clave está en colocar el papel de forma que no se pueda romper. Te sirves encima y, cuando terminas, solo tienes que tirarlo a la basura", recomienda la emeritense.

Un poco más fino aún es lo que pudo presenciar Jesús Cepero en su época universitaria. "Tuve un compañero de piso que tenía asignados cuatro o cinco vasos, y usaba cada uno de ellos para una bebida concreta. Tenía uno para el agua, otro para la cerveza y otro para el café, por ejemplo". Brillante. Un movimiento estratégico al alcance de muy pocos. "Claro, si solo bebía él y encima los utilizaba para lo mismo siempre, al final pierde sentido lo de fregar", razona este periodista gaditano de 22 años.

Siempre puedes enseñar a fregar al gato. via GIPHY

Pero no creamos que este fenómeno se reduce solo a España. La flojera freguil no conoce límites ni fronteras. Da fe de ello la compañera Mònica Escudero, quien presenció en China cómo en los puestos callejeros servían malatang (una especie de sopa con aceite megapicante) sobre bolsas de plástico: "En Beijing, en el barrio de los Hutongs, hay un montón de establecimientos muy indies, de esos que no tienen Instagram ni agua corriente dentro del restaurante". Obviamente, con este panorama es altamente improbable que te pongan el malatang en una vajilla de porcelana de la dinastía Ming. "Los dueños de estos locales solventan el problemilla de no poder fregar platos envolviendo estos en bolsas de plástico fino, que después tiran", recuerda mientras jura que volvió del viaje sin ninguna enfermedad gastrointestinal.

Este tipo de prácticas, además de provocar arritmias a cualquier inspector de sanidad, resultan muy perjudiciales con el medio ambiente. "Acciones así son totalmente contraproducentes. Se puede ahorrar tiempo, pero estamos viendo las consecuencias que tiene en el mar el uso excesivo de plásticos, por ejemplo", opina José Carlos González, responsable de sostenibilidad y responsabilidad social en CCOO. "Lo ideal en el fregado es siempre utilizar la mínima cantidad de agua posible y no abusar del detergente", sugiere González.

Nivel destroyer (se recomienda no hacerlo en casa)

Existe la vagancia hecha carne. Lo máximo que un ser humano es capaz de tolerar con tal de no tocar una bayeta. El ejemplo está en casos como el de José Manuel Valencia, que hiela la sangre a cualquiera con un mínimo sentido de la higiene. "Mis compañeros de piso y yo nos duchábamos en el gimnasio, por eso decidimos acumular en nuestra bañera toda la vajilla sucia", confiesa este entrenador personal de 23 años. "Cuando veíamos que ya no cabía nada más, entonces echábamos Fairy y agua muy caliente para quitar los restos de comida. Y así durante todo un año", comenta. Doce meses en los que el desagüe del baño acabaría más atascado que la M-30 a las 8 de la mañana.

Sin embargo, los hay que quieren ir un poco más allá. "Teníamos muchos exámenes y la cocina del piso estaba descuidada. Como además estábamos estresados, le propuse a mi compañero romper algunos platos sucios en el patio", relata Juan Antonio Castro. Y no acaba ahí: "El resto los pusimos en el suelo, le echamos Mistol desde arriba y cogimos la manguera. Apreté con el dedo para que saliera el chorro fuerte y la verdad que quedaron limpitos casi todos". La holgazanería y la lucidez fundidas en un patio sevillano.

Juan Antonio no contempló esta opción. via GIPHY

En un gesto de humildad, este ingeniero de telecomunicaciones de 25 años resta importancia al hecho y reconoce que, aunque se le ocurrió a él, fue su amigo quien le dio el apoyo necesario. "Siempre digo que el mérito de los grandes movimientos no lo tiene el de la idea original, sino el primero que la secunda, el que le da validez", reflexiona filosóficamente Castro.

Pero, ¿merece la pena tanta parafernalia?

Solo el trajín de llevar y colocar todos los platos en el patio ya supone un esfuerzo. Y no digamos lo antihigiénico de la bañera o lo enrevesado de los vasos. Fregar puede provocar episodios de pereza a cualquiera, sí, pero es quizá lo más rápido y limpio. Cualquiera de las experiencias recogidas suponen al final un sobreesfuerzo, que se evitaría con pautas que agilizan el fregado como la elección correcta del estropajo o del detergente.

O con técnicas como esta. via GIPHY

Además están, como es obvio, las consecuencias medioambientales que tiene el uso desmedido de envases plásticos. "No es nada sostenible abusar de estos recipientes de un solo uso. Tienen un impacto duradero en el medio ambiente", advierte Enrique García desde el departamento de comunicación de la Organización de Consumidores y Usuarios. A este respecto, señala que la Unión Europea ha prohibido la venta de estos utensilios desechables a partir de 2021 por los daños ambientales que causan. "El tener días vagos y sustituir una vajilla de loza por una de plástico tiene una repercusión en la naturaleza de entre 100 y 1.000 años. No nos paramos a pensarlo, pero es así", sentencia García. Así que más nos conviene fregar, o entre todos los flojos acabarán con el mundo en el que vivimos.

¿Conoces algún truco para no fregar (o para fregar menos)? ¿O alguna guarrerida que se hiciera en el algún piso en el que viviste? Confiésate en los comentarios.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Carlos Doncel
Periodista gastronómico en El Comidista, doble graduado en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad de Sevilla y alto, muy alto. Le encanta el picante, la cerveza, el cuchareo y las patatas fritas de bolsa. Cree que el cachondeo y el rigor profesional son compatibles y que los palitos de cangrejo deberían desaparecer.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_