La Navidad no es lo que engorda
Seis comidas navideñas al año deberían afectar muy poco a nuestro peso. Si atendemos a los estudios sobre el tema y ponemos el foco en lo que comemos el resto del año, entenderemos por qué.
Aunque me leeréis en diciembre, estoy escribiendo esto el 16 de octubre. Porque hoy mi supermercado de cercanía -lo de “de confianza” lo dejaremos para los que se lo merezcan – ha colocado la típica góndola que contiene esa clase de chucherías que esperamos ver en la mesa durante la Navidad.
A dos meses y pico de los fastos tenemos turrones de 30 tipos, tortas imperiales, mazapanes, polvorones, bombones y guirlaches en cantidades industriales: más que una góndola, parece que estás delante del Arca de Noé. La variedad también es comparable al tamaño de la colosal embarcación… ¿sabías que existía un turrón de chocolate con churros? Yo no. Así que si ya hay turrones durante las fiestas del Pilar ¿porqué no iba yo a escribir ahora sobre lo que se come y deja de comer en Navidad?
Una celebración que ha quedado muy desvirtuada de antaño en el aspecto gastronómico. Me refiero a cuando -por ejemplo hace 40 años-, se compraban ingredientes más o menos exóticos para honrar nuestras mesas, paladares y agradecidos estómagos. En mi infancia el ecosistema natural -y exclusivo- de los langostinos era la Navidad; y la piña una fruta que solo se veía aparecer por las fruterías en esa época del año. No había más.
El supermercado global (y barato)
Hoy no. Para lo bueno -y quién sabe si también para lo malo-, los langostinos son un producto perfectamente asequible y adquirible en cualquier momento del año, igual que la piña, el mango, las pintadas o lo que sea. Dependiendo de la edad se pueden cambiar estos productos por los que residan en vuestra propia memoria gastronavideña: besugo, bogavante, confit de pato o langosta. Da igual, ya no hay que esperar a las navidades para poder degustarlos: incluso es mejor alejarlos de estas fechas, cuando la ley de la oferta y la demanda hace muchas veces estragos en sus precios. Y eso no es lo único que ha cambiado.
Esa Navidad desaparecida tenía otras características que justificaban la clásica y famosa preocupación por el aumento de peso. Hace esa pila de años, la dieta de los españoles de a pie no era especialmente rumbosa en lo cotidiano, y por eso la Navidad podía suponer un verdadero momento de desfase gastronómico, aunque dicho desfase solo quedara en evidencia por contraste con el resto del año.
La báscula, el clásico protagonista
Hoy, el que ha ganado en desfase es nuestro comportamiento dietético diario. Disponemos de una amplia variedad de productos que antaño eran inalcanzables, y además también todo es por lo general más asequible, tanto los -ya no tan- ‘nuevos alimentos’, como los de siempre. Para darnos cuenta de lo asequible que es hoy comer -lo que sea- frente a otros años, solo hay que tener en cuenta este dato: en los años setenta los españoles destinábamos cerca del 40% de nuestro gasto a la alimentación, y hoy le dedicamos menos del 20%. Si vamos aún más atrás, veremos que este gasto, en la década de los años 30, era de más del 60%.
La parte de la población que sigue poniendo el grito en el cielo sobre las consecuencias de la Navidad en su peso, en realidad está haciendo luz de gas al verdadero problema: su estilo de vida habitual. Ese es el verdadero causante de ese sobrepeso, en el que las fiestas navideñas no hacen más que un chaparrón cayendo sobre mojado. Sobre muy mojado. Así que, tal y como está el panorama, es bastante lógico pensar que la evolución del peso de muchas personas no depende demasiado de que la variable ‘Navidad’ forme parte de su vida.
Si echamos la vista 50 años atrás y comparamos nuestro actual comportamiento alimentario con el de entonces, veremos en el de ahora muchas similitudes con lo que se hacía en aquellas navidades de hace medio siglo. Con una importante diferencia: ahora ese patrón dura 12 meses; con o sin espumillón, villancicos o cuñados que medien, vivimos en una constante Navidad alimentaria.
El incremento del peso en la edad adulta parece algo inapelable, al menos con datos poblacionales en la mano. Sin embargo, en ese aumento de peso las variables navideñas o vacacionales no desempeñan un papel tan importante como se suele creer, como demostró este estudio en el que vemos que se gana más peso a lo largo de todo el año que en concreto durante la Navidad. Otro estudio de revisión aún más reciente concluyó que, a pesar de que hay algunos indicios de que los periodos vacacionales terminan por influir en un aumento del peso, no se puede extrapolar a toda la población.
De entrada porque entre los niños y los adultos más jóvenes no hay suficientes estudios publicados. Entre los adultos parece que sí hay datos para contrastar un incremento del peso entre los adultos, incluso entre aquellas personas que previamente seguían un tratamiento para adelgazar. Concretamente aumentos de entre 400 y 900 gramos por periodo vacacional, unas cifras muy alejadas de los 2 a 4 kilos que popularmente se atribuyen como propina navideña en la báscula.
Conclusión
Si te preocupa el peso que vas a ganar en Navidad, tienes dos problemas. El primero, que probablemente este ya siga una línea ascendente, y la Navidad te hará subir algún peldaño en ella. El segundo, pensar en la Navidad como en ‘el problema’, lo que te hará retrasar en el tiempo una verdadera estrategia encaminada a controlar ese peso. Cuanto antes cambies el chip, mucho mejor para ti y para tus objetivos.
Así que en lo relativo a los excesos gastronómicos, esta Navidad es idéntica a las de los últimos 20 años: un día de la marmota en bucle sin que nosotros podamos hacer nada para remediarlo. Toma ya las riendas y deja de pensar en el temible aumento de peso. Aún te quedarán las resacas poscelebración, las cenas de empresa, los empachos y, ya que estamos, que si las mismas discusiones. Al final, cuando llega la fecha, todo empieza como en El día de la marmota: con un previsible e inevitable ‘I got you babe’, convertido para la ocasión en un irritante villancico.
Desde las fiestas del Pilar, pero de todo corazón: Feliz Navidad.
Juan Revenga es dietista-nutricionista, biólogo, consultor, profesor en la Universidad San Jorge, miembro de la Fundación Española de Dietistas-Nutricionistas (FEDN) y un montón de cosas sesudas más que puedes leer aquí. Ha escrito los libros “Con las manos en la mesa. Un repaso a los crecientes casos de infoxicación alimentaria” y “Adelgázame, miénteme. Toda la verdad sobre la historia de la obesidad y la industria del adelgazamiento” y -muy importante- es fan de los riñones al jerez de su madre.
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