Bruselas se queda corta en la lucha contra el ecopostureo
La directiva europea sobre blanqueo ecológico cosecha críticas tras reconocer la UE como energías verdes el gas y la nuclear
La propuesta de directiva contra el “blanqueo ecológico” y las declaraciones ambientales “engañosas” lanzadas a finales de marzo por la Comisión Europea ha causado un gran revuelo entre empresas y defensores de la naturaleza. Según una encuesta presentada por el Ejecutivo de Von der Leyen para justificar esta iniciativa, en más de la mitad de los productos (53,3%) las alegaciones medioambientales examinadas “eran vagas, engañosas o infundadas”. Bruselas plantea criterios comunes, sobre todo respecto al etiquetado.
“La propuesta fusiona directivas anteriores de derechos de consumidores y hace hincapié en falsas declaraciones o etiquetas como eco, bío, natural, reciclable…”, celebra Miguel Ángel Soto, de Greenpeace España. “También ataca la obsolescencia programada dentro de un plan de economía circular; es decir, contra la práctica de que los aparatos tengan fecha de caducidad porque el fabricante así los diseña”.
Sin embargo, Soto cree que las prácticas del ecopostureo (greenwashing) se dan en todas las instancias internacionales, y la UE no es una excepción. Ahí queda la inclusión de programas relacionados con el gas y la energía nuclear como actividades de transición que contribuyen a mitigar el cambio climático (es decir, como energías verdes), lo que para mucha gente demuestra que Europa sopla y sorbe al mismo tiempo.
“Los inversores en infraestructuras nucleares y de gas van a poder jactarse de emitir bonos verdes avalados por la UE”, lamenta Soto. “Un drama que va a retrasar la transición ecológica y que se inscribe en prácticas de dudosa legitimidad. Coca-Cola financió la última COP27 en Egipto, y el próximo encuentro será en Emiratos Árabes Unidos, exportador de petróleo. La COP28 estará presidida por Sultan al Jaber, ministro de Industria y director ejecutivo de la compañía nacional. Nos contarán un plan para plantar palmeras y abrir plantas fotovoltaicas: todo menos decirnos que los combustibles fósiles se acaban”.
“Por desgracia, hay muchos ejemplos de grandes petroleras hablando de energías limpias y renovables que no abandonan el petróleo”, señala Fernando Valladares, profesor de Investigación en el CSIC, quien cita la nueva consideración hacia lo nuclear o lo verde. “La dirección de la directiva es muy buena, pero no seamos ingenuos pensando en que va a cortar el vuelo a las grandes marcas. Por ejemplo, la Ley de Restauración de la Naturaleza ha sido boicoteada por grandes grupos agrícolas. Al fin y al cabo, Europa es una estructura donde lo que prima es la economía y el mercado, y la consolidación de los valores viene después”, aclara.
Volviendo al borrador de la directiva, la sintonía es de aprobado general, aunque con mucho campo por recorrer. Preguntada al respecto, la OCU “valora positivamente” la iniciativa, ya que “la legislación actual resulta insuficiente para abordar adecuadamente las cuestiones relativas a la comunicación en materia de sostenibilidad”. Pero la misma organización contrapone que se queda corta. “Su alcance se reduce a las declaraciones voluntarias por parte de las empresas, cuando el 86% de los consumidores creen que todos los productos deberían indicar su impacto medioambiental”, afea la OCU.
En este sentido, Make The Label Count (MTLC), un lobby que reúne a asociaciones medioambientales y productores de fibra, da la bienvenida “a la propuesta de la Comisión Europea, que reconoce las deficiencias del método de huella ambiental del producto y al compromiso para mejorarlo aún más. Actualmente hay al menos 230 etiquetas diferentes, y esto genera confusión y desconfianza en el consumidor”.
Helena Viñes, presidenta de la Plataforma Europea sobre Finanzas Sostenibles y miembro del Grupo de Alto Nivel del secretario general de la ONU sobre compromisos de cero emisiones netas, ve en la directiva un paso en el buen camino y aboga por comprometer más a las marcas. “Cuando ves las empresas que se han implicado para llegar a cero emisiones netas, hablamos de un tercio de las cotizadas más grandes del mundo. El grueso de las privadas y estatales no lo han hecho y dos tercios de las cotizadas tampoco”, ilustra la experta.
Mucho ruido y pocas nueces
“Muchas de las empresas comprometidas forman parte de iniciativas voluntarias, pero pocas han transformado sus promesas en verdadera acción, en reducciones de emisiones significativas acordes con su implicación y el objetivo 1,5 °C [impedir que la temperatura del planeta suba más de dicha cifra]”. Según Viñes, la directiva contra el blanqueo ecológico “se añade a un conjunto de medidas del paquete sobre finanzas sostenibles, siendo la taxonomía la más importante, para transformar en sostenible la actividad económica europea”.
Para Valladares, el ecopostureo tiene jerarquías, en función de colores, de mentiras e incluso de cumplir la ley medioambiental; como si hacerlo no fuera una obligación. “La UE hace esta directiva porque sabe que vivimos en un planeta con recursos limitados y que los consumidores están más concienciados. Pero no basta. La lucha contra el greenwashing tiene que ser a varias bandas, no solo en el ámbito de Europa”.
El periodista Rafael Ordóñez, autor de Amor y furia: activismo frente a la emergencia climática, añade que “no es fácil blanquear el ecologismo ante las nuevas generaciones”. Tienen incorporado el greenwashing. De hecho, añade, “las protestas en los museos se iniciaron porque denunciaban el patrocinio cultural de petroleras en centros de arte”. Mucho tendrá que esforzarse Bruselas para crear una directiva sincera, sentencia.
Discusiones en Twitter
El 80% de las conversaciones sobre el blanqueo ecológico de marcas e instituciones se desarrollan entre esta red social y la prensa digital e impresa. Cada vez más usuarios digitales abordan este concepto y su alcance de una manera crítica, y esto se traslada a prácticas que desarrollan entidades financieras y compañías energéticas.
Así lo proclama el informe Cómo construir reputación y evitar el greenwashing, de Onclusive. Bajo esta mirada crítica aparecen actividades como el retail, alimentación y bebidas. Escapan de la discusión el segmento turístico, inmobiliario y la construcción. Para esta consultora “no es solo vital conocer qué sectores pueden estar más vigilados desde el punto de vista del medio ambiente, sino saber dónde y cómo se producen sus conversaciones”.
El debate prácticamente excluye al resto de redes sociales (Instagram, TikTok, LinkedIn, Facebook). “La notoriedad al alza provoca que en las empresas y en sus responsables de comunicación haya una mayor inquietud sobre cómo orientar los objetivos y los avances de sus marcas”, concluye el informe.
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