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Tres vinos elaborados en islas con mucha personalidad

En muchos archipiélagos del Mediterráneo y, en particular, del Atlántico, el cultivo de la vid es un heroico ejercicio de supervivencia

Rodeado de viñas, el Moinho do Frade en isla de Pico, Azores en Portugal
Amaya Cervera

Es inusual probar en un mismo día vinos de Santorini, Azores, Madeira y casi todas las islas Canarias. El pequeño milagro ocurrió gracias a la coincidencia de Madrid Fusión con la cata que imparte anualmente el Master of Wine Pedro Ballesteros para la Unión Española de Catadores y que este año se centró en la Macaronesia, el nombre que aglutina a los archipiélagos atlánticos cercanos a África: Azores, Madeira, Canarias o Cabo Verde. Si aquí el acento estuvo en la geografía, una de las catas programadas por el congreso gastronómico se centró en los vinos volcánicos, aludiendo al origen de muchas de estas islas y al carácter particular de sus suelos. En todos los casos se puede hablar de vinos de marcada personalidad y elaborados casi siempre en circunstancias extremas.

En la isla de Pico, en las Azores, coronada por el volcán del mismo nombre, la pluviometría es tan extrema que los únicos lugares aptos para la vid, con menos de 1.000 milímetros de lluvia al año, son los terrenos limítrofes con el mar. Para huir de sus embates y protegerse del viento se construyen muretes de piedra, un esfuerzo titánico de cientos de kilómetros que no siempre libra a las cepas de las tempestades de primavera. “El terroir no es lo que tenemos; es lo que nos falta”, explica Antonio Maçanita, de Azores Wine Company, el productor que mejor interpreta esta viticultura de viento y de mar sobre suelos volcánicos.

En Santorini, una de las islas más enigmáticas del Mediterráneo, los suelos también son volcánicos y las condiciones extremas, pero por otros motivos. Aquí el agua brilla por su ausencia y las cepas se alimentan de la humedad que genera el rocío de la mañana, de manera similar a como ocurre, muy lejos de allí, en Lanzarote. La isla griega ha desarrollado una poda, laboriosa y muy particular, en forma de corona para arropar los racimos y protegerlos del viento.

Elaborar vino en una isla pequeña es uno de los condicionantes que tiene en cuenta Cervim, organismo internacional constituido bajo los auspicios de la OIV (Organización Internacional de la Viña y el Vino) para salvaguardar la viticultura de montaña o viticultura heroica. Otros requisitos, como cultivar a más de 500 metros de altitud, en pendientes superiores al 30% y en terrazas y bancales, también se cumplen en muchos viñedos isleños. Los Cabildos insulares de Tenerife y La Gomera (una de las islas más accidentadas) y el Instituto Canario de Calidad Agroalimentaria, de hecho, figuran entre sus miembros.

El mayor o menor grado de aislamiento implícito en la insularidad determina la manera en la que se realiza el cultivo. Las islas que no fueron alcanzadas por la filoxera, como Santorini o las Canarias, siguen plantando en pie franco. Jonatan García, de la bodega Suertes del Marqués (valle de la Orotava, norte de Tenerife), explica que cuando la plaga alcanzó Europa en el siglo XIX, Canarias estaba sufriendo el bloqueo comercial del Reino Unido. Hacía tiempo que se había apagado el esplendor de los canary sack de malvasía, exportados en tal cantidad a Inglaterra que el puerto de destino adoptó el nombre de Canary Wharf (hoy es uno de los distritos financieros y residenciales más elegantes de Londres). No fue el caso de los vinos portugueses, que sustituyeron a los españoles en las mesas británicas. El insecto campó a sus anchas en Madeira y Azores, donde es necesario el uso de portainjertos, al igual que ocurre en el continente. El aislamiento es tanto tragedia como bendición.

Con o sin filoxera, las islas han mantenido un rico patrimonio varietal conservando uvas que se perdieron en el continente o quedaron relegadas al olvido. El Hierro, por ejemplo, es un gran reservorio de biodiversidad.

Hoy, los sabores algo salvajes, salinos o incluso azufrados de muchos de los vinos isleños enamoran a aficionados y sumilleres de todo el mundo. Pero la cara b siempre está ahí en forma de amenaza. Pesa la falta de relevo generacional en una viticultura esforzada, manual y demasiado al límite (solo hay que pensar en La Palma, azotada por la sequía, el abandono del campo y, en última instancia, el volcán), y también la dificultad de conservar estilos alejados de los momentos de consumo actuales, como es el caso de los vinos fortificados de Madeira.

“No hay nada más teatral que las islas y los volcanes”, señala Pedro Ballesteros. ¿Podrá el hambre de grandes gestas en un mundo hiperconectado mantener una herencia vinícola que vive al borde del abismo?

EPS 2530 PLACERES HISTORIAS DE VINOS

Azores

Terrantez do Pico
2023, blanco Azores Azores Wine Company Terrantez de pico 12% vol. 60 euros Antonio Maçanita, productor originario del Alentejo que elabora en distintas zonas de Portugal, ha puesto Azores en el mapa con sus vinos que levantan pasiones. Su labor ha permitido recuperar la terrantez de pico, una variedad olvidada de la que apenas quedaban unas pocas cepas y de la que se cultivan ya 30 hectáreas. Este blanco participa de la salinidad característica que aporta la zona, en este caso con un carácter marcado de piedra, acidez muy vibrante y recuerdos de hierbas secas.
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Tenerife

Trenzado
2023, blanco Valle de la Orotava Suertes del Marqués Listán blanco 12,5% vol. 21 euros
Concebido como un vino de pueblo de Los Realejos, está elaborado en su mayoría con listán blanco cultivado con un sistema de conducción ancestral. El “cordón trenzado” consiste en trenzar los sarmientos de la parra, lo que, en viñas muy viejas, puede dar lugar a brazos de vid de hasta 15 metros de largo. El vino se mueve entre los tonos florales y la reducción que caracteriza muchos vinos canarios. En el paladar combina notas minerales y toques salinos con una textura untuosa muy agradable.
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Lanzarote

El Grifo Malvasía Volcánica
250 Aniversario 2018, blanco, DO Lanzarote Bodegas El Grifo Malvasía volcánica 13% vol. 30 euros
Este blanco conmemorativo de la bodega más antigua de Canarias quiere mostrar al mundo que la malvasía local (una uva nacida de un cruce natural de malvasía aromática y marmajuelo) puede envejecer y evolucionar en botella. La segunda lectura es que no se pueden hacer vinos jóvenes con los bajísimos rendimientos de una viticultura al límite. Con 26 meses con sus lías y seis años de botella, es fino y complejo, con toques de uva tostada, cítricos maduros y un buen paso de boca.

Sobre la firma

Amaya Cervera
Licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y especializada en vino, es fundadora de la página web www.spanishwinelover.com. Ha sido redactora-jefe de la revista Sibaritas y miembro del equipo de cata de las guías Peñín y Todovino. Colabora con revistas nacionales e internacionales y participa como jurado en competiciones vinícolas.
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