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La minería horada en busca de nuevo talento

La estigmatización del sector y la exigua educación geológica a edades tempranas ha provocado un déficit de profesionales en España, dependiente en materiales críticos

EXTRA FORMACION 2 08/09/24
Monty Rakusen (Getty Images)
Daniel Alonso Viña

Ulpiano Cano (26 años) estudió Geología en la Universidad de Salamanca de milagro. Cuando era pequeño le fascinaban las lecciones del colegio en las que descubrían el funcionamiento de las placas tectónicas y los distintos tipos de minerales. Sin embargo, después de esas clases introductorias, la geología desapareció de su vida y no volvió hasta los días en los que intentaba decidir lo que quería estudiar. “No me convencía nada de lo que veía a mi alrededor. Hasta que me crucé con el hijo de un amigo de mis padres, que había estudiado Geología”, rememora. Empezó a darle vueltas a esa opción extraña hasta que se decidió. “Me metí un poco a ciegas”, reconoce. Ahora está terminando un máster especializado en exploración de hidrocarburos y minería en la Universidad Complutense de Madrid (UCM).

Cuando termine sus estudios, lo más probable es que no le cueste mucho encontrar trabajo. El sector minero en España —y la geología en general— tiene un déficit de profesionales que han constatado todos los expertos que han hablado con EL PAÍS para este reportaje. No hay datos concretos sobre las vacantes que han quedado sin cubrir en las empresas que operan en este sector, pero sus profesionales llevan años viviendo en la escasez. Las causas que intentan explicar el problema son variadas. Alfonso Muñoz, catedrático de Geología en la UCM, apunta una: “Hace 20 años, Europa decidió que la minería era una cosa vieja y sucia y la condenamos al olvido. Ahora nos estamos dando cuenta de que somos absolutamente dependientes de terceros países para abastecernos”, lamenta.

La demanda actual de profesionales en la minería, asegura Muñoz, se divide en dos vertientes. Por un lado, la exploración y extracción de recursos minerales estratégicos para otras industrias, especialmente las que son intensivas en tecnología. Por el otro, están los trabajos que tienen que ver con el control ambiental de la explotación —asegurar que se cumple la normativa vigente— y comprobar que los trabajadores realizan su labor con el máximo nivel de seguridad.

Carencias formativas

“Ahora mismo hay una demanda grande de estos profesionales, pero no se forman suficientes”, lamenta Muñoz. En España solo se enseña geología en universidades públicas debido a la baja demanda y el coste que suponen algunas de las clases que reciben los alumnos. Las visitas al laboratorio y las “salidas a campo”, como denominan a los días en los que se sale al exterior a recoger muestras, son más que frecuentes y tiene un coste elevado. No todas las universidades públicas ofrecen el grado. Solo está en Barcelona, Oviedo, Madrid, Salamanca, Zaragoza, Alicante, Granada, Huelva y en el País Vasco. Cuando Cano empezó a estudiar en la Universidad de Salamanca, apenas eran 14 alumnos. “Y el año que yo me gradué, a lo mejor éramos cinco o seis”. Ahora, en el máster que está estudiando en Madrid son 12.

Nieves Sánchez, presidenta del Colegio Oficial de Geólogos, cree que el problema empieza en la base de la educación, en el colegio. “La biología y la geología siguen yendo juntas en el currículo escolar y eso es un problema, porque relega a esta última”, opina Sánchez. El efecto de esa carencia inicial tiene un efecto devastador cuando esos niños se convierten en adultos incapaces de dar a esta ciencia la importancia que le corresponde. “La cultura geológica en España es minoritaria, y eso hace que fallemos a la hora de generar confianza en la ciudadanía para desarrollar los distintos tipos de proyectos”, opina Sánchez. Ahora mismo, las minas y proyectos que están abiertos se llevan en silencio, y la población los recibe con más cariño en unos lugares que en otros.

Nueva normativa europea

La Ley Europea de Materias Primas Fundamentales, que fue aprobada en diciembre del año pasado, tiene el objetivo de mejorar la independencia de la región en cuestión de minerales críticos para la industria y el sector tecnológico. Estos minerales son el níquel, cobre, wolframio, cobalto, litio, o las tierras raras pesadas y ligeras. El problema está claro: el 63% del cobalto mundial utilizado en baterías proviene de la República Democrática del Congo. El 97% del suministro de magnesio que entra a la UE procede de China, y así sucede con el 100% de las tierras raras, dejando a la región en un estado de “vulnerabilidad estructural de las cadenas de suministros”, como constata la propia Comisión. Pablo Núñez es jefe de Relaciones Institucionales de Cobre San Rafael, filial de Atalaya Mining que está detrás del proyecto de extracción de cobre en Touro (A Coruña). También es tesorero de la Federación Europea de Geólogos. “Está costando mucho encontrar profesionales. En otros países de Europa, especialmente en el norte (Noruega, Finlandia, Suecia, Dinamarca, Holanda) hay mucha más consciencia de lo importante que es conocer el subsuelo y poder depender de tus propias materias primas”. A Ulpiano Cano, que está a punto de terminar un máster especializado, le hubiera gustado saber este tipo de cosas antes de entrar en la carrera. “No te digo que hay que tener una idea clara de todo, pero los chavales de 18 años ahora mismo saben cómo respiran las plantas, pero no saben de dónde viene el litio del que está hecha la batería de su móvil”, apostilla.

Más que datos

En 2022, en España había 2.610 explotaciones mineras en producción, según el Ministerio para la Transición Ecológica. El sector generó 29.043 puestos de trabajo en dicho año. La mayoría pertenecieron a la extracción de materiales no metálicos (industriales, ornamentales, productos de cantera). Otras fuentes, como la Confederación Española de las Industrias de las Materias Primas Minerales (Primigea), aseguran que son 4.700 explotaciones mineras y fábricas que emplean a un total de 322.000 personas, entre empleos directos e indirectos. La producción total fue de 3.938 millones de euros en 2022, un 14,4% más que el año anterior. Eso refleja la tendencia al alza que vive el segmento en España y en el resto de Europa, donde la obsesión con la independencia de materias primas críticas es cada vez mayor.

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