Las cuentas de comida más locas de Instagram: bienvenidos al otro lado
En Instagram no todas las cuentas de comida son reductos de color, platos deliciosos, mesas impecables y felicidad. También las hay que parecen venidas de otro mundo.
Instagram se ha convertido en una utopía gastronómica, un mundo de luz y de color foodie en el que toda la comida desprende polvo de ángel, la luz más diáfana se posa en boles de frutas tropicales y los pancakes se dejan querer por chorros reparadores de miel. Por suerte, en la aplicación también hay cuentas rebeldes que le dan la vuelta a la comida operando desde los márgenes de la cordura. Sin red. De todo hay en la viña del Señor, dicen, e Instagram no es para menos. Estas son algunas de las cuentas de comida más locas que he encontrado.
Si pensabas que todos los años invertidos en dibujar penes en los Post-it de la oficina te habían convertido en el Leonardo da Vinci de tan concurrida tendencia pictórica, será mejor que no accedas a esta cuenta, porque el bofetón de realidad te bajará los humos de golpe.
El responsable de esta marcianada también se ha pasado media vida dibujando manubrios, pero no en un papel amarillo, sino en el café. A pulso. Todas las mañanas, nada más levantarse, Dicklatte conjuga su faceta de ducho barista con su fanatismo por los falos. Y pone todo su empeño para que cada nueva entrega, cada nueva taza, sea diferente. Penes en forma de tiburón. Penes inhiestos que eyaculan con ferocidad. Penes psicodélicos. Trazo milimétrico. Pulso excepcional. ¿Y el café? Siempre con leche.
¿Hay algo más antifoodie que la comida de avión? La dieta de Kiko Rivera sería lo que más se le acercaría. No obstante, Instagram no se olvida de esta subcultura culinaria. Estamos acostumbrados a ver fotos vacacionales de amigos que no se resisten a retratar las aberraciones culinarias de su vuelo. Odiamos la comida de avión de forma irracional. La tememos.
En este clima hostil, hay que celebrar propuestas como Inflightfeed, una aproximación a la comida de avión valiente, exenta de prejuicios. El grueso de la cuenta muestra las comidas más apetecibles de avión que existen y resalta las compañías aéreas con mejores fogones. En Inflightfeed imperan las críticas entusiastas y los pasajes caros, evidentemente. Esto es la crema de la gastronomía aérea, una margarita en un estercolero. ¿Soy el único que está deseando que nuestro héroe coja un avión de Vueling de una maldita vez?
Seguramente es la cuenta de comida sin comida más sabrosa de Instagram. Me explico. Aunque muchas fotos te pidan a gritos que les hinques el diente, nada de lo que verás en ellas es comestible. Cualquier objeto le sirve a Kristina Lechner para integrarlo en composiciones que emulan jugosos platos de comida. Trampantojos radicales. No comestibles. Sandwiches de pavo hechos con alpargatas y un sombrero de playa; hamburguesas de esponja y papel; nigiris de goma de borrar e hilo; una coliflor hecha con bastoncillos de las orejas... Y lo mejor: la mayoría de estos no-platos tienen mejor pinta que mucha de la comida real que la gente postea en Instagram.
Meryl Streep tuvo su época dorada, pero seamos honestos, actualmente no pasa de ser la tía-abuela soltera fan de Grateful Dead que todos querríamos tener. No obstante, en Instagram hay una persona cuya devoción irracional por la Streep se confunde con su filia por la comida basura, en un colocón de Photoshop no apto para retinas impresionables.
Tasteofstreep se ha especializado en burdos montajes visuales con la actriz surgiendo da platos de comida basura. Y así pasa la vida. La Streep escapando de un bol de nachos, la Streep confundiéndose con el jarabe de arce de unos pancakes, la Streep haciendo estiramientos en un hot dog… Es chocante que alguien dedique minutos, quién sabe si horas, de su valiosísima vida a algo así, pero todavía resulta más increíble que este monumento al absurdo gastro-hollywoodiense tenga 100 mil seguidores. A ver cuántos foodies lo consiguen.
Están por todas partes. Calma, no ha empezado invasión de los ultracuerpos: hablo de penes. Es la conclusión a la que he llegado después de sumergirme en Fooddicks, una cuenta consagrada a la inmortalización de alimentos con forma fálica. Y vive dios que su artífice se ha esmerado. Hay hallazgos alimentarios en esta colección que parecen más realistas que muchos dildos de última generación.
La variedad de alimentos con forma de picha es sorprendente –no solo de tubérculos y salchichas vive el hombre-. Y hay prodigios de la naturaleza tan asombrosos como un diminuto pene con testículos, perfectamente definido en la clara saliente de un huevo duro. No te vengas arriba al buscarlo: tendrás pesadillas con el bicho.
Avisa al optometrista, necesitarás su ayuda. La comida en miniatura se ha convertido en una pequeña moda instagrammer. Hay legiones dedicadas a fabricar réplicas a escala maravillosas, pero de todos ellos, Shay Aaron es el que más me sacude el cerebro. Sus platos no superan la medida de una cerilla, pero son espectacularmente detallados y realistas. Y pintan sabrosísimos. Además, muchas de sus creaciones pueden llevarse como si fueran complementos. En el anillo de humus, de hecho, yo mojaría pan sin dudarlo.
La versión punk del Culo o Codo del Hormiguero, ¡y con coartada gastronómica! Un buen día, alguien se dio cuenta de que el vómito presenta la textura y el cromatismo de un delicioso milkshake. Desde entonces, dicha persona se ha dedicado a explotar el parecido, fotografiando manchas viscosas en el asfalto para luego postearlas en su cuenta. Algunas tomas son de vomitadas reales, otras pertenecen a milkshakes desparramados por culpa de alguna mano temblorosa.
El visitante deberá decidir qué es qué. Aunque parezca la obra de un perturbado, Vomit or milkshake es en realidad una crítica feroz a la sociedad actual. Una reflexión en crudo, a cara de perro: la línea que separa un infierno hediondo de bilis de un paraíso perfumado de sacarosa es demasiado fina. Imperceptible. Así pues, qué eres tú pequeño: ¿vómito o milkshake?
Va un señor americano y decide dibujar caricaturas de famosos sentados encima de bocadillos gigantes. Ah, y también decide ganar dinero con la parida (25 euros la lámina para ser más exactos). Deportistas, políticos, cantantes, incluso Donald Trump… Todos aparecen en su cuenta de Instagram subidos a un sándwich. Te puedes preguntar desde que celda del asilo Arkham manufactura sus dibujos el artífice de Celebsonsandwiches, pero hay un enigma que te volverá todavía más loco: ¿cómo es posible que 30 mil personas le sigan? Dibujos de famosos sentados en bocatas, insisto.
“Hay mucho foodie suelto, pero tú sigues comiendo mierda.” Lo confieso, la frase que figura en el perfil de Comidademierda me persigue. Esta versión española de la célebre cuenta Cookingforbae es una desmitificación salvaje de los paraísos artificiales creados por la nación gastronomista de Instagram. Un puré que exuda isótopos radioactivos, un bol con brócoli que mataría a un Critter, una bandeja de callos que parece diarrea de Caminante Blanco, un cuarto de pollo hervido en Chernobyl.
Ni más ni menos que 660 almas perdidas siguen esta cuenta. 660 penitentes que han entendido que Comidademierda es su mejor flagelo y que la iluminación gastronómica solo se consigue a través del sufrimiento. Por cierto, cuando la cuenta llegue a 666 seguidores se desencadenará el fin del mundo y solo los fieles a Comidademierda seremos redimidos por el Anticristo Foodie. Date prisa.
La ilustradora y videoartista Stephanie Sarley ha puesto el dedo en la llaga. Mejor dicho, en la naranja. Eso es lo que vemos en su cuenta de Instagram: una naranja húmeda y jugosa partida por la mitad, y el dedo de Stephanie acariciándola, penetrándola, salpicando la lente con sus jugos encarnados. Podría ser el vídeo de una masturbación, tiene hasta un punto de morbo, pero en realidad no puede ser una imagen más inocente.
Y es que la cuenta de Sarley es una deliciosa provocación que funciona. El finger fucking gastronómico como acto de protesta es un requiebro genial contra el puritanismo. De hecho, los censores de Instagram ya le han bloqueado la cuenta tres veces por considerar sus imágenes demasiado impúdicas. Pues van apañados, porque cualquier fruta es susceptible de llevarse una alegría si cae en manos de la artista: un melón maduro, un melocotón de agua, un limón, una papaya... Vaya festival se montaría Sarley con el sombrero de frutas de Carmen Miranda.
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