El rosado ya no es de segunda
Marqués de Murrieta presenta hoy en sociedad su primer rosado. Y no es la única bodega decana que se atreve con el vino rosa, más en boga que nunca: Raimat, Viña Pomal y Barcolobo lo hicieron antes.
¿Qué pinta Marqués de Murrieta elaborando un rosado?, se preguntará más de un aficionado al vino. Eso mismo me pregunté yo cuando me enteré que andaban con tal proyecto. Que un grandísimo de Rioja creador de joyas como Castillo de Ygay, Dalmau o el blanco Capellanía firme un rosado solo puede significar dos cosas: o que a Murrieta se le ha ido la perola, o que el rosado realmente es una cosa mucho más seria de lo que indica el cliché.
Descuelgo el teléfono (bueno, es un iPhone, realmente no descuelgo nada) y llamo a la bodega unos días antes de que su rosado se presente en sociedad –que por cierto, es hoy- y doy con la gran María Vargas, la enóloga de Marqués de Murrieta, o sea, la artífice de que los vinos que nacen del viñedo que rodea el imponente Castillo Ygay sean lo que son, que son mucho más que mucho.
María me cuenta que esto no va ni de modas ni de casualidades, que llevan la friolera de cinco años haciendo pruebas con diferentes uvas y elaboraciones para dar con un rosado que merezca llevar el sello de esta casa centenaria, y que finalmente ha sido la uva mazuelo la que se ha llevado el honor de ser el ADN de Primer Rosé, que es el nombre comercial de este rosado.
“Yo veo este nuevo vino como un soñador que aspira a ser un Marqués de Murrieta”, me dice metafóricamente María, siendo muy consciente de lo que significa estar bajo el paraguas de esa casa en términos de calidad, historia y prestigio. Esto debe ser algo así como lo que le debía pasar a George Harrison cuando presentaba una nueva canción a John Lennon y Paul McCartney para que formara parte del repertorio de The Beatles, que por muy acojonante que fuera el tema, más acojonante debía resultar codearse con los himnos que componían estos dos genios británicos.
Pues en este caso Primer Rosé viene a ser el 'Here Comes The Sun' de Harrison, que aspira a codearse con Castillo de Ygay que es 'Let it Be', y con Dalmau que es 'Strawberry Fields Forever'. Y el resultado es que las tres canciones aparecen en cualquier greatest hits de los Fab Four. Pues a este rosado le va a pasar lo mismo, porque realmente no es un rosado cualquiera. Las uvas con las que se elabora nacen en la misma finca que las que protagonizan los tintos y el blanco de esta casa, de cepas muy viejas de poco rendimiento (que son de las que nace oro) y del que además solo se han elaborado 5.000 botellas.
La exclusividad de su producción y el precio (me confirma la bodega que rondará los 27€ aprox.) dan claramente a entender que algo está pasando con el rosado, que el prejuicio de que es un vino menor está superado, que si eres de lo que pasa del rosado porque es cutre, carca, casposo, lo que sea, estás muy equivocado.
Esta teoría mía de todo a cien sostiene que el rosado mola no solo por la novedad de Murrieta, –que ya de por sí es sintomático ya que estas casas centenarias se lo piensan mucho muchísimo antes de lanzar cosas nuevas–, si no que la fuerza del rosado de alta calidad ya viene haciendo ruido desde hace al menos dos o tres años.
Fue en 2013 cuando la también riojana Ramón Bilbao, de larguisíma tradición tinta, dejó pasmado a más de uno presentando un rosado fresco y muy ligero elaborado con uva garnacha, la misma garnacha con la que esta histórica bodega elabora su Viñedos de Altura. Incido en este dato –permíteme que insista– porque hablamos de una materia prima de primera calidad, y así sale un señor rosado.
Desde entonces hasta hoy han aparecido más rosados que casos de corrupción (bueno, no tanto). Raimat y su Vol D’Ànima; Viña Pomal (otro rioja tradicional) y su Rosa Cuarzo, su primera incursión en el rosa: Barcolobo y su Lacrimae Rerum, que, por cierto, está de muerte. Y así podría seguir un par de párrafos más, sin olvidarnos de grandes rosados que llevan años haciendo oficio como el rosado de Muga, el rosado de Finca Nueva (ambos Rioja), el de Cillar de Silos (Ribera del Duero), y tantos otros que seguro me dejo en el teclado (iba a decir tintero, pero, una vez más, no).
Que el rosado esté de moda está impulsando que grandes bodegas, con oficio, marca y tradición se hayan sumado a su elaboración y estén dignificándolo, algo que va a ayudar no solo a que aumente su calidad sino a que deje de verse como un vino menor con poco éxito entre el público más joven –y quizá moderno– que, a pesar de su cierto rechazo, ya ha demostrado que si se le ofrece un rosado de calidad, más fresco, ligero y pálido que el tradicional, lo adopta con cariño y embriaguez.
Y seguramente esto no solo sea un impulso para ese público joven, el diamante en bruto a pulir y descubrir por parte de todas las bodegas. El aficionado más tradicional, más afín al rosado, seguro que también agradece esta subida de nivel. ¿En qué te basas? Pues en que cuando le he contado a mi madre que estaba escribiendo esto se ha puesto muy contenta porque dice que ya iba siendo hora de que se rompa una lanza a favor del rosado, que a ella le gusta mucho y que se lo merece. Y mi madre nunca se equivoca. Nunca.
Así que, ya lo sabes, la próxima vez que te toque elegir el vino, no pases por alto la página de rosados, porque estarás perdiendo la oportunidad de disfrtar de 'Here comes the sun'. Y nadie en su sano juicio quiere saltarse ese himno.
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